
El dos de junio de 1992 los ciudadanos daneses fueron convocados a un referéndum para ratificar el Tratado de Maastricht, un tratado que buscaba transformar a la Comunidad Europea en la Unión Europea y entre cuyos principales hitos se encontraba la creación de la moneda única, el euro. En aquella ocasión los ciudadanos daneses, en un referéndum que parecía un mero trámite, rechazaron por un escuálido margen de menos de 50.000 votos, su integración completa en la nueva fase.
Los daneses consiguieron que su país estuviera excluido de la tercera fase, la Unión Económica y Monetaria, UEM, la de la introducción de la divisa única pero unidos a Europa, no le dieron la espalda. Aquel resultado supuso un varapalo al diseño de la UE tal y como se había concebido, hubo que variar diferentes aspectos, volver con las negociaciones, sortear dificultades. Siete años después, ya en 1999, nacía el euro, fatalmente diseñado desde el punto de vista económico, cuestionado cobardemente en cuanto ha surgido la mayor crisis desde el crack del 29, falto de otras políticas complementarias, pero conviene no olvidar que es el mayor logro conseguido en esa idea necesaria que se llama Europa.
Veintitrés años después, otro referéndum, esta vez en Grecia, ha centrado la atención de todas las miradas sobre la UE y el euro. No cabe engaños, la convocatoria es muy diferente de la realizada en Dinamarca.
La demagogia de Syriza
Un demagogo, Alexis Tsipras, aupado por una amalgama de pequeños partidos de extrema izquierda agrupados bajo la denominación de Syriza y coaligados con un partido de extrema derecha, Griegos Independientes -ANEL-, que además ha contado para la convocatoria con el apoyo del partido nazi, Amanecer Dorado, convocó hace una semana, incumpliendo los plazos legalmente marcados, un referéndum con una pregunta para apoyar o no una oferta de la Comisión Europea en la refinanciación de los vencimientos veraniegos de su enorme deuda pública.
Esa pregunta es ya papel mojado pues la oferta de los países del área euro fue retirada de inmediato al convocar, el demagogo presidente, a los griegos a las urnas. Una vez más nos encontramos con la degeneración de la democracia que no es otra cosa que la fatal demagogia o como Aristóteles nos advierte en su libro, La Política, jugar rastreramente con las necesidades de los más débiles.
De Tsipras a Hitler
Curiosamente un griego universal, este sí Aristóteles, nos advirtió que la democracia puede llevar a al averno a una sociedad. A todos aquellos que ven democracia en la vil decisión de Alexis Tsipras, de convocar este referéndum, que comentan esta acción como de auténtica democracia hay que recordar, de manera firme, que fue la degeneración de la democracia la que permitió a Adolf Hitler, apoyado por el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, convertirse en 1933 en el canciller imperial y posteriormente Fürher y cuyas consecuencias son del todo conocidas. Todos los que se vanaglorian del no de Grecia y me hablan de democracia, que me digan lo que piensan del voto alemán al partido del asesino y genocida Adolf Hitler. ¿Es que aquello no fue democracia, bajo el mismo prisma?
Pues bien, ayer, las urnas griegas dieron la respuesta. Una respuesta que fue como la de los votantes alemanes cuando erigieron a Adolf Hitler al altar, votaron por la demagogia. Los griegos le respondieron no a Europa y sí a una más que posible oligarquía, que es la degeneración de la demagogia. Ese voto, el no, es el no a unirse a la vieja Europa. Porque no nos engañemos en el intrincado discurso de Tsipras, donde decía que la respuesta negativa no tenía que tener nada que ver con la pertenencia al euro es mentira. Grecia saldrá de euro y Tsipras lo sabe, lo sabe porque el torticero Varoufakis se lo puede explicar perfectamente.
¿Qué ocurrirá ahora?
Veamos la más que posible evolución de acontecimientos: extensión del actual corralito (sin saber hasta cuando); impago de la deuda pública; quiebra de los bancos; imposibilidad de retirar dinero y hacer pagos a través de banca electrónica, pago de pensiones y salarios de funcionarios así como a proveedores mediante pagarés; necesidad imperioso de una divisa alternativa para pagar... y la petición de Grecia de abandono del euro para regresar al dracma.
Abandono de euro y un dracma que nacerá con una fuerte devaluación, generadora de inflación (el mayor enemigo que existe de las clases más bajas y el mejor aliado de los que se han llevado el dinero de Grecia para no pagar al fisco), sufrimiento aún mayor y que añadir al que han tenido las clases más desfavorecidas del pueblo griego. Solo enormes ganancias para los griegos que han sacado el dinero del país, mientras a todos los demás ha conducido a la ruina.
¡Ah! la devaluación griega no lleva aparejado un crecimiento a futuro, los defraudadores seguirán sacando dracmas sin pagar impuestos, la devaluación no llevará un crecimiento pues Grecia no tiene nada que vender al mundo, dado que el turismo está ya saturado. Sin la presencia del FMI la inversión no llegará, al menos de países que le vayan a pedir nada más que le devuelvan el dinero invertido y los intereses.
Ha sido un no a la visión del viejo sabio griego, Aristóteles, también a la democracia frente a la demagogia. Un no a Angela Merkel y a su ministro Wolfgang Schaüble, estrecho colaborador de Helmuth Kohl, uno de los padres de esa idea llamada Europa, que con su firmeza han desenmascarado a Syriza. Partido totalitario, excluyente, demagogo, sepulturero de un país que nada tiene que ver con la Grecia clásica.