
Como consecuencia de la crisis sanitaria provocada por lo que conocemos coloquialmente como COVID-19, desde el pasado 14 de marzo y tras la promulgación del ya famoso Real Decreto 463/2020, se declaró el estado de alarma.
En este RD, entre muchas otras cosas que a lo largo de estos meses se han ido modificando y adaptando, se estableció en todo el territorio español la limitación de la libertad de circulación de las personas, con la salvedad del "desplazamiento al lugar de trabajo para efectuar su prestación laboral, profesional o empresarial", pero pocos días después, el 17 de marzo, se publicó el Real Decreto Ley 18/2020, primero de una saga de RDL hasta el más reciente (RDL 18/2020) en los que se ha venido reiterando de manera "machacona" el fomento de los medios no presenciales de trabajo, siempre que sea posible.
Desde este momento y en cuestión de una semana España se encontró sumida en el "Teletrabajo de Campaña", pasando de aplicarse en un 4% a un 88% de las empresas como medida de supervivencia y mantenimiento del empleo.
Hasta aquí todo perfecto, pero tras más de 2 meses de confinamiento o reclusión, con más calma y menos urgencia, nos estamos dando cuenta de que el modelo de trabajo a distancia que hemos implementado al vuelo tiene muchos puntos débiles dado que, por la urgencia, las empresas no hemos podido proceder a establecer un sistema "profesional" de teletrabajo ya sea desde un punto de vista de prevención de riesgos laborales (es suficiente una declaración responsable del trabajador de que cumple con las normas de PRL) como de la productividad ligada a la conciliación forzada, con los miembros de la unidad familiar "zascandileando" por nuestras videoconferencias.
Es evidente que esta situación extrema nos ha llevado a dar el salto que tantas y tantas empresas no se atrevían a dar por el miedo a abandonar la cultura del "presencialismo" y también es evidente que ha llegado para quedarse como los ERTEs, más allá del estado de alarma, pero no es menos cierto que será necesario que las aguas vuelvan a su cauce y que de forma ordenada, cuando alcancemos la "nueva normalidad", contando con las garantías necesarias para trabajador y empresa, se implementen verdaderos modelos de teletrabajo donde se compagine la asistencia a la oficina, muy necesaria para algo tan sencillo como es "socializar y compartir", con trabajar desde casa contando con las herramientas necesarias para ello y, eso sí, sin estar rodeado de los peques saltando y gritando y sin que las jornadas de trabajo se extiendan más allá de lo razonable y con respeto a un establecimiento sensato y necesario para la salud de normas de desconexión digital.
Es una oportunidad fabulosa para España de liderar, además del turismo, la digitalización en tiempos de crisis, creando espacios de trabajo flexibles que generen un ambiente de trabajo que mejore la productividad a través de la confianza y del compromiso y nos ayude a fidelizar al talento que una vez que ha probado la miel, se va a resistir a retornar a un modelo antiguo que huele al alcanfor que ponían nuestros abuelos en los armarios.
Antonio de la Fuente Fernández es presidente de ADiReLab y director General de Personas, Cultura y Talento en Globalia