
Las playas no son doradas y el mar es más gris que azul. Las palmeras brillan por su ausencia y las cartas de los restaurantes incluyen avisos de platos demasiado picantes. Gran Bretaña no es exactamente el típico país del océano Pacífico y, sin embargo, quizá debiera unirse al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTIP) que se ha firmado por fin la semana pasada tras años de negociación.
El Reino Unido es una economía mayor que la de los demás países del TTIP salvo Japón y Estados Unidos. Los dos países mantienen una de las relaciones comerciales más intensas y antiguas del mundo, y el acuerdo comercial propuesto entre EEUU y la Unión Europea está tan empantanado en debates políticos que parece improbable que se acabe convirtiendo en ley. Un acuerdo de libre comercio entre EEUU y el Reino Unido sería sumamente beneficioso para ambas economías, y la forma más rápida de lograrlo sería que Gran Bretaña se uniera al TTIP.
El acuerdo comercial entre EEUU y los países del Pacífico, que incluye a Japón, Australia, Canadá, Vietnam, Malasia y otros, es el mayor acuerdo de libre comercio en una generación. Rebajará aranceles y barreras al comercio en una región que supone el 40% de la economía global. Las negociaciones han durado una década pero ya se ha establecido el marco, publicado finalmente hace una semana.
Consenso sobre las ventajas
Su importancia es máxima. Los economistas no suelen ponerse de acuerdo en casi nada y mucho menos en los tipos de interés, la política monetaria o la efectividad de la flexibilización cuantitativa. Sin embargo, las ventajas del libre comercio son de las pocas cuestiones en las que hay consenso. A medio plazo, el comercio enriquece a todos y sus ventajas se han demostrado una y otra vez.
Si un país como Perú o Australia puede tener libre comercio con EEUU, ¿por qué no el Reino Unido también? Ahora mismo, existe un acuerdo comercial entre EEUU y la UE en proyecto, la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), pero tiene menos probabilidades de cuajar que una alianza electoral entre Hillary Clinton y Donald Trump.
El acuerdo ya va por su novena ronda de negociaciones y se enfrenta a una oposición creciente, en un continente que se ha vuelto temeroso del cambio. Los franceses nunca han tenido mucho tiempo para liberalizar el comercio pero los alemanes cada vez se muestran más hostiles a él. Se han convocado manifestaciones de repulsa multitudinarias. El Parlamento Europeo se mantiene en sus trece y la opinión pública se ha vuelto reacia. Una encuesta de Pew Research a principios de año indicaba que el 59% de los italianos y el 49% de los franceses piensan que el comercio destruye el empleo, pese a la evidencia abrumadora en contra.
Pero hay una salida del atolladero. Gran Bretaña solo tiene que unirse al TTIP o al menos firmar un acuerdo aparte de libre comercio con EEUU Ambos países se beneficiarían. Para empezar, el Reino Unido es una economía mucho más importante que cualquiera de las incluidas en el TTIP salvo Japón. Si eso beneficia a EEUU, un acuerdo con el Reino Unido, la quinta economía del mundo, valdría obviamente más. Al contrario que gran parte de la región del Pacífico, el Reino Unido es también un gran importador de bienes estadounidenses y las fábricas británicas no perjudican a la competencia de EEUU con unos precios más bajos. Ninguno de los argumentos sobre la destrucción del empleo que han hecho estancarse otros acuerdos es válido aquí. Un acuerdo comercial británico no debería encontrar pegas en el congreso.
Relación comercial
Además, la relación comercial entre los dos países es una de las más intensas y antiguas del mundo. Las empresas británicas invierten en la actualidad 15.000 millones de libras al año en EEUU y viceversa según un informe de la Heritage Foundation. EEUU ya es uno de los mayores mercados exportadores del Reino Unido, que representa casi el 9% de todo lo que el país vende fuera, y Gran Bretaña es el quinto destino de los bienes de Estados Unidos, justo detrás de Japón y ligeramente por delante de Alemania.
A eso hay que añadir, como indica el informe de Heritage Foundation, que el comercio entre los dos países debería ser complementario. El Reino Unido es un gran importador de alimentos, de los que EEUU es un gran exportador, y Gran Bretaña es gran exportadora de servicios financieros, para los que en EEUU hay un amplio mercado. Las barreras arancelarias entre el Reino Unido y EEUU se calcula que cuestan en estos momentos 10.000 millones de libras al año en comercio perdido, aunque en realidad los beneficios de un acuerdo de libre comercio entre estos países podría ser mucho mayor que eso.
El problema, desde luego, es la Unión Europea. Según la ley europea, el Reino Unido no puede firmar acuerdos comerciales con otros países. Solo la UE puede hacerlo y debe aplicarse a todo el continente. ¿Y qué? El Reino Unido ya se ha comprometido a renegociar su membresía de la UE. De paso, podría añadir una cláusula de libre comercio con EEUU dentro de sus exigencias. Si Francia y Alemania quieren mantener las restricciones al comercio para proteger a sus agricultores, editoriales o farmacéuticas, pueden hacerlo. Eso no quiere decir que el Reino Unido no pueda firmar otros acuerdos comerciales.
De hecho, el libre comercio con Estados Unidos sería mucho más valioso para la economía británica que con las economías alicaídas de Europa. Los australianos y singapurenses están a punto de obtener acceso libre y sin restricciones al que sigue siendo el mercado único más grande y dinámico del mundo. Las empresas británicas seguirán excluidas y atadas a las economías de Italia, Grecia y Alemania, ancladas en recesión permanente o con un crecimiento muy bajo. Hace años que no tiene sentido pero a medida que EEUU sigue adelante con acuerdos de libre comercio con el resto del mundo, cada año que pasa es más descabellado. Gran Bretaña no tendrá el clima de un país del Pacífico pero no hay razón por la que no pueda mantener acuerdos comerciales.
Matthew Lynn, director ejecutivo de Strategy Economics