
A medida que la crisis se ha ido agudizando, la pandemia nos ha obligado a adoptar más y más soluciones digitales, sobre todo en los entornos corporativos, que siempre han confiado en el contacto individual para las ventas y el desarrollo de las marcas. Sin la posibilidad de eventos presenciales, los viajes minimizados sólo para las salidas esenciales, las compañías han tenido que impulsar por fin su transformación digital a riesgo de enfrentarse a su desaparición.
El cambio depende de personas
La transformación digital comprende diferentes procesos y actividades: desde la adopción de nuevas tecnologías hasta la estrategia, desde la cultura hasta la (re)organización, desde los modelos empresariales hasta los enfoques de marketing y ventas; todo debe transformarse.
Las empresas tienen que cambiar la manera en la que hacen negocios y en la que se relacionan con candidatos o trabajadores. Cómo compran, venden, se asocian y colaboran, cómo llegan a sus audiencias o empleados con un mensaje coherente y robusto y cómo mantienen una cultura en un contexto completamente diferente.
Estos cambios no pueden suceder de la noche a la mañana. Para adoptarlos, necesitamos examinar nuestros procesos internos, así como identificar nuevas oportunidades y comprender qué opciones tecnológicas tienen más sentido para nosotros en el momento en que vivimos y de cara al futuro.
En la gestión de personas, hemos tendido a equiparar transformación digital con el hecho de tener un ERP implantado desde el que podíamos canalizar la mayoría de los procesos de gestión dura con nuestros colaboradores. No es tan sencillo.
La transaccionalidad es el menor de nuestros problemas. En el contexto de crisis actual, necesitamos poder virtualizar procesos de movilidad interna, reskilling de personas, transversalidad de perfiles y proyectos... Y para ese tipo de proyectos, necesitamos una calidad de información y una granularidad que escapa a la filosofía con la que fueron concebidos los actuales ERP.
Necesitamos una gestión flexible, centrada en nuestros colaboradores y con la suficiente potencia como para que las personas que tienen que tomar decisiones, puedan hacerlo apoyándose en datos objetivos. ¿Con qué más? Se nos ocurren tres ingredientes igualmente necesarios:
-Preparémonos para un mundo que demanda cosas que aún no podemos prever. Creemos un sistema resiliente que nos ayude a gestionar talento de manera flexible, remota y digital y, sobre todo, apoyado en datos y en la objetividad que nos ofrecen.
-Pongamos la experiencia de nuestros colaboradores en el centro de la estrategia. Para que la experiencia sea rompedora, primero tiene que ser sencilla. Y después, mantenerlo informado, gestionar sus incertidumbres y ponérselo fácil.
La transformación digital implica explorar nuevos enfoques y procesos de diversidad
-La innovación ha dejado de ser opcional. La transformación digital, por supuesto, implica innovación: explorar nuevos enfoques, ya sean modelos de salida evaluación, nuevas experiencias digitales o procesos de diversidad. Debemos estar preparados para probar nuevos enfoques e ir iterando sobre la marcha con los resultados que vayamos obteniendo.
Las plataformas basadas en la experiencia digital dan flexibilidad y agilidad a los negocios
Auge de las plataformas flexibles
Las nuevas plataformas basadas en la experiencia digital pueden proporcionarles a negocios de todos los tamaños la flexibilidad y la agilidad necesarias para gestionar su estrategia digital. Hoy en día, más que hablar de monolitos de software que necesitan cubrir el cien por cien de las necesidades de una compañía, necesitamos plataformas más ágiles, que integren diferentes tecnologías. El objetivo final es proporcionar a una amplia gama de audiencias un acceso consistente, seguro y personalizado a la información y las aplicaciones a través de diferentes puntos de contacto digitales.
A la hora de gestionar y evaluar talento en remoto, pocas empresas se han atrevido a realizar alguna aproximación. Existen grandes compañías ofrecen plataformas completas con una enorme gama de funcionalidades incorporadas, mientras que otros optan por un enfoque modular con una única interfaz, funcionalidad y arquitectura.
Y luego algunas empresas no están conformes con las opciones que les ofrece el mercado, se lían la manta a la cabeza y empiezan a construir su propia solución desde cero. La realidad es que dar respuesta a todas las demandas que alrededor de la gestión remota del talento tienen las diferentes compañías es imposible. Por eso, sólo una plataforma flexible y modular puede ser una respuesta a largo plazo.
La alternativa es anterior a la crisis. Grandes soluciones de empresas grandes que prometen "todo en uno" y que combinan procesos presenciales con otros virtuales. Son proveedores capaces, pero su capacidad no es factor decisivo. Su coste es prohibitivo, pero esa tampoco es su principal desventaja. Los monolitos son demasiado rígidos como para ofrecer innovación. Y en un mundo que cambia día a día, este es un lujo que no nos podemos permitir.