Firmas

El capital humano o cómo la casta ha conducido a la ruina a las clases medias

Cartel de la película 'El capital humano'.

- Mira qué contentos están!

- ¿Deberían estar tristes?

- Claro que no... Las cosas les van bien. Apostaron a la ruina de este país y ganaron.

-Ganamos. Tú también, querida...

Este diálogo entre Giovanni Bernaschi, un especulador financiero, con su bella esposa, bien podría ser una conversación entre un matrimonio de la clase adinerada española.

Pertenece a la película de Paolo Virzi El capital humano que se acaba de estrenar en España y que está considerada como la mejor película italiana del momento. Un film que recuerda la trama de Muerte de un ciclista de nuestro gran José Antonio Bardem y que se sitúa en la línea de La gran belleza (2013) o La dolce vita (1960) en la que se retrata el derrumbe ético y moral de los más ricos.

La avaricia de la clase pudiente

La película da pie a la reflexión sobre el papel que han desarrollado las élites económicas durante la crisis y cómo se han posicionado ante el nuevo ciclo expansivo que se ha iniciado. En el fondo se trata de una parábola sobre cómo la casta ha conducido a la ruina a las clases medias movidas por su avaricia y cómo éstas, a su vez, transfirieron todas las culpas a los más desfavorecidos, que al final han terminado pagando el pato.

No es por tanto extraño que este film no sólo haya sido un taquillazo, sino que tenga un impresionante palmarés entre los que destacan los siete premios David di Donatello. El motivo es que refleja el sentimiento que comparte la opinión pública en general, y la izquierda en particular, que ha sido la avaricia de la clase pudiente la que ha empobrecido al país. Y eso sirve tanto para Italia, como para España, Grecia o Portugal.

Es lo que ha dado lugar a la aparición de movimientos nacional-populistas, tanto de extrema izquierda como de extrema derecha, entre los que se encuentran los protagonizados por Pablo Iglesias (Podemos), Beppe Grillo (Cinco Estrellas), Alexis Tsipras (Syriza) o Marine Le Pen (Frente Popular). El problema es que el populismo nunca ha conducido a nada bueno, por lo que la única solución que queda es un nuevo pacto social que permita una regeneración basada en el fortalecimiento de los valores y de las instituciones. Lo hicimos una vez y podemos volver a hacerlo.

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