Evasión

Adriana Murad Konings: "Hay críticos que no hablan de libros, sino de sus propias obsesiones, y eso revela sus debilidades"

Foto: Ricardo Murad

Henry Miller escribió: "Nada es cierto ni falso, el pensamiento es el que hace que lo sea". Porque la vida está teñida de subjetividades y de relatos que cojean entre realidades de mentira y mentiras que se vuelven verdad. Y porque la mente es una trampa que agiganta cualquier travesura insignificante y la vuelve peligrosa, un caldo de cultivo. Por estos terrenos se desliza la nueva novela de Adriana Murad Konings (1997, Madrid), Los idólatras y todos los que aman (Anagrama, finalista del premio Herralde de Novela en 2023). Una historia que hace de la mentira un tornado de rencores, apegos y deseos ocultos. Un temporal que pasa por casitas con jardín, falsos fantasmas que maúllan y unos cuantos sorbos de codicia a la hora del té.

Tras debutar con Los días leves (Binomio, 2023), novela que resultó finalista tanto del premio Herralde de Novela (2020) como del premio Nadal (2023), Murad regresa con una historia protagonizada por una anciana, Elizabeth Jameson, que piensa que su gato, Douglas, ha resucitado. "A veces, el amor es tan profundo que simplemente no puede quedarse bajo tierra". Pero la realidad es muy distinta. Kurt, el perro de su inquilina Rita —que también es la doctoranda de su hijo, Florian—, lo ha desenterrado en el jardín. Así que la joven, para proteger a su mascota, se esforzará en sostener la mentirijilla piadosa. Un enredo que no solo desencadenará una guerra familiar, sino también el descenso a la locura de dos mujeres de ambiciones fantasiosas. Los idólatras y todos los que aman oscila entre el vodevil y la novela de fantasmas. Es disparatada. Respira Henry James y Muriel Spark.

"La idea surge de una anécdota curiosa que le pasó a una amiga de una amiga. Ella contaba algo así como que una mujer se encontró con su gato desenterrado, y que eso la dejó confundida. Pero también me apetecía escribir una novela sobre el duelo por una mascota, porque perdí un gato, Berlín, y nunca supe qué pasó con él. Quería un arranque trágico, pero también cómico. Dar ligereza al dolor a través del malentendido y del humor", avanza la autora a El Economista. Durante la escritura de la novela adoptó un Border Collie, la misma raza a la que pertenece Kurt. "Después, cuando ya tenía prácticamente acabado el manuscrito, en mi casa apareció un gato blanco y pequeño. Pensé: '¡Bueno, he convocado a todos estos, el círculo se cierra!'", añade, entre risas.

La escritora Adriana Murad Konings, autora de 'Los idólatras y todos los que aman' (Anagrama). Foto: Ricardo Murad

Murad se refiere a esta obra como "la novela de la tesis". Empezó a escribirla en 2020, durante la preparación de su doctorado en Literatura por la Universidad de York. Esto influyó en el resultado, muy anglosajón en su contenido, en su tono y en su forma. Durante la presentación que acogió en Madrid la librería Rafael Alberti, el escritor Juanpe Sánchez López resaltó un detalle curioso: el libro parecía estar traducido del inglés. "No fue intencional que tuviera esa artificiosidad. La empecé a escribir acompañada de mi amiga Andrea Abello, que, cuando leyó las primeras versiones, ya me dijo que estaban llenas de anglicismos. Ella es poeta, y el hecho de que le gustara esa rareza en el lenguaje me tranquilizó. Ahora creo que la novela tiene una identidad lingüística. Durante la escritura leí La señora Potter no es exactamente Santa Claus, de Laura Fernández, y, uf, esa forma tan exagerada de gestionar el tema de la traducción, tan divertida, me generó una revolución interna", dice la autora. Ella ha sido una de las traductoras de la poesía reunida de Hilda Doolittle. En la traducción encuentra "una adaptación", "un idioma paralelo". Reivindica su función. El traductor también es escritor.

