
Los sofistas griegos sostenían que la duda viene bien al sabio, y, con mayor razón, a los que no son. Por eso surge esta duda cuando el FMI señala la insostenibilidad de la deuda, incluso aunque crecieran un 4% varios años y vendieran lo privatizable: si no se puede, cuanto antes se deje de pagar menor sufrimiento.
Lo siguiente gustará menos aún: varios países solventes no pagaron deudas en momentos clave; posteriormente les fue bien. Un ejemplo, Estados Unidos a España en la guerra de Cuba. Nuestro país tuvo impagos durante los Austrias; de hecho ostenta el récord histórico. El último gran episodio se remonta a 1882.
Tras 133 años, el fantasma del default puede aparecer por el espectacular aumento del endeudamiento en escaso tiempo. Francia y Alemania están en el pódium. El acreedor inflexible no pagó gran parte de su deuda ni tras la primera ni tras la segunda Guerra Mundial (200% del PIB).
Hoy estos países son muy solventes (ver Reinhart y Rogoff). Polonia es otro caso de "éxito". Sin la condonación de deuda tras la caída del comunismo, no sería lo que es hoy. Salvo en guerras, los aumentos y posteriores impagos de deuda actuales son consecuencia de prolongadas crisis. Que suceden a épocas en que las economías van viento en popa y hay expectativas de expansión.
Las macro empresas desean que el Estado construya carreteras, trenes de alta velocidad o aeropuertos, y los bancos que le garanticen más préstamos e inversiones, frecuentemente disparatadas. El déficit de las empresas se considera "saludable", pero cuando éstas y aquellos vislumbran recesión y capacidad ociosa, pasa, inexorablemente, al Estado.
Es fácil encontrar gente en desacuerdo. Hay quienes equiparan la economía del país con la de una familia. El efecto mediático es potente por su simplicidad. Si el estado, como la familia, gasta más de lo que ingresa, el remedio es gastar menos o aumentar ingresos (impuestos).
Si se tiene una indigestión, a ponerse a dieta. Se aplica a la ciencia económica la "sabiduría casera". Pero mientras el problema familiar no trasciende al exterior, el del sector público sí. Hay efectos inducidos importantes sobre otras variables, y el resultado final puede ser el opuesto al esperado a priori. De este fenómeno sobran experiencias recientes, la última, Grecia.
La caída griega
Parece cercana, por motivos económicos y geoestratégicos, la quita/reestructuración de la deuda griega. El FMI señala 30 puntos del PIB. Y eso que ha realizado esfuerzos para seguir sus recetas. El déficit público primario, del -10,5% del PIB en 2009, pasó al +0,4% en 2014. Estaba previsto inicialmente un 3% para 2015 y un 4,5% para 2016, misión casi imposible con estancamiento y paro descomunal. Déficit y endeudamiento siguieron creciendo. Más desempleo y menos actividad son los enemigos de unos presupuestos equilibrados.
Grecia, asumiendo la relación entre PIB, oferta monetaria y gasto (como el BCE con su QE), planteó en marzo vincular pagos al crecimiento nominal para contener el ratio deuda/PIB y se comprometió a ciertas reformas. La troika mostró escaso interés, en parte justificado por los incumplimientos durante el prolongado bipartidismo, y prefirió ser "puro acreedor", exigiendo medidas como subir el IVA que sirven para bajar el PIB.
Tampoco el gobierno griego mostró programas claros para corregir gravísimas ineficiencias, tan insostenibles como la deuda. La solicitud, a la desesperada, del tercer rescate contempla, entre otros, aumentos de IVA, eliminación de incentivos a prejubilaciones, superávit del 1% y "reestructuración" de deuda (curiosamente esto último no apareció en la traducción al inglés del documento). Apenas nada para lo que debería ser prioridad: el crecimiento a medio y largo plazo.
Grecia tuvo también su expansión coyuntural: crecimiento medio del 4,3% frente al 2,2% de la eurozona en el quinquenio pre-crisis. Infraestructuras olímpicas, gastos militares, etc.
Entonces recurrió al crédito (básicamente de bancos alemanes y franceses), aumentando la deuda paralelamente al crecimiento. Desde que acabó "la fiesta", su PIB decrece con programas de austeridad que rechazaron en referéndum. La conclusión, para muchos decepcionante, es que al descender la renta considerablemente, la deuda ha pasado del 120 a aproximadamente el 180% del PIB; insostenible, como dice el FMI.
Hay estimaciones sobre los efectos de la austeridad: ha contribuido a reducir el PIB un 30%. Cifra parecida a la que se maneja de devaluación tras el Grexit "temporal" que plantea Alemania y, también, a la recomendación de "quita" del FMI.