
Veintitrés años después del estreno de la entrañable Lilo & Stitch, Disney vuelve a apostar por la fórmula del "live action" con una nueva versión del clásico animado que marcó a toda una generación.
Vemos que el espíritu de ohana sigue siendo poderoso y universal por mucho que se cuestiones una ejecución no emociona como la original. A pesar de sus tropiezos, esta versión de Lilo & Stitch tiene momentos conmovedores y mantiene vivo el mensaje fundamental: la importancia de la familia elegida, de la empatía y del perdón. Sin embargo, no alcanza a igualar la magia del filme de 2002, cuya mezcla de originalidad, ternura y trasfondo emocional sigue siendo difícil de replicar.
Bajo la dirección de Dean Fleischer-Camp (Marcel, la concha con zapatos), esta reinterpretación conserva el corazón de la historia original, pero llega rodeada de decisiones controvertidas, cambios de rumbo y un desafío claro: estar a la altura de una película que, más allá de su aparente sencillez, logró conquistar por su ternura, originalidad y mensaje.
La premisa sigue siendo esencialmente la misma. Lilo, una niña hawaiana con una vida solitaria y algo caótica, adopta a un ser extraño que cree que es un perro, sin saber que se trata de Stitch, un experimento genético alienígena diseñado para el caos y la destrucción. En esta relación improbable nace un vínculo poderoso que gira en torno al concepto de "ohana", ese término hawaiano que significa familia, y que aquí se traduce en la necesidad de pertenecer, de amar y de ser amado incluso en los contextos más difíciles.

Maia Kealoha, en su debut como Lilo, aporta frescura y autenticidad al papel, mientras que Chris Sanders retoma con acierto la voz de Stitch, manteniendo ese peculiar equilibrio entre la ternura y el descontrol. Sydney Agudong, como Nani, intenta sostener con solidez el papel de hermana mayor convertida en figura materna, aunque no logra igualar la profundidad emocional de su versión animada. Zach Galifianakis como el excéntrico doctor Jumba añade una dosis de humor, aunque algo más caricaturesco de lo necesario.
La película no está exenta de polémica. Las decisiones de casting generaron acusaciones de "colorismo" y de falta de fidelidad cultural, una crítica ya habitual en las adaptaciones de Disney. El tono de piel más claro de algunos actores en comparación con los personajes originales ha sido interpretado por parte del público como una pérdida de identidad y representación. A ello se suma la elección de Vance como Cobra Bubbles, un personaje icónico cuyo diseño y voz original estaban estrechamente ligados a la figura de Ving Rhames.
En lo técnico, el filme logra crear un Stitch convincente desde lo visual, aunque su interacción con el mundo real no siempre resulta fluida. La dirección artística intenta preservar el espíritu hawaiano, pero en ocasiones se siente más escenográfico que orgánico. El ritmo narrativo, por momentos, peca de ser algo plano, especialmente en comparación con la agilidad emocional y humorística del original.
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