De Inglaterra a la ficción: clases sociales y roles de género

Los personajes de la historia son "figuritas", clichés andantes. Elizabeth, por ejemplo, diseña una vida "elegante y artificial". "¿Y qué si quiero serlo?", le espeta en un momento dado a su hijo, que le reprocha que se asemeje a un personaje escrito por su querido novelista Harry Jensen. "Los personajes están enfermos de ficción, viven en una lectura quijotesca. Eso facilita que se crean sus propias mentiras", sostiene Murad, y añade: "Al vivir como extranjera en Inglaterra, me di cuenta de ciertas sutilezas que en esa sociedad pasan desapercibidas. Allí las clases sociales son muy exageradas. El comportarse de una forma que no se pueden permitir... Algunos quieren que la gente piense de ellos de una forma determinada a nivel económico y social. Y sé que esto es aplicable a cualquier tipo de sociedad, pero durante mi doctorado lo vi de una forma muy fina". Esta clase de performatividad se pronuncia en la novela. "Mis personajes interpretan a personajes. Son pura performance. Elizabeth es una señora inglesa de una novela decimonónica y Rita idealiza su vida a partir de una realidad que no tiene nadie", apunta.

En el libro, Murad apunta a los roles de género, algo que se aprecia en Elizabeth y Rita, dos mujeres infantilizadas en contra de su voluntad. Porque ni la anciana ha perdido la cabeza ni la joven es tonta. Florian, en cambio, se aferra a su tono paternalista, ya sea en su casa, en la de su madre o en el despacho universitario donde huye de sus otras responsabilidades. "Elizabeth no solo performa a una persona de una clase social alta sino que también performa a una mujer de una determinada edad. Ella ha dedicado buena parte de su vida a su papel de esposa, a tener un comportamiento correcto, femenino… El personaje protagonista masculino no tiene las neurosis Elizabeth y Rita… Vive más despreocupado. Representa la academia, el canon, lo establecido. Él solo tiene pánico de que se rompa su status quo".

Cubierta de la novela 'Los idólatras y todos los que aman', de Anagrama.

Escribir, no competir: Flannery O'connor, Jennifer Croft y críticas 'extraliterarias'

La lectura ha sido el principal estímulo de la autora en la escritura de la novela. "Me gusta que una historia me divierta. Eso me anima a escribir, es un impulso", dice Murad, que incluye en la historia un pequeño guiño a la escritora que la "obsesiona", la estadounidense Flannery O'Connor. En el momento que se produce la entrevista, está leyendo, entre otros títulos, La extinción de Irena Rey, de Jennifer Croft. "Es cierto que la novedad me genera cierta ansiedad, pero intento leer de todo. Lo que pasa es que sale algo y a la semana siguiente eso ya no importa. Todo es muy acelerado. Hace poco escuché a alguien decir que para saber si realmente te interesa una lectura debes dejar pasar unos meses y comprobar si pasado el tiempo te apetece leerla o no". Desde 2019, Murad coordina clubes de lectura en bibliotecas públicas. También imparte talleres de escritura creativa.

Recientemente se la ha comparado con otras autoras —una cosa muy habitual en algunos sectores de la crítica literaria, especialmente cuando se habla de escritoras y no de autores masculinos—. Sin embargo, Murad no se siente en una competición. Más bien celebra la escritura desempeñada por mujeres. "Existen críticas extraliterarias. Es decir, hay críticos que en lugar de escribir sobre los libros a los que se refieren, solo hablan de sus propias obsesiones, de sus temas fetiche. Creo que no prestan atención a los libros que están leyendo, en realidad. Y eso revela sus propias debilidades. No les preocupan los nombres de las autoras, sus edades, sus orígenes, de quién son amigas y de quién no... Comentan todas las cuestiones del universo, pero no comentan el libro".

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