Este es el pueblo con el segundo nombre más largo de España y con el más extenso de Castilla y León

Lugares rodeados de encanto con rincones ocultos marcados por un rico pasado. Así son muchos de los pueblos que se pueden encontrar en España perfectos para una escapada en la que disfrutar de la tranquilidad de la zona y probar su rica gastronomía. Entre las peculiaridades más sonadas están aquellos pueblos que tienen un nombre peculiar, ya sea por ser muy raros o por ser muy extensos. Es el caso de Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja (con 37 letras), la capital de la comarca de Las Merindades en la provincia de Burgos.

Hay muchos motivos por los que se puede escoger un topónimo para una determinada localidad, ya sea por su orígen (celta, íbero, romano...) o porque fuera el escenario de una batalla histórica. Sea el que sea, este determina la identidad de sus habitantes y actúa como nexo de unión entre generaciones.

Es por ello que estos nombres llaman tanto la atención y puede que el de la provincia de Burgos no sea el más largo de España, como es el caso de Gargantilla del Lozoya y Pinilla de Buitrago en la Comunidad de Madrid, pero este llama mucho la atención a todos los que lo visitan.

Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja, ubicado a unos 80 kilómetros de la ciudad de Burgos y a poco más de dos horas de Madrid, destaca por su riqueza histórica, su entorno natural y su papel como centro administrativo y cultural de la comarca.

Sus orígenes se remontan a la Edad Media, cuando formaba parte de la Merindad de Castilla la Vieja, una de las divisiones administrativas más antiguas del Reino de Castilla. El pueblo conserva edificios de interés como la Iglesia de Santa Marina, de estilo gótico-renacentista, y el Palacio de los Fernández de Velasco, que refleja la importancia nobiliaria de la zona.

La provincia de Burgos es una zona en la que predominan los productos artesanales y en Villarcayo no iba a ser de otra manera. El producto estrella es con razón su chorizo, pero también destaca por otros como las patatas fritas, los quesos frescos, la miel y dulces que van desde pasteles hasta bizcochos tradicionales