
Últimamente varias monjas andan vendiendo ideología en las televisiones, pero esta vez no es propaganda fide sino matraca separatista. Según el profesor Sosa Wagner, esta nueva querencia "se veía venir y, en parte, se debe a la obstinación que ponen los pontífices en prohibirles la administración de los sacramentos, lo que en una época de sequía de vocaciones masculinas sería la solución de los problemas de personal que aquejan a la Santa Madre Iglesia? Condenadas a hacer magdalenas y más magdalenas, ¿qué otra salida tienen si no meterse en política?"
Lo que ya pasa de castaño oscuro es que alguna ande manifestando su amor (¿carnal?) hacia políticos separatistas catalanes. Una mujer de Dios debería distinguir entre lo que es "oficio" y lo que es pasión. Mas esta salida de madre del personal monjil no es nueva en España.
A mediados del XIX una monja, que fingía tener en su cuerpo las llagas de Cristo, aseguraba que Dios le había hecho grandes revelaciones y con esos cuentos embaucó a Isabel II y consiguió que echara del Gobierno al general Narváez (el Espadón de Loja). Las "altísimas revelaciones" de sor Patrocinio (en el siglo María Rafaela Quiroga) llevaron al conde de Cleonard a la cabeza del gabinete ministerial, aunque éste fue conocido como el ministerio relámpago pues apenas duró 24 horas, al cabo de las cuales la Isabelona tuvo que llamar de nuevo a Narváez y éste metió en prisión al confesor del Rey consorte, que era quien manipulaba a sor Patrocinio.
A ésta la desterró a Talavera y al hermano de ella -un mangarrón que se paseaba por Palacio como Pedro por su casa- lo mandó a Ronda. Por otra parte, el de Loja despidió a Cleonard con unas palabras que se hicieron muy populares: "Puede Su Excelencia retirarse a descansar de sus fatigas". Palabras éstas que le vendrían al pelo a esa lumbrera llamada Artur Mas. Descanso que no sólo le vendría bien a él, también a todos los catalanes.