
Desde 2009, la renta per capita de los mayores de 65 años no ha parado de crecer. Tampoco ha dejado de menguar en el resto de grupos de edad. Hoy, por primera vez en la historia de España, los mayores de 65 constituyen el grupo de edad con más renta disponible. Paralelamente, el riesgo de pobreza se ha disparado en todos los grupos de edad excepto entre los mayores de 65 años. Y ahora se da la circunstancia de que el riesgo de pobreza entre niños menores de 16 años es cinco veces superior a la existente entre adultos mayores de 65, 29,6% frente a 5,9%. Hoy, a tres meses de las elecciones, el Gobierno ha aprobado una subida de las pensiones de hasta el 15% para las mujeres jubiladas con pensiones contributivas y dos o más hijos.
Algún miembro del Gobierno ha tenido suficiente sentido del humor como para vender la ley como un incentivo a la natalidad, pero evitaré pronunciarme sobre semejante estupidez y me remitiré a la explicación aportada hoy en el Congreso, mucho más razonable: la ley sirve para "reconocer, mediante una prestación social pública, la contribución demográfica al sistema de Seguridad Social de las mujeres trabajadoras que han compatibilizado su carrera laboral con la maternidad". Esto es respetable y discurre en paralelo a cierta postura defendida en numerosos Consejos de Ministros por la vicepresidenta Santamaría: aproximadamente, que toda ayuda económica a la población de más edad se desliza por el árbol genealógico gracias al papel asistencial que los mayores han jugado en la crisis española. Para suerte para el Gobierno, ese colectivo también es su principal nicho de votantes.
Esta es la política social explícita del Gobierno, guste o no, esta es: el desvío de recursos hacia los mayores a costa incluso de la infancia, a costa de subir las tasas universitarias y aumentar las ratios profesor/alumno en los colegios. Esta es la expresión más cruda de una sociedad gerontocrática que ha conseguido disimular el "despotismo votado" con que nos gobiernan bajo un tabú insuperable. Porque ¿quién diablos se puede enemistar con sus abuelos? ¿cómo lo digo? ¿cómo me quejo de que un parado deba pedir dinero a su abuelo para ir a una entrevista laboral en el mismo transporte público que para su abuelo es gratis? ¿Cómo lo digo sin que me linchen por atacar a los que "tanto sufrieron para construir esta España"? Se podría argumentar que ellos no son el problema, que no hay que igualar los derechos a la baja, y yo coincido con eso pero los mayores no. Salvo honrosas excepciones, los mayores votan y cooperan con quienes han bloqueado todas las opciones de relevo generacional y redistribución de la riqueza, con quienes han destapado los pequeños pies de las sociedad para arropar cabezas llenas de canas.
Un joven de hoy
Hoy, un licenciado de 27 años, soltero, sin hijos ni vivienda propia que trabaja en un McDonalds con un contrato a tiempo parcial está premiando con sus impuestos al colectivo con mayor renta per capita por parir al segundo grupo con mayor renta per capita que, pese a su menor cualificación, dirige o posee el McDonalds en cuestión.
Mañana el licenciado se fugará a Alemania huyendo de este país imposible que nunca podrá cambiar y al que nunca podrá volver porque la gerontocracia de turno habrá endurecido más si cabe las condiciones para votar desde el extranjero imposibilitando el cambio político. Y así podrán dar cuerda al sistema hasta que quiebre o se convierta definitivamente en una despiadada carrera de resistencia en la que la única aspiración sea llegar a viejo para poder mangonear a los idiotas de nuestros nietos.