
E l Gobierno ha presentado esta misma semana, coincidiendo con el avance del PIB, sus nuevas previsiones económicas. El presidente ya anunciaba un crecimiento vigoroso para este año, cercano al 3 por ciento de avance para el PIB, cifra que queda ya como estimación oficial y que es la más alta de todas las realizadas hasta el momento. Al hilo de esta revisión, desde el Gobierno se nos dice que si la recesión ya se había dejado atrás, ahora la crisis ya ha pasado. En este último punto, el de la crisis, no puedo estar de acuerdo.
Centrémonos primero en la recuperación, en el abandono de la recesión. La economía española se ha visto beneficiada por la confluencia de una serie de hitos económicos que la han impulsado y espoleado, todos ellos difíciles de pensar hace uno o dos años. Así la caída del precio del petróleo ha sido un bálsamo que ha liberado recursos a la demanda nacional para dirigirla hacia otros artículos, impulsando la demanda y mejorando nuestra balanza comercial. La muy ligera rebaja del IRPF ha aumentado todavía más las consecuencias del desplome del crudo, permitiendo un mayor consumo. Por su parte la política no ortodoxa del BCE - quantitative easing o QE por sus iniciales-, ha rebajado los tipos de interés hasta niveles cercanos a cero para los hipotecados españoles, lo que añade más dinero al consumo. Ese QE ha propiciado una mejora en los intereses que pagamos por la deuda pública, desde negativos en el corto plazo hasta muy bajos en el largo. El QE ha tenido un efecto devaluador del euro, algo que ha permitido compensar la caída de la demanda iberoamericana por su menor ritmo de la actividad. Los desgraciados sucesos de los países árabes, especialmente los del Mediterráneo, nos permite mostrar una cifras envidiables en turismo. La situación ha mejorado en la banca; además con tipos tan bajos, se ve en la necesidad de abrir la mano a la concesión de nuevo crédito. A todo ello y en este primer trimestre habría que añadir, además, el incremento del gasto público, como demuestra la última EPA, en la que vemos el crecimiento del empleo público. El mayor gasto público, la mejora en el crédito y la situación de tipos prácticamente a cero nos lleva a un impulso en la construcción, sector que se comienza mover dentro de la desolación en la que se mueve; ahí está el dato de empleo en este sector manifestado por la EPA.
Ahora bien, todas estas cifras son, al menos una buena cantidad de ellas, coyunturales y temporales. El petróleo comienza ya a dar síntomas de estabilización; el QE, aunque prolongado en tiempo tiene fecha de caducidad; la debilidad del euro ha comenzado a frenarse; el alcance de la rebaja del IRPF es muy pequeño y se diluirá en el tiempo; España sigue teniendo el segundo mayor déficit público después de Chipre en el área euro.
Es cierto que, de momento, la confluencia de hechos lleva a que los datos que se van dando de la economía española sean cada vez mejores. No es de extrañar la revisión que ha realizado el Gobierno, pero recordemos que es la última realizada y de ahí la mejoría. Sin embargo, a partir de este momento, nuestra economía no parece que vaya a tener nuevos aceleradores; previsiblemente estamos en el mejor de los mundos. Por tanto, que la recesión ha terminado es cierto; para 2016 la actividad seguirá creciendo como lo demuestra los datos de confianza que vamos conociendo, pero qué ocurre con la crisis, ¿es cierto que se haya terminado?
Como comentaba al principio, estoy en total desacuerdo. La actual crisis tiene nombres: brecha de desigualdad, empleo juvenil, parados de larga duración, precariedad y temporalidad, hogares con todos los miembros del mismo en el paro, caída de la población activa, impacto en la clase media del país. ¿Eso se ha terminado? Esa es la crisis, la auténtica, la que el ciudadano de a pie ve todos los días. Es, si se prefiere, el efecto que la prolongada recesión y las políticas suicidas del peor presidente del Gobierno desde la transición, Rodríguez Zapatero, y no enmendadas por el actual gobierno de Rajoy. Mal haría el Partido Popular en decir que la actual crisis se ha acabado, mucho más en creer que de aquí a las próximas elecciones generales, donde algunos dan la fecha en noviembre, otros en septiembre y los que menos en diciembre, la situación de crisis va a mejorar. Por cierto antes de las generales tenemos las autonómicas y municipales. En ellas es donde más cargos colocan los partidos y aquí seguirá el castigo al bipartidismo. Ya veremos la factura que estas elecciones pasan antes de que lleguen la generales, aun cuando un partido como Podemos pierde fuelle, además de personas como Monedero, clave en esa formación, que quedan amortizados por el tránsito a la casta de su formación.
De aquí a las elecciones generales se podrá crear empleo, pero como no se ha querido terminar la reforma laboral, suprimiendo contratos, el empleo será temporal, de salario bajo y además precario. Seguiremos creando puestos de trabajo en la parte más expuesta a inclemencias de los ciclos económicos, porque no se ha creado un nuevo modelo. La educación y formación seguirán dando la espalda el mercado laboral, alimentando el desempleo juvenil. La Oficina de Empleo continuará siendo un registro de desempleo y no un dinamizador. Seguiremos sin contar con auténticas comisiones de vigilancia de mercados que no atajan el capitalismo de amiguetes. No, no, señores, la crisis no ha acabado, sigue y seguirá estando presente. Dejen de mentir como cuando nos aseguraron que ustedes no iban a subir impuestos.