Firmas

Estímulos monetarios y crecimiento

Las reformas de la eurozona atraen capitales foráneos que capitalizan las economías del área.

El PIB japonés ha crecido en el primer trimestre del año a una tasa interanual del 3,5 por ciento, cinco meses desde la llegada al Gobierno del primer ministro Abe. La cifra viene después de un cambio en materia monetaria -también fiscal-, con un crecimiento inaudito en el consumo nacional, además de una fuerte revalorización del precio de los activos financieros, básicamente bursátiles -más del 50 por ciento de revalorización en estos cinco últimos meses-.

Los datos de Japón agudizan las críticas a las políticas de la eurozona. Por un lado, se acentúa la idea de una eurozona sin rumbo en materia de política económica de crecimiento. Por otro, se aprovecha para señalar lo erróneo de la disciplina monetaria del BCE. Incluso se utiliza el término "guerra de divisas" para señalar que Japón y Estados Unidos están siguiendo políticas artificiosas para ganar competitividad internacional. En todo caso, lo importante es saber hasta qué punto sirven al objetivo de crecimiento.

El caso japonés es el peor con diferencia. Por la deflación sufrida. En este sentido, mover el país hacia expectativas inflacionistas del 2 por ciento se ha convertido en algo prioritario para Abe y su partido. Se puede interpretar al servicio de la competitividad nominal, pero lo cierto es que una política monetaria con parecidos objetivos inflacionistas a medio plazo es lo que conocemos en la eurozona y también en EEUU.

El problema es que este dinero del BdJ financia la inversión pública y eleva el precio de los activos, pero no se debe perder de vista que la deuda pública puede llegar en el muy corto plazo al 250 por cien del PIB y que los nuevos precios de los activos exigen rendimientos acordes con ellos. Un horizonte de impuestos más altos y rendimientos bajos puede no hacer atractivo el país a la inversión productiva -el crecimiento es negativo desde hace tiempo-. Con todo, todavía les queda una reforma de la imposición sobre el consumo. Por ello habrá que ver cómo acaba la nueva política económica en Japón en términos de crecimiento.

La política monetaria de Estados Unidos acomete con dinero la reducción de la tasa de paro -hasta situarla por debajo del 7 por ciento-, muy en el espíritu de la curva de Phillips y, de paso, un alivio a su elevado endeudamiento externo -no es el caso ni de Japón ni la eurozona-. Se apoya el crecimiento comprando bonos y activos hipotecarios. Pero tres billones de dólares de QE después -desde menos de un billón que tenía su balance antes de las QE-, el crecimiento no termina de consolidarse y la tasa de paro no está en el 6,5 por ciento.

El mejor dato del primer trimestre de 2013 no es suficiente y, aunque haya logrado mantener el crecimiento del consumo, también ha provocado una reducción forzada de tipos de interés. Esto ha facilitado el aumento de la actividad en el mercado de la vivienda -intensivo en trabajo- y un nuevo efecto Pigou -los propietarios/consumidores compran más al incrementarse el valor de su riqueza inmobiliaria-, derivado del aumento de estos precios. Pero puede no ser más que una ilusión monetaria, con despertar en un escenario real menos atractivo, cuando a la FED ya no le quede tiempo ni crédito para deshacerse con facilidad de tantos activos hipotecarios. Si bien la flexibilidad americana puede, por la vía de la productividad, compensar con rendimientos el aumento de los precios de los activos.

Por contra, con su ortodoxia monetaria, la eurozona lleva un año y medio de contracción que le ha llevado a la recesión. Es como si los europeos consideraran que una política monetaria más activa no sirviera para nada que no sea crear nuevos problemas. Lo cierto es que la política monetaria ha sido fuente de incertidumbre en Europa, no tanto por su ortodoxia, como por no haber estado pertrechada del adecuado marco institucional y financiero. No obstante, con el único objetivo de la estabilidad de precios, las reformas europeas sí apuntan hacia la oferta y necesitan tiempo. El prestamista de última instancia, los nuevos fondos financieros de asistencia y rescate, junto con el supervisor bancario único para la zona van en esa dirección.

Paradójicamente estas reformas están dando mayor consistencia al euro y, con ello, una mayor entrada de capitales foráneos en yenes y en dólares, que no hacen sino apreciar la moneda europea y restar posibilidades al comercio exterior. Si bien, ayuda a capitalizar de nuevo las economías europeas más afectadas y a ajustar la nueva oferta productiva, que, finalmente, será la única que nos sacará de la crisis.

Relacionados

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky