Estamos a mediados de agosto, mes vacacional por antonomasia, y el que más y el que menos (todavía hay más de cuatro millones de parados, una gran mayoría sin cobrar prestación por desempleo) ha intentado disfrutar de unos días para volver con las pilas cargadas. Lo malo es que septiembre ya está ahí, a la vuelta de la esquina. Casi sin que nos demos cuenta, andaremos de nuevo en el trabajo, llevando a los niños al colegio y, lo que es peor, con la tarjeta cargada hasta cifras insospechadas (bueno insospechadas no, sólo hasta el límite de crédito).
Y va a ser un septiembre muy caliente, pues si julio marcó récords históricos de temperaturas con su ola de calor, en unas semanas los termómetros políticos estarán mucho más disparados. Y con varios frentes abiertos, primero con el PSOE en Madrid y los rumores de inestabilidad municipal tras la defenestración de Carmona como portavoz socialista, a cargo de un Pedro Sánchez crecido. Como dice Leguina, que denuncia el intervencionismo de Ferraz, lo que se ha hecho con Carmona no tiene nombre. Y al paso que va, ni apellido.
Luego, el protagonismo se centrará en Cataluña, con esas elecciones autonómicas (plebiscitarias, según Mas y Junqueras, aunque se disimulen) donde se juega la partida de independentismo sí, independentismo no, y con ella la correlación con la recuperación económica española y los nubarrones que se pueden abrir ante una situación incontrolada.
Y en pocas semanas más, unas elecciones generales, para las que los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, han emprendido un moderado ascenso, ya que según el último barómetro del CIS ambos suman más del 53% frente al 49,9% que acaparaban en el sondeo anterior. Parece confirmarse, así, el inicio de la recuperación del bipartidismo, ya que las dos fuerzas emergentes, Podemos y Ciudadanos, se anotan descensos. Pero aún queda tiempo por delante y los escenarios de intención de voto pueden ser muy cambiantes... e incluso sorprendentes.