
Corre la vida política a velocidad de vértigo. La información que antes aguantaba una semana en primera página ahora no dura más de dos días. Y al mismo ritmo fugaz que las noticias, avanzan las encuestas. No hay actor que se precie que no tenga la suya. Políticos y medios, pero también las grandes del Ibex, siguen con pasión los sondeos. Los que hace apenas un par de semanas apostaban por un gobierno PSOE-Ciudadanos, ahora celebran con la misma alegría que la aritmética sociológica favorezca una alianza de los de Rivera con el PP. El catalán se ha convertido en el perejil de todas las salsas.
Quizá por eso ?dicen los suyos? trata de evitar reuniones, si no secretas, sí privadas, que acaben malinterpretadas en forma de titular. Saben que despiertan interés, pero las tendencias les favorecen, por tanto hay que evitar a toda costa meter la pata. Ya habrá tiempo de explicarse cuando hablen las urnas.
Sin embargo, el trabajo de fondo, discreto, continúa. Sin prisa y sin pausa, como la tendencia en la que, si nadie quiere dar un traspiés, hay que fijarse. En cartera, hay planes ambiciosos preparados para implementarse una vez se constituya el parlamento. Algunos los han hecho los partidos. Otros los han diseñado los empresarios. Planes para aflorar economía sumergida o para propiciar la creación de muchos, muchos puestos de trabajo que apuntalen el crecimiento.
Sólo hay un factor perturbador en el escenario: Cataluña. Los nacionalistas son imprevisibles, aunque nadie da un euro porque puedan entrar en razón. Cataluña es también un elemento lo suficientemente decisivo para dinamitar cualquier escenario político por estable que parezca. Es el riesgo que ofrece la oportunidad a los partidos para, después de décadas de descentralización, definir, a pesar de sus barones, el modelo de España. Eso deja abierto, de aquí a mes y medio, cualquier resultado. Por imprevisible que hoy parezca.
Ana Samboal es directora de 'Diario de la Noche' (Telemadrid).