
La espera ha sido larga, sin duda. Ha habido varias guerras, dos presidentes americanos, tres primeros ministros británicos y seis discos de Madonna. Pero casi todos los grandes índices mundiales ya han superado los máximos que alcanzaron en el cenit del último mercado alcista.
Al cierre del mes pasado, el FTSE-100 británico se abrió camino pasada la marca de 6.930 y rebasó por fin su máximo histórico, que se remonta a diciembre de 1999. Hace una semana, el Nasdaq logró superar los 5.000 por primera vez en 15 años. Otros grandes mercados, como el Dax, ya habían dejado atrás sus viejos máximos, pero con estos dos de vuelta en territorio positivo, ya se podía decir que el mercado bajista se había acabado.
Aun así, y pese a que los parqués estén batiendo máximos históricos y cualquiera lo bastante afortunado como para haber comprado en el FTSE o Nasdaq en la cumbre por fin pueda recuperar su dinero, el mercado bajista psicológico podría seguir con nosotros todavía un tiempo. Y es que una generación entera se ha acostumbrado a la idea de que los rendimientos de las acciones suelen ser una miseria. Hará falta mucho tiempo para que lo olviden y que reine la euforia habitual de todo mercado alcista.
Épocas peores
Hemos visto mejoras desde entonces, pero si observamos los gráficos a largo plazo, 2000-2015 pasará a la historia como un mercado bajista épico. Obviamente, ha habido avalanchas peores de acciones en el pasado. Los desdichados que compraron en el Dow Jones en su punto más álgido de octubre de 1929 tuvieron que esperar hasta noviembre de 1954 para recuperar su dinero y lo más probable es que fueran los herederos quienes asumiesen finalmente las pérdidas en vez del inversor original.
Igualmente, quienes compraron acciones japonesas en pleno apogeo a finales de los ochenta siguen sentados sobre importantes pérdidas (el Nikkei todavía está a la mitad del nivel que tenía en 1989 y podrían faltar un par de décadas para que llegue a esos máximos).
Obviamente, es posible que el mercado bajista no se haya terminado. Una salida caótica de Grecia del euro, una incursión rusa a plena escala en Ucrania o que el reloj de Apple sea invendible... Cualquiera de estos sucesos podría hundir al FTSE de nuevo en 6.000 y al Nasdaq en 4.000, en cuyo caso los recientes máximos no habrán sido más que un bache. Aunque demos por hecho que el FTSE continuará subiendo hasta 8.000 y después a 10.000 en los tres años siguientes, y que el Nasdaq remontará sin dilación al territorio de los seis o siete mil, mientras el Dow se abre camino hacia los 20 o 25.000, lo que sería de esperar en un mercado alcista normal, eso no significa que un largo periodo de pérdidas se olvide así como así. El efecto sobre el modo de pensar en el mercado seguirá presente algún tiempo.
Pensemos en las dos generaciones de inversores posibles: los baby boomers y los millennials. Para ser justos, es improbable que el grupo de inversores de más edad echara todo lo que tuviera a la bolsa en los últimos meses de 1999. Habría que ser estúpido. Seguramente compraron títulos antes y pasado un tiempo, cuando bajaron los precios. De ahí la relativa improbabilidad de que hayan sufrido rendimientos cero en los quince últimos años. Dicho eso, los rendimientos han sido malos y la volatilidad desgarradora. Habrán vivido dos grandes crisis sin casi ganar beneficios. La idea con la que han crecido (que invertir en Bolsa es la mejor forma de acumular riqueza estable) se ha puesto a prueba en condiciones extremas. Ahora es posible que piensen en las acciones como la mejor de una serie no muy atractiva de opciones. Tendrá que pasar mucho tiempo para que vuelvan a tener fe verdadera en el mercado.
Percepción negativa
La postura de la generación X y de la generación Y podría ser aun más negativa. Seguramente empezarían a ahorrar y a invertir después de la crisis del 2000, por lo que habrán visto caer el mercado tantas veces como lo han visto subir. Nunca habrán presenciado una fase de euforia real.
Hay abundante evidencia académica que sugiere que lo que pasa en el mercado cuando tenemos veinte años moldea nuestro modo de ver la inversión para toda la vida. Esta generación habrá visto mercados hundirse y gente perder mucho dinero, y con eso es con lo que se quedarán un tiempo. Sospecharán del concepto de que las acciones son una buena forma de generar riqueza, más aun que sus padres. Y eso tendrá repercusiones. El motor principal de los mercados es psicológico y la psicología sigue siendo negativa.
Después de seis años de subida continua de precios y con casi todos los grandes parqués batiendo récords históricos, sería de esperar que el mercado alcista causase furor. Las librerías y la tienda de Kindle estarían repletas de obras sobre cómo ganar una fortuna en bolsa. Las portadas de las revistas ensalzarían a los nuevos Warren Buffets y contarían cómo han amasado fortunas con alguna que otra teoría prodigiosa de la inversión. Las productoras de televisión se desvivirían por lanzar nuevos programas sobre cotización y selección de acciones.
Pero no está ocurriendo. Las cicatrices psicológicas de la última década y media son aún muy profundas. En algún momento, la euforia de una burbuja tomará forma y ese será quizá el momento en que el dinero inteligente busque la salida pero aun podrían quedar cinco años. El FTSE y Nasdaq tendrán que haber superado los 10.000 y 7.000 respectivamente antes de que eso suceda.