
El título de esta semana intenta captar la atención del lector sobre una cuestión que en absoluto tiene que ver con las palabras de Franco referidas al futuro de su régimen tras su muerte.
Los acontecimientos que se suceden en Grecia reflejados con tan poca ecuanimidad, debido a que los poderes económicos son conscientes de lo que se juega, son de una trascendencia enorme. La cuestión estriba en los dos términos de una opción que no admite síntesis o transacción: DDHH o lógica económica ligada a unos intereses minoritarios.
La ingenuidad de quienes piensan que la victoria electoral basta para cambiar procesos, ha quedado evidenciada. Y ha quedado por la sencilla razón de que tratar de invertir la trayectoria que se ha ido construyendo durante décadas y con la anuencia del pensamiento débil de una izquierda y unos sindicatos abducidos por las gratificantes canonjías del poder económico e ideológico, no es posible sin tocar el fondo de la cuestión: el euro.
Cada día que pasa -y los que dicen estar en contra de la política del IV Reich y su canciller Angela Merkel no se atreven a afrontar la cuestión de fondo- es un plus que invalida los ilusionantes, y a este paso ilusos, proyectos de democratizar la economía y la política al servicio de la inmensa mayoría.
El euro primero y ahora, con sigilo y casi nocturnidad, el ITTP constituyen la esencia de una cosmovisión que va cambiar el mundo. Los Estados nacionales no van a desaparecer en aras de supra-entidades nacionales con gobiernos electos democráticamente sino a manos de las grandes corporaciones que se atribuirán el derecho de imponer sus intereses y visiones.
A este atado y bien atado solamente se le puede oponer un cambio radical en valores, políticas, alianzas y proyectos. La tibieza no sirve. En política el valor cívico, la decisión coherente y la claridad de mensajes sigue siendo válida si se quiere cambiar de verdad.