Evasión

Los errores del documental de Aitana en Netflix, una operación arriesgada para borrar su imagen de cantante marioneta

Imagen del documental de Aitana, 'Metamorfosis' (Netflix).

Lo mejor que le ha podido pasar al documental de Aitana es que haya coincidido con el despido de su representante, Nuria Andreu, porque todas las miradas están puestas en ella (merece un Deluxe, ahora un De Viernes) y en la fría relación que tienen cuando están juntas. Hay más de uno analizando las miradas que se echan y la poca química que existe, o eso al menos es lo que se desprende de las imágenes. Pocas veces están de acuerdo y la pena, para el espectador, es que las cámaras del documental no hayan captado ninguna gran bronca. O que se haya quedado fuera del montaje -todo ha estado supervisado por la cantante- si es que se han enzarzado en alguna.

Las teorías son muchas. Unos dicen que Nuria aguanta demasiado. Los fans de Aitana, por el contrario, creen que la cantante tiene criterio suficiente y que las decisiones que toma son más coherentes que las de su agente o su padre. Él es otro de los grandes protagonistas del documental y uno de los que más críticas están recibiendo. Le reprochan que le pida que genere más 'hits', aunque hay que recordar que ella es la primera que se muestra empeñada en componer un nuevo éxito.

Aitana se queja en el documental (Metamorfosis, Netflix) de que la imagen que el público tiene de ella es de una marioneta o producto de la industria. Si el propósito de este proyecto audiovisual es modificar en algo esa imagen, habrá quien piense que sí lo ha conseguido, porque durante los seis capítulos se empeña en resaltar dos cosas: que compone sus propias canciones y que ella es la que dirige su propio destino. Y si tiene que llevar la contraria a sus jefes, ya sea Narcís Rebollo o su manager, lo hace. Otra cosa es que eso sea real y no guionizado, pero eso nunca lo sabremos.

Aitana se impone en más de una ocasión. Dice a su jefe de la discográfica que no quiere ir a México porque prefiere tener un tiempo para componer. También se cabrea (y con razón) cuando quieren hacerla creer que habían acordado 20 bailarines para el show del Bernabéu, pero ella recuerda que siempre pidió 30. Se revuelve, pide que le quiten el micrófono y los que salen peor parados son los miembros del equipo, principalmente Nuria, la mánager que acaba de despedir. Su papel en el documental, por cierto, queda bastante desdibujado con un doble juego de 'poli bueno-poli malo' que no lleva a ninguna parte.

Metamorfosis, dirigido por Chloé Wallace y producido por Komodo (Georgina, Pombo), gira en torno a los dos conciertos del Bernabéu que Aitana tenía previsto dar a finales de 2024, pero todo saltó por los aires cuando los tuvo que posponer por los ruidos en el estadio del Real Madrid. Parece que el documental también se vio afectado por este inconveniente, porque el resultado son seis capítulos que en ocasiones están desestructurados, desordenados y hasta confusos, desde el punto de vista de la narrativa, con historias cruzadas, superpuestas, mal contadas y, sobre todo, mal resueltas.

Imagen del documental de Aitana, 'Metamorfosis' (Netflix).
Imagen del documental de Aitana, 'Metamorfosis' (Netflix).

Para empezar, Metamorfosis no explota bien el drama de la cancelación del Bernabéu, que debería haber sido un punto de inflexión mejor aprovechado, sobre todo teniendo en cuenta que se plantea como una primera gran meta en la carrera de Aitana. Hablan mucho, pero concretan poco y no enseñan casi nada de un proyecto en el que Aitana estaba poniendo tanto empeño y compromiso. Lo mismo pasa con el huracán que pilló a Aitana en Miami, una trama entretenidísima pero mal ejecutada a nivel televisivo. O el viaje frustrado a Yakarta que la cantante estaba empeñada en realizar por una 'revolución solar'. De nuevo nos encontramos ante una historia narrativamente atractiva pero mal solventada.

Poco humor y una Aitana demasiado intensa

Lo mejor del documental de Aitana es el acceso a su zona más íntima, la familia, la casa de sus padres, cómo se dirige a ellos, o la paella que comparte con tíos y primos. También su reencuentro con sus amigas de siempre, que es cuando sale su lado más auténtico y menos impostado. Incluso con Yatra, aunque esa historia de amor y desamor vuelve a estar contada de una forma un tanto confusa confusa.

Lo peor, cuando se esfuerza en tomarse demasiado en serio y cuando se pone intensa y muy densa. Sobre todo cuando habla a cámara -los totales son repetitivos y dejan mucho que desear- y se pone circunspecta. Respira y traga saliva para recordar lo difícil que es ser la estrella española con más tirón (musical y mediático) del momento. Porque lo es. Y se echa de menos el humor. Cuando por fin supura su sentido del humor, vemos a la mejor Aitana y el espectador se reconcilia con ella, porque es ahí cuando la autenticidad atraviesa la cámara, que es para lo que sirven este tipo de reportajes. También debería haber recurrido de vez en cuando a la frivolidad, al menos para despistarnos y que no pensemos que este documental tiene un objetivo tan teledirigido.

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