
Enciende la cámara, sonríe, pregunta qué tal. Sus ojos claros se oscurecen bajo una gorra que reza Clorazepam. Nos avisa: "Estoy lista". Paulina Flores se acomoda en base a un ritual conocido. Cascos encendidos y un cigarro que se prende lento, como un cuerpo en llamas, el de Juana de Arco. Javiera, la protagonista de La próxima vez que te vea, te mato (Anagrama), la nueva novela de la autora chilena, quiere ser así: rotunda y libre. Pero bastante tiene con sobrevivir a una Barcelona edulcorada. Y al amor. Y a todos esos deseos que no se cumplen pero se disfrutan mientras se sueñan. Como bailar sudorosas y tristes sobre la pista de un suelo que se agrieta. Eso sí, al ritmo de Bad Bunny.
No es casualidad que la segunda novela de Flores se sienta como el último álbum del artista puertorriqueño, Debí tirar más fotos. "El disco gira en torno al quiebre amoroso, pero también habla de un país que está siendo explotado, gentrificado", avanza. El músico aparece mencionado en las páginas, igual que Violeta Parra o Víctor Jara. "En el libro, cuando se habla de amor, también se está hablando de capitalismo, de arte y de qué fue de todas esas promesas que nosotros mismos, como generación, nos hicimos. Decidimos que íbamos a cambiar el mundo, lo intentamos y nos dimos cuenta de que eso era mucho más de lo que podíamos hacer. Entonces pensamos: 'si no podemos cambiarlo, al menos modifiquemos la forma que tenemos de relacionarnos con lo micro. En las relaciones de pareja, en las amistades… y encontrar ahí otra forma de lucha'. Pero, claro, luego te das cuenta de que esa no es la postal hippie que te podías imaginar, porque somos personas que hemos sido educadas de cierta forma, y el amor es una de las construcciones más complejas del ser humano".

Javiera no solo navega por estos procesos mentales: los traspasa. A sus 31 años se apunta a un máster literario en Barcelona, lejos del complejo de clase baja de su madre, y se instala en un piso prácticamente inhabitable en el barrio del Raval. Allí comparte habitación con Manuel, un joven con el que probará suerte en el poliamor. Empieza así un viaje de exploración que poco a poco se vuelve más complejo y en el que tiene cabida, incluso, el asesinato.
"Esta historia tiene que ver con mis propias dudas personales, porque para mí escribir es una forma de profesionalizar mis obsesiones. Cuando llegué a vivir a Barcelona en 2021, las relaciones abiertas y el poliamor se respiraban en el aire. Me interesaba hablar de amor porque venía con el corazón políticamente roto por la situación que se había vivido en Chile. 'Si la política falló, pues hablemos de esto otro, porque el amor también es un tema muy político'. Y fíjate que fue leyendo un ensayo sobre crímenes de Patricia Highsmith cuando se me ocurrió meter el asesinato. Casi todos los crímenes que ocurren son sentimentales, y casi todos vienen por los celos. Me parecía divertido pensar en una novela negra en el contexto de las relaciones abiertas, donde se supone que los celos no encajan. Pensé: ¿qué sucede ahí?, ¿cómo se masca esto en la era del fin del amor?".
Poliamor: ensayo y error contra el capitalismo
La protagonista percibe el amor libre como "un mecanismo capaz de desmantelar el capitalismo, el patriarcado, el racismo y el odio fundacional de Occidente". Sin embargo, con el tiempo comprueba que no es oro todo lo que reluce. Vivir el amor desde un nuevo lugar conlleva un trabajo arduo mientras el mundo gira y gira y el sistema absorbe cualquier pizca de paz. "Lo que ocurre con el capitalismo es que transforma cada cosa en una forma de consumo, y es muy difícil luchar contra eso, ni siquiera desde lo romántico. Pero Javiera quiere vivir el amor en términos benjaminianos. Quiere que sea como un arte, que tenga aura", dice la autora. "Eso puede sonar muy pretencioso, pero es lindo que ella, teniendo una vida tan pequeñita y descartable, diga: 'no, no, esta es mi lucha'". Y así, Javiera, "con desvergüenza de influencer" y "como quien recuerda las tablas de multiplicar", disecciona los vínculos, la gestión de los celos y la colectivización de los afectos. Qué feo es, como dice ella, que el lenguaje del amor y del dinero se parezcan tanto.

