
'Reindustrializar España'. Bajo este título tan sugerente, este periódico reunió la pasada semana a un ilustre panel de expertos y representantes del Gobierno que llegó a una clara conclusión: España necesita apostar por su industria. El hecho de que dos de los ponentes fuesen nada menos que la vicepresidenta del Gobierno y el ministro de Industria, Energía y Turismo indica que hay motivos para la esperanza: es posible que España se tome en serio de una vez por todas el fortalecimiento de su tejido industrial.
Ésta es sin duda una buena noticia: las economías con un potente tejido industrial resisten mejor las crisis. De ahí que la Agenda para el fortalecimiento del sector industrial en España, un plan para estimular la demanda de bienes, asegurar un suministro energético estable y competitivo y reforzar la unidad de mercado, que lanzó el Ejecutivo en septiembre, sea un paso en el camino adecuado.
Apostar por los sectores clave
La senda de España hacia una economía más sólida y sostenible ha de pasar necesariamente por un cambio de modelo productivo con más industria, al más puro estilo de Alemania o Reino Unido.
Ahora bien, no todas las industrias son iguales y no en todas tiene España las mismas oportunidades reales de destacar. Por eso es el momento de mojarse, de apostar, de elegir sectores clave a los que merezca la pena apoyar para que España salga beneficiada y fortalecida en todos los aspectos.
¿Qué características deben tener esos sectores? En primer lugar, deben generar empleo. Puestos de trabajo que requieran una mano de obra experta, capaces de aprovechar el excelente nivel de ingeniería de España. En segundo lugar, han de ser innovadores y aportar valor añadido. En un entorno hipercompetitivo, es fundamental hacer un esfuerzo en desarrollar productos más vanguardistas e intensivos en tecnología. Y en tercer lugar, ser exportadores, y ofrecer un alto valor añadido frente a la competencia internacional.
Las fortalezas del sector eólico
España cuenta ya con algunos sectores que encajan en esta descripción. Y uno de ellos es el eólico. Crea tres veces más empleo que las tecnologías energéticas convencionales, invierte en I+D unos 200 millones de euros anuales -España ya es el quinto país del mundo en patentes eólicas- y exporta por valor de 2.000 millones al año, más que el vino o el calzado. De hecho, España fue el tercer exportador del mundo de aerogeneradores en 2013 (tras Alemania y Dinamarca).
La industria eólica española cuenta con empresas líderes que aportan valor en toda la cadena de suministro. Hay parques eólicos en 800 municipios y centros de fabricación en 12 de las 17 comunidades autónomas, por lo que el sector tiene un auténtico efecto multiplicador sobre la economía española. El sector eólico ya está siendo el tractor de la independencia energética en países como Alemania, que se ha marcado el objetivo de instalar 2.500 MW eólicos anuales, Reino Unido, que está dando los mismos pasos en eólica offshore que España dio hace ya veinte años en eólica terrestre para liderar el mercado, y Francia. Ninguno de estos países cuenta aún con una industria eólica propia del calibre de la de España, pero no esconden que estarían encantados de atraerla si en nuestro país no se dan las condiciones necesarias para su permanencia.
Pero para retener a nuestra industria, hay que trabajar duro. Después de la reforma energética, los promotores eólicos intentan minimizar los daños, mientras los fabricantes de aerogeneradores y la industria auxiliar que les rodea se enfrentan a una difícil decisión: si seguir fabricando o no en España. Nuestras empresas afrontan una sequía de pedidos sin precedentes para el mercado español por la falta de nuevas inversiones, como demuestra que en el primer semestre sólo se ha instalado en España un aerogenerador de 80 kw.
De ahí la importancia de que el Gobierno no deje caer al sector y su industria. España necesitará eventualmente más eólica y para entonces sería una lástima que hubiese que importar una tecnología en la que hoy el país es líder. España no se merece eso, sino todo lo contrario.
Luis Polo, director general de la Asociación Empresarial Eólica (AEE).