
El dinero en manos de los fondos de inversión a nivel planetario era a finales de 2013 de 22,1 billones de euros y el de los fondos de pensiones 18,1 billones. Suficiente dinero para comprar todas las compañías cotizadas en bolsa del mundo.
La más grande gestora de esos fondos es Black Rock, dirigida por Larry Fink, que en 2009 compró la división de activos de Barclays. En la actualidad mueve casi tres billones de euros al año y en España es uno de los principales accionistas del Santander, Telefónica y BBVA.
Lo curioso es que estos fondos no quieren controlar las empresas ni les gusta ejercer sus derechos políticos poniendo o quitando directivos. Sus votos en las juntas de accionistas suelen seguir el consejo de unas asesorías externas conocidas como proxy advisor, cuyos criterios a la hora de dar consejos no siempre están claros, quizá por eso el ESMA (supervisor bursátil europeo) recomendó que se elaborara un código de conducta aplicable a las proxy.
Los fondos más temibles, dada su vocación especulativa, reciben el nombre de hedge funds que han dado en 2013 una rentabilidad nada despreciable del 9,2%. Se dice que han sido estos hedge quienes han estado detrás de la depreciación de las deudas de los países europeos del sur y también de la crisis de las subprime.
¿Por qué los gestores de estos fondos no quieren saber nada con la gestión de las empresas en las que invierten? La respuesta no es difícil: quieren tener las manos libres para salir pitando cuando les apetezca. Una volatilidad que está detrás de un hecho llamativo: las acciones de las compañías del Dow Jones permanecen en las mismas manos, de media, poco más de seis meses. Y si en esas empresas no mandan los propietarios, ¿quién manda? Pues los ejecutivos con sueldos de infarto y cuya selección y promoción es todo menos transparente. ¿Un capitalismo sin propietarios? Toda una contradicción que el sistema aún no ha sabido resolver.
Joaquín Leguina, estadístico.