Este ejercicio pasa por comprender que en la época de las red flags y la intelectualización constante de cada experiencia es inútil exigir la perfección. Todo ser humano es contradictorio. "Estamos en un punto en el que el capitalismo lo va tomando todo y hace muy difícil plantear un porvenir. Todo entronca una conversación de disputa. Todo es una bandera verde o una bandera roja. Siempre está el que gana o el que pierde. ¿Cómo dejar de enjuiciar las prácticas, las palabras que usamos, y empezar a entendernos como personas que necesitamos una educación sentimental que esté a la par de, qué sé yo, el estudio de la célula?", sostiene Flores, que en su libro aborda con humor muchas de las prácticas y conceptos que definen hoy las maneras de vincularnos.
"Todo ha sido ensayo y error. Hemos tenido muy pocas conversaciones con nuestros padres. Recién ahora yo estoy hablando con mi mamá de mis propios fracasos amorosos, pero ella no comparte sus fracasos conmigo. Son conversaciones que llegan muy tarde pero que deben tenerse. Hay que narrar, hablar de amor. Hace poco leí El final de la historia, de Lydia Davis, y ella lo muestra casi como un laboratorio químico. Te va explicando qué aparta y qué mezquindades deja en la historia, y así te das cuenta de que, cuando uno mira hacia atrás, lo que queda es un relato construido. Es un derecho humano que podamos construir relatos, nuestra historia de amor, y entenderla a través de unos hechos que han ido creciendo y cambiando. Cuando tenga 50, entenderé de otra manera la historia que hoy le cuento a un amigo, pero tengo derecho a alimentar esa experiencia". Vivir, equivocarse, contar. Nutrir el "capital intelectual" a base de conversaciones en un bar. Así se suple la falta. A esta filosofía se aferra Javiera, lejos de la raíz, de su madre, del "subdesarrollo latinoamericano".
La Barcelona del autoboicot: cómo vivir una colonización al revés
En 1985, The Smiths lanzaron I want the one I can't have, una canción que motivó a la Javiera de 20 años a salir en busca de "un amor de clase" canturreando lemas como "una cama doble y un amante incondicional, esas son las riquezas de los pobres". Quizás por ello se conforma con reivindicar la libertad mientras sobrevive en una Barcelona supuestamente moderna e irremediablemente hostil. Es "el pedacito más al sur del hemisferio del Bienestar", sí. Y en ese cachito Javiera esconde el acento. Todo sea para no parecer una turista. Ella es una 'expat' instalada en el paraíso.

Romantizar el día a día es una tendencia de nuestro tiempo, pero, al fin y al cabo, ¿no es sinónimo de vivir en el engaño? "Sí, claro que sí. Ella romantiza mucho su aventura. Vive una colonización al revés por su fantasía del Estado del Bienestar. Forma parte de esa clase aspiracional tan tierna: le gustan las cosas lindas, pero está llena de contradicciones, porque no puede tener acceso a ellas. Y al mismo tiempo Javiera quiere hacerse dura, tener un escudo. Quiere ser una espada. Y esa es la forma que ella encuentra para volverse fuera y no dejar que ningún virus entre. Por eso se habla tanto de la fragilidad, la vulnerabilidad y el autoboicot. Ella es una mujer con sus contradicciones. Quiere estar delgada, tener esto y lo otro. Le gustaría ir a Ikea, pero no puede porque los martes tiene que irse a otro barrio a coger muebles".
Contra la distancia, la literatura
A pesar de todo, Javiera guarda en sus reservas una fuerza que la impulsa: la escritura. Es la misma que mueve a Paulina Flores, que encuentra en esta labor "un consuelo total", una forma de trazar, siempre, una salida. Es una esperanza oculta que nace en ella y se expande hacia afuera, como una bendición, como un rescate en las aguas de un mar revuelto. En La próxima vez que te vea, te mato, la protagonista lee un ensayo de Laia Argüelles y comprende que en la correspondencia epistolar la distancia se manifiesta en el intento de romperla. Sentencia la escritora: "Si tú estás solo, sin dinero, lejos de casa… siempre puedes escribir una carta. Y esa carta al otro, un libro, para mí es el máximo consuelo. Respuestas no tengo más allá de eso. Pero, por muy feo que esté todo, me niego a aceptar que no haya salidas".

Paulina Flores
Nacida en Santiago, Chile, en 1988, Paulina Flores es licenciada en Literatura Hispánica por la Universidad de Chile y tiene un máster en Escritura Creativa por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Su primer libro es un conjunto de relatos publicados bajo el título Qué vergüenza (Seix Barral, 2016). Es autora también de la novela Isla Decepción (Seix Barral, 2021), con la que obtuvo el premio LINC al mejor libro del año en la categoría de ficción. Ha sido profesora y conductora del podcast Confieso que he leído. Realiza charlas y talleres sobre procesos creativos de escritura y es columnista en El País. En 2021 fue seleccionada por Granta como una de las veinticinco mejores narradoras en español menores de 35 años.
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