
La última entrega de la saga protagonizada por Tom Cruise acaba de proyectarse en Cannes. El comentario es que a pocos meses de cumplir 63 años (en julio), el novio de Ana de Armas está en un estado de forma envidiable y que el blockbuster no decepciona, resulta entretenido y no miras el reloj a pesar de que dura casi tres horas.
Tom Cruise ha vuelto a hacer lo que mejor sabe: entregarse al cine de acción con una intensidad que desmiente su edad. A punto de cumplir 63 años este julio, el actor ha presentado en el Festival de Cannes la octava entrega de la saga Misión Imposible, y el veredicto general ha sido claro: Cruise sigue estando en plena forma y el espectáculo no decepciona.
La película, titulada Misión Imposible: Sentencia Final, ha sido proyectada fuera de competición, pero eso no ha impedido que acapare titulares. Con casi tres horas de duración, la cinta mantiene un ritmo trepidante que evita el más mínimo asomo de aburrimiento. La audiencia permanece pegada al asiento, no tanto por las vueltas de tuerca del guion, sino por la sucesión ininterrumpida de escenas de acción, persecuciones y efectos visuales que consolidan el sello inconfundible de la franquicia.
El principio del fin (¿o no?) para Ethan Hunt
En esta nueva entrega, el agente Ethan Hunt se enfrenta a un nuevo enemigo: una inteligencia artificial todopoderosa conocida como 'La Entidad', que se ha convertido en el objetivo codiciado de todas las grandes potencias del mundo. El argumento, aunque no particularmente innovador, actúa como un buen catalizador para desencadenar la habitual montaña rusa de aventuras al límite de la física y la lógica.
Desde el inicio, el film juega con un tono más introspectivo que de costumbre. Hunt, esta vez, no es solo el héroe indestructible que salta entre aviones o se cuelga de acantilados; es también un hombre marcado por las pérdidas, reflexionando sobre las consecuencias de sus decisiones. En un montaje inicial cargado de nostalgia, se recuerdan los rostros de los que ya no están tras siete entregas de misiones suicidas. "Nuestras vidas son el resultado de muchas decisiones", le dice su amigo Luthor, frase que bien podría resumir el espíritu de esta (posiblemente) última misión.
Lo que distingue a Sentencia Final es su inquebrantable fidelidad al ADN de la saga: no dejar de moverse nunca. El director Christopher McQuarrie, que ha acompañado a Cruise en las últimas tres películas, vuelve a construir una coreografía milimétrica de tensión constante. Las secuencias de acción se suceden con tal precisión que apenas hay espacio para la pausa o el diálogo que no sea puramente funcional.
La película sabe lo que su público quiere: set pieces espectaculares, localizaciones exóticas, gadgets imposibles y esa música inolvidable de Lalo Schifrin que sigue levantando pulsaciones. En este sentido, Sentencia Final cumple su promesa: es entretenimiento en estado puro. La escena clave en un submarino hundido —que recuerda a lo mejor del cine de ciencia ficción— es un claro ejemplo de cómo la producción no ha escatimado ni en presupuesto ni en ambición visual.
Un reparto funcional a la medida de Cruise
Junto a Cruise, reaparecen varios rostros conocidos. Simon Pegg y Ving Rhames continúan aportando sus pinceladas de humor y lealtad. A ellos se suma Hayley Atwell como Grace, una ladrona con habilidades especiales que se convierte en el nuevo interés romántico del protagonista. Aunque su personaje no escapa de ciertos clichés —y algunas escenas cruzan la línea del melodrama televisivo—, Atwell aporta frescura y química al conjunto.
Otros personajes secundarios, como los interpretados por Pom Klementieff y Greg Tarzan Davis, aportan ritmo y alivian el peso dramático, aunque claramente están allí para sostener el espectáculo más que para desarrollar tramas propias. Y eso está bien: Misión Imposible nunca ha pretendido ser un estudio profundo de personajes. A pesar de su energía inagotable, los años no pasan en vano. Cruise está en excelente forma física, sí, pero la cámara parece ser cada vez más consciente de sus limitaciones. Se recurre con frecuencia a planos lejanos, encuadres de perfil o juegos de luz que disimulan los signos del paso del tiempo. Es lógico: él sigue siendo la pieza central de la franquicia, y su figura debe seguir irradiando heroísmo.
Dicho esto, sería comprensible —e incluso poético— que esta entrega marque el adiós definitivo de Ethan Hunt. Treinta años después de la primera Misión Imposible, la saga ha alcanzado una especie de clímax emocional y narrativo que la convierte en una despedida digna. Si Cruise decide bajarse del tren aquí, lo haría en la cima, como solo los grandes saben hacerlo.
Sentencia Final no se avergüenza de sus excesos. Es una película que se sabe parte de una maquinaria comercial, que entiende las reglas del blockbuster moderno y las sigue al pie de la letra. Flashbacks, frases memorables, guiños a los fans veteranos, y una estética a veces kitsch que roza lo ridículo, pero que lo hace con una sonrisa. Hay escenas que remiten a películas anteriores, personajes que regresan brevemente y escenarios icónicos que se revisitan. Nada de esto es casual; es una invitación a la nostalgia, una celebración de lo que Misión Imposible ha sido para varias generaciones de espectadores. Incluso se permite ciertos guiños inclusivos —como el personaje de Katy O'Brien, musculosa y apasionada por los motores— que reflejan los tiempos actuales sin forzar el discurso. Todo suma en esta montaña rusa audiovisual diseñada para divertir, sorprender y dejar sin aliento.
Tom Cruise no defrauda en Cannes con su última Misión Imposible a pesar de sus 62 años y las tres horas de película. Así podría resumirse la sensación general tras la proyección. La cinta es un espectáculo honesto, ruidoso y emocionante que no busca reinventar el cine, pero sí exprimir al máximo el concepto del entretenimiento cinematográfico de gran escala. Puede que el guion no pase a la historia, y que algunos momentos resulten algo previsibles. Pero también es cierto que, dentro de sus propios términos, la película funciona como un reloj suizo: eficaz, vertiginosa y profundamente consciente de lo que el público espera. Si esta es la última misión de Ethan Hunt, podemos decir que si no es una retirada gloriosa, es entretenida y rentable porque va a arrasar en taquilla en todo el planeta.
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