
Para muchos, el queso es un alimento imprescindible en la cocina. Como complemento en cualquier receta, como protagonista de un postre o como tentempié. No obstante, ya sea en el frigorífico o en la despensa, son muchos los que lo almacenan de forma incorrecta y hace que dure menos tiempo del esperado. Algunos notan como se forma una capa dura y otros descubren que el moho se ha apoderado de su queso y el problema es el mismo: el queso es un alimento muy delicado y no saben cómo conservarlo de manera correcta.
El error más común que cometemos
Para comprender correctamente lo que le ocurre al queso, primero es necesario escuchar las palabras de la experta Erika Kubrick: "el queso está vivo y respira, lo que significa que necesita oxígeno y humedad para mantenerse fresco y sabroso. Decidir seguir almacenando el queso en el envoltorio de plástico en el que viene del supermercado es un error, ya que impide la circulación de aire.
Por lo general, cuando hay plástico de por medio se crea un ambiente húmedo que puede provocar que su textura se vuelva mucho más viscosa y llegue a generarse moho, algo que ninguno queremos. Ahora bien, no solo basta con deshacerse de este envoltorio, ya que así estará demasiado expuesto al aire del frigorífico y el queso podría secarse más rápido y formar una capa dura sin sabor.

La manera correcta de almacenar el queso
Para Erika Kubrick la solución está clara, si se quiere conservar durante más tiempo el queso lo ideal es envolverlo en papel de hornear o en alguno especial para quesos. De esta forma, el queso puede seguir respirando y no está expuesto directamente al frío de la nevera, por lo que su vida se alargará considerablemente. Además, también es más que recomendable ubicar el queso en la zona destinada para los lácteos, ya que aquí no se producen cambios de temperatura tan bruscos.
Además, otra técnica que sugiere Kubrick es guardar el queso en una bolsa hermética con cierre zip, sin apretar mucho, y con un poco de aire en su interior, para que mantenga su humedad y quede el oxígeno suficiente para que siga respirando.
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