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El problema de Irán: un acuerdo difícil pero necesario

  • Irán no puede vender petróleo y los bancos no financian sus operaciones

En 2002 se supo que Irán estaba enriqueciendo uranio en Natanz por encima de los niveles aceptables y que había puesto en marcha un reactor de agua pesada en Arak y saltaron todas las alarmas porque aunque el Tratado de No Proliferación Nuclear permite el uso de energía atómica para usos pacíficos, nadie se fiaba de las verdaderas intenciones de la teocracia iraní.

La posibilidad de que se dotara de armas nucleares era inaceptable entre otras razones porque embarcaría en una carrera nuclear a toda la inestable región de Oriente Medio y descartada por impracticable la opción militar utilizada en 1981 por Israel contra el reactor nuclear de Osirak en Irak y más tarde en Siria, la comunidad internacional se inclinó por las sanciones (políticas, militares, económicas, financieras) que han acabado asfixiando al país, como reconoce un 91% de los iraníes.

El estado de las negociaciones

Irán no puede vender gas o petróleo y ningún banco financia sus operaciones comerciales. La puntilla ha sido la exclusión del sistema Swift de transferencias internacionales y la bajada del precio del petróleo. Hoy baja el PIB, falta inversión, faltan productos en las estanterías, falta tecnología, el rial se ha devaluado en un 60% y este es el origen de las negociaciones 5P+1 (los miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania) con Irán que deben terminar hoy en Lausanne.

El acuerdo paralizaría el enriquecimiento de uranio, impondría a Irán obligación de informar sobre lo hecho hasta ahora, llevaría a Rusia toneladas de uranio enriquecido y establecería un sistema muy intrusivo de inspecciones a cargo de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) durante un plazo de 10 años, con el objetivo de detectar cualquier incumplimiento al menos un año antes de que Irán pudiera producir la bomba.

A cambio se levantarían (progresivamente) las sanciones, se desbloquearían 100.000 millones de dólares congelados en el extranjero y se permitiría volver a usar el sistema financiero internacional, que es casi lo más importante. Y Teherán se reintegraría al juego de la geopolítica regional donde es mucho lo que puede influir en Irak, Siria, Líbano, Yemen o con grupos como Hizbollah y Hamas y que es, precisamente, lo que algunos más temen como se está demostrando en Yemen.

Porque no todo el mundo quiere este acuerdo. En Irán hay quienes no desean renunciar a la intocabilidad que les daría cruzar el umbral nuclear como ha hecho Corea del Norte, pero están muy silenciosos últimamente porque o les han mandado callar o están contentos con la negociación en curso. Israel cree que Irán solo quiere ganar tiempo para producir la bomba, como dijo Netanyahu en Washington alto y claro después de espiar las negociaciones de Ginebra, añadiendo así otra espina a su deteriorada relación con Washington.

Arabia Saudi, líder sunnita teme el regreso de Irán, líder chiíta, al juego político regional. Pero el principal problema está en el polarizado Congreso de los EEUU donde el partido Republicano juega la carta israelí y no le quiere dar un triunfo a Obama, hasta el punto de escribir 47 senadores una carta advirtiendo a Teherán que lo que ahora se firme no sobrevivirá a la presidencia de Obama.

Khamenei la ha respondido despectivamente diciendo que Irán habla con una sola voz y añadiendo que "nadie en Irán está en contra de resolver el tema nuclear por negociaciones". Sin duda no quiere ser culpado de un eventual fracaso. Es posible que la retirada de los asesores iraníes del asedio de Tikrit para no colaborar con los bombardeos americanos sea un guiño a los radicales de ambos bandos.

Puntos que aún se discuten

El futuro es incierto porque, a horas del plazo final, aún se discuten dos puntos muy importantes: la vinculación entre el levantamiento de las sanciones a la firma (los americanos prefieren levantarlas condicional y progresivamente en función de ulteriores verificaciones) y, en segundo lugar, la negativa de última hora de Irán de llevar a Rusia sus reservas de plutonio.

Por si fuera poco, el levantamiento de las sanciones depende del Congreso, que no está por la labor. Obama podría suspender su aplicación de forma parcial y progresiva pero también esa opción la quiere impedir el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado, Bob Corker, al propugnar una ley que no le deje al presidente hacer nada en este tema sin permiso previo del Congreso, que dispondría así de capacidad de veto sobre la prerrogativa presidencial de dirigir la política exterior. Inaudito. A favor de Obama juega que el 79% de los iraníes y un 62% de los americanos desean un acuerdo según una reciente encuesta publicada en Foreign Affairs.

En mi opinión no lograrlo, con todas las cautelas necesarias, sería un desastre. Una ocasión perdida para poner fin a un largo contencioso, para impedir una carrera nuclear en Oriente Medio, para obtener el apoyo iraní con objeto de enfrentar las crisis de Siria e Irak (Estado Islámico), y para mantener la cohesión internacional sobre este asunto. Por otra parte, imponer criterios de política interna en un asunto de tanta trascendencia internacional asestaría un duro golpe al liderazgo americano en el mundo. E Irán, aislado y empobrecido, se deslizaría inevitablemente hacia la radicalización, dejando abierta la puerta a un conflicto armado de consecuencias imprevisibles.

Por eso, confiemos que se logre hoy un acuerdo que permita firmar el definitivo el 30 de junio, sabiendo que su puesta en práctica será todo menos fácil.

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