
Entre los muchos desequilibrios que ha acumulado la economía española durante la crisis, el más persistente después del paro, es el déficit público. Pese a las políticas de austeridad, y pese a que se han subido impuestos como nunca, la Administraciones españolas gastaron 60.537 millones de euros más de lo que ingresaron en 2014. Esta cifra es un 5,72 por ciento del PIB, lo que quiere decir que no es sostenible.
De mantenernos en estos niveles de déficit, aunque creciésemos, como parece probable que sucederá, a un ritmo superior al 3 por ciento, la deuda pública como porcentaje del PIB seguiría aumentando. En cuestión de finanzas públicas no tenemos un problema urgente, pero sí grave. Evidentemente, en la medida en que el Estado se puede financiar en los mercados, no hay una urgencia inmediata en reducir déficit. Sin embargo, el stock de deuda pública acumulada está ya en un nivel del 100 por cien del PIB. Esto significa que ante un mínimo repunte de los tipos de interés, la situación presupuestaria se deterioraría gravemente. Si el coste medio de la deuda subiese un solo punto, las AAPP dispondrían de 10.000 millones de euros menos para gastar, o tendrían que subir impuestos en la misma cuantía. Para hacernos una idea de lo que esto supone, pensemos que la famosa "reforma fiscal" va a suponer, según los cálculos de Hacienda, dejar de recaudar 9.000 millones entre 2015 y 2016.
Dado el stock acumulado de deuda que tenemos; cualquier planteamiento sensato pasaría por llegar cuanto antes a un nivel de déficit que haga que la relación entre deuda pública y PIB siga creciendo. Por esta razón, reducir el déficit según el calendario acordado con nuestros socios europeos no es algo que deberíamos cuestionar. Por otra parte, si no cumplimos, lo único que deberíamos esperar es que se incremente nuestra prima de riesgo, el diferencial que tenemos que pagar con respecto al país más seguro y estable, Alemania. Deberíamos haber aprendido que ese camino sólo conduce al fracaso económico y social. En este sentido, que el Gobierno español ha conseguido reducir el déficit público en un 0,9 por ciento del PIB en 2014 no es alentador. En primer término, el BCE ha ido relajando su política monetaria. Esto ha permitido a España financiarse más barato. Además, y esto es aún más importante, el precio del crudo se derrumbó en el cuarto trimestre. Esto ha sido un auténtico "regalo inesperado" para la economía de la eurozona más dependiente del petróleo. En consecuencia, el crecimiento económico ha sido superior a lo pronosticado por los analistas y el propio Gobierno. En estas condiciones, con todo, y sin rebaja ninguna de impuestos, sólo se ha conseguido algo menos de 10.000 millones de reducción del déficit. En 2015 hay que reducir el déficit en 15.000 millones, y en 2016 en otros tantos, dejando de recaudar 9.000 millones por la "reforma fiscal", algo complicado.
Si esto se quiere lograr, va a tener que aumentar la recaudación y reducirse el gasto público. A diferencia de las críticas situaciones de 2010 y 2012, ahora los sacrificios se pueden aplazar. Sin embargo, hay que tener claro que a medio plazo, habrá que reducir este desfase entre ingresos y gastos. El crecimiento económico está ayudando, pero no va a ser suficiente y l a recaudación no se va a volver a incrementar a tasas de dos dígitos.
Anteriormente, los tributos ligados a la actividad inmobiliaria, e incluso la recaudación en general estuvieron creciendo por encima de la economía. Posteriormente, durante la crisis, las bases de los principales impuestos, las magnitudes sobre las que se recaudaba se cayeron más rápido que la economía y no nos hemos recuperado. La economía española soporta ahora tipos impositivos más altos, más fraude, evasión fiscal y economía sumergida.
Sólo es posible seguir creciendo, y en consecuencia, empezar a restañar las heridas de la crisis, comenzando por el monstruoso paro, si se sigue reduciendo el déficit público. Para conseguir reducir el desequilibrio fiscal no sólo hay que crecer, también hay que controlar los gastos y conseguir más ingresos. El punto de mayor desfase del gasto parece estar en las autonomías que han superado el objetivo de déficit en un 66 por ciento. Además, hay que conseguir que estos tipos impositivos similares en España no recauden menos que en otros países: la lucha contra el fraude es otro punto clave. Hay mucho por hacer, porque la crisis fiscal en España se ha suavizado pero aún no ha terminado.