Resulta más que inquietante la solemnidad con que habla y son recogidas sus palabras. Draghi se expresa con la unción y el peso del lenguaje pastoral de cualquier titular de la cátedra de Pedro, el apóstol. Sus declaraciones son difundidas con la misma solemnidad que las encíclicas papales y sus consejos (letales casi siempre para los trabajadores) constituyen materia de debate para tertulianos y comentaristas de la beautiful people de la economía palatina.
Aquellos europeístas de la década de los noventa, arrebatados de pasión en pos de una Europa imposible de construir con los mimbres de la banca y las multinacionales, ya tienen la inesperada coronación de su sueño: Europa es exclusivamente cosa de dos: Draghi y Merkel (con el Deustche Bank).
El pontífice ha vuelto a repetir su catecismo Ripalda, España (que va bien) necesita de nuevas reformas del mercado laboral, más políticas activas de empleo y acabar con la dualidad laboral. Ni una palabra sobre estructuras económicas hijas del desmantelamiento de los 90, reformas fiscales o la Carta Social Europea de 1961.
Como el Papa Urbano II, Draghi sigue convocando a su particular cruzada aun a riesgo de los nefastos resultados para la población necesitada de un empleo capaz de una vida digna (artículo 23 de la Declaración de Derechos Humanos).
Dos reflexiones a vuela pluma sobre sus últimas declaraciones: 1. ¿Qué medidas aconseja contra la dualidad laboral? ¿Deben transformarse en temporales los trabajos fijos o en fijos los temporales? 2. España lleva dedicando en los últimos 20 años 140.000 millones en políticas activas de empleo. Hasta la fecha no hay estudios acerca de los resultados conseguidos por esta inversión pública. ¿Estamos ante una planificación de recursos o ante una gigantesca operación de dádivas lubrificantes de una maquinaria clientelar? Y así hasta la próxima admonición del sumo pontífice de la dinastía de los Creso.
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