
En las elecciones autonómicas del día 27 de septiembre, los catalanes elegirán al Gobierno que quieran, y luego tendrán que lidiar con las consecuencias de su libre decisión. Mi intención es explicar lo que sucedería en la relación de Cataluña con el mundo si acabara rompiendo unilateralmente con España.
Y lo que sucedería sería malo para todos, pero especialmente para Cataluña y para los catalanes. Me explico:
Primero, el Derecho Internacional reserva el derecho de autodeterminación para los pueblos sometidos a dominación colonial, o que sufren geno- cidio y masiva violación de los derechos humanos. Ninguna de estas situaciones es aplicable a Cataluña. De hecho ni siquiera el genocidio, que se esgrimió para segregar a Kosovo de Serbia, ha logrado su reconocimiento generalizado como Estado independiente, y Kosovo no ha entrado en la ONU ni en la Unión Europea. No hay en el mundo ninguna constitución que reconozca el derecho de secesión unilateral de una parte del Estado. La consecuencia es clara: si Cataluña invoca el derecho a la autodeterminación nadie le hará caso. Segunda, Cataluña perdería una parte muy importante de su mercado, debido al establecimiento de fronteras y a la imposición de aranceles. Más grave aún, perdería ser parte de un país grande y respetado en el mundo, la cuarta economía de la eurozona, el octavo pasaporte más valorado y muchas embajadas y oficinas comerciales, culturales, laborales, etc., para defender los intereses de sus ciudadanos. Cataluña se convertiría en un país pequeño más, como tantos otros que muy poca infuencia tienen en la marcha del mundo.
Tercero, en Europa, Cataluña se encontraría también con fronteras y aranceles, y quedaría automáticamente fuera de la Unión Europea y quien diga lo contrario, como ha dicho el señor Junqueras, está engañando al personal. Cameron lo ha dicho alto y claro en Madrid hace unos días. No sólo se quedaría fuera de la UE, sino que tendría que ponerse a la cola de los aspirantes a ingresar. El artículo 4.2 del Tratado de la Unión dice que "la Unión respetará las funciones esenciales del Estado, especialmente las que tienen por objeto garantizar su integridad territorial...". Además, ningún país europeo vería con simpatía la desmembración de España, algunos por miedo al contagio de sus propios movimientos secesionistas internos, y otros porque son conscientes de lo complicado que sería manejar una UE con 40 o 50 miembros. Una pesadilla. Tampoco la Comisión Europea ha dejado dudas: irse de España por las malas es irse de Europa, y la misma Merkel se ha manifestado favorable a defender "la integridad territorial de todos los Estados". Al quedar fuera de la UE, Cataluña quedaría fuera de la Unión Monetaria y del espacio Schengen, y sus ciudadanos carecerían de ciudadanía europea, no podrían usar el euro, no disfrutarían de la libre circulación de personas, capitales, mercancías y servicios, quedarían fuera del Mercado Único, de la Unión Bancaria, de la Política Agrícola Común, de las Políticas de Cohesión, de los programas de Investigación y Desarrollo Tecnológico, del programa Erasmus, etc. Sus empresarios y comerciantes encontrarían dificultades para financiarse, pues no tendrían el respaldo del BCE, y la prima de riesgo catalana no sería pequeña. Reingresar en la Unión Europea no sería imposible, pero tampoco fácil, porque exige la unanimidad de todos los países miembros.
Cuarto, Cataluña quedaría fuera de los organismos internacionales a los que pertenece hoy como parte de España: la ONU y sus agencias (Unesco, FAO, AIEA, Acnur, etc.), la OTAN, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la OMC, la OCDE, el Consejo de Europa, etc. Cada organismo tiene sus propios procedimientos de admisión (la OTAN también exige la unanimidad de todos sus miembros), y por eso sólo me fijaré en la ONU, que es el más importante, donde un Estado que desee entrar debe obtener el voto favorable de 2/3 de los miembros de la Asamblea General, compuesta hoy por 193 países, tras un preceptivo informe favorable previo del Consejo de Seguridad donde, como se sabe, los cinco miembros permanentes tienen derecho de veto. No hay que ser un genio de la política para saber que ese informe del Consejo no sería favorable y ni siquiera sería por culpa de España, pues Rusia (que tiene problemas en el Cáucaso) ejercería su veto con toda probabilidad, como ya vetó el ingreso de Kosovo. O lo haría China, que también tiene problemas con tibetanos, taiwaneses y uygures, y no quiere precedentes. Francia ha advertido por boca del primer ministro Valls que "la salida de Cataluña de España tendría consecuencias peligrosas", y en consecuencia no la apoyaría, y Estados Unidos dejó claro que no desea la independencia de Escocia, y ya vetó los intentos secesionistas de Texas. La opinión de Cameron tampoco ofrece dudas.
En definitiva, una Cataluña independiente se quedaría fuera de España, fuera de la Unión Europea y fuera de todos los organismos que rigen la vida internacional, estaría aislada, y hace mucho frío ahí fuera. No es honesto engañar a la gente con algo tan importante y que tanto impacto puede tener sobre sus vidas. Que los catalanes voten como quieran, pero que lo hagan con pleno conocimiento de sus consecuencias, porque los verdaderos problemas comenzarán el día 28.