
Ahora que el verano ya ha llegado oficialmente, uno de los platos más socorridos, sobre todo a la hora de cenar, es preparar una buena ensalada. Aunque es cierto cada vez es más común utilizar pasta o alguna legumbre para ello, el ingrediente estrella sigue siendo la lechuga. No obstante, su corta vida en la nevera puede llegar a ser frustrante, ya que comienza a ablandarse y marchitarse al cabo de un par de días.
Y realmente existe una explicación: su alto contenido en agua hace que sea más propensa a volverse viscosa, sobre todo si no se almacena correctamente. Por suerte, la experta en alimentación Laura Fuentes ha revelado el truco que marca la diferencia y que apenas lleva un par de minutos.
La rutina que marca la diferencia
"Si dedicas unos 10 minutos a preparar tu lechuga, podrás tenerla fácilmente disponible cuando la necesites", explica la experta. Lavar las hojas de la lechuga y después secarlas con papel absorbente marca la diferencia, ya que así permanecerán frescas durante más tiempo. Para ello, usa una mezcla de agua y vinagre, y deja la lechuga en remojo al menos cinco minutos.
El vinagre blanco, además de aderezar nuestras ensaladas, también tiene propiedades antibacterianas que nos ayuda a deshacernos de la posible suciedad que tenga.

Después, también es bastante importante que seques correctamente la lechuga con la ayuda de papel absorbente, para eliminar la humedad y que no se ponga mala antes de tiempo. Una vez esté seca, guarda las hojas en un recipiente cerrado junto con una hoja de papel de cocina.
Seguir estos sencillos pasos nos ayudará a alargar su vida útil y conseguir que esta se mantenga igual de fresca como el primer día.