Desde que se iniciaran en 1983 los debates sobre el Estado de la Nación, han ido paulatinamente perdiendo el sentido de confrontación de ideas, proyectos y argumentos documentados. La razón no es otra que la adulteración y manipulación del intercambio de ideas y propuestas y su sustitución por frases de efecto, ocurrencias y artificios de pésima calidad retórica.
De la misma manera que tras aquel debate que dirigía Balbín titulado La Clave, no ha habido otro digno de tal nombre en ningún medio de comunicación no alternativo, así lo que ha tenido lugar estos días no es sino una caricatura de una idea en principio brillante y necesaria.
Dos pobres monólogos
Escribo estas líneas cuando han terminado las intervenciones de Rajoy y Rubalcaba y cuando el hemiciclo queda vacío de señorías que muestran con su ausencia lo que realmente es la función, un circo romano en el que dos gladiadores tratan de ganar los titulares mediáticos y el aplauso de los incondicionales que jalean lo que haga falta y así justifican la soldada.
Los dos monólogo se han ceñido a la pobreza acostumbrada. Rajoy ha hecho de la palabra crecimiento el centro de su buena nueva. Mientras el verbo a conjugar no sea el de repartir beneficios y cargas, el discurso del crecimiento no pasa de ser una licencia poética de mal gusto. Las propuestas de bajar el IRPF para los ingresos más modestos no pertenece al mundo del cinismo sino al de la afrenta y el sarcasmo.
Rubalcaba sube al estrado y pareciera que tanto él como su fuerza política carecieran de historia reciente. Sus ataques carecen de convicción porque lo que imputa al adversario se concibió y se desarrolló durante los Gobiernos del PSOE. El problema de ambos es que pretenden dar idea de ser alternativa entre sí cuando realmente sólo son alternancia. La UE, la Eurozona, la troika, la reforma constitucional del 2011 los une en un proyecto común del que no pueden, no quieren, no saben zafarse.
Julio Anguita, excoordinador general de Izquierda Unida.
Julio Anguita: El doble Estado
