
Pronto hará un año que el virus apareció entre nosotros. Si a finales de octubre pasado nos preguntan cuánto iba a durar la crisis provocada por la aparición del virus de Wuhan, probablemente hubiéramos contestado que sólo unos meses. Sin embargo, los principales centros del pensamiento económico nacionales e internacionales, pronostican que necesitaremos entre dos y cinco años para volver al nivel del que partimos antes del virus. ¿Qué ha ocurrido? Indudablemente, la mayoría hemos menospreciado la potencia de la enfermedad. La falta de medidas de prevención por parte de los ciudadanos ó de medios para combatirlo como los rastreadores son errores que pagaremos muy caros, en términos de miles de vidas.
Lo que iba a ser un bache circunstancial se ha transformado en una depresión, que envió ya al desempleo a más de un millón de personas. sólo en nuestro país. Lo que comenzó, desde el punto de vista económico, cómo una simple falta de oferta ante la imposibilidad de abrir comercios o restaurantes, es ya un problema de demanda, debido a la incertidumbre que afecta a la mayoría de los consumidores.
¿Qué diferencia la situación actual de la que vivimos en 2008? Hace doce años se produjo la quiebra de miles de sociedades por falta de liquidez. En estos momentos, los esquemas de ayudas puestos en marcha por los estados y los organismos internacionales están sirviendo para evitar la sangría en términos de empleo y de falta de liquidez que se provocó los cierres empresariales en el pasado.
La Unión Europea aprobó un Fondo de Recuperación y de Resiliencia de 750.000 millones de euros, que debería empezar a funcionar a comienzos de años y que se suma a los miles de millones de euros dispuestos por los Estados. La deuda española pasará del cien a 120 por ciento del PIB a causa del coste de la pandemia, mientras que el défici público crecerá desde el 2,8 por ciento a más del once. Hemos aprendido a amortiguar el golpe para facilitar después la recuperación.
El Gobierno español puso 100.000 millones en créditos ICO para evitar una crisis de liquidez, a la par que un mecanismo de Expedientes de Regulación de Empleo para proteger a casi un millón de trabajadores a los que el virus dejó sin trabajo de manera temporal. Ahora viene lo más difícil y es una tarea nacional en la que todos tenemos una responsabilidad: la de posibilitar una rápida recuperación, que transforme el patrón de crecimiento de la economía para el futuro. En este punto también es necesario marcar diferencias con la etapa anterior.
La crisis de 2008 no sirvió para cambiar el modo de funcionamiento de la economía: el sector servicios, basado en el turismo, continúa siendo dos de los motores que tiran del empleo y de la actividad económica.
Además, en aquella ocasión, se salió con un incremento destacado de las ventas al exterior, que esta vez no será posible ya que todos los países, con excepción de China, están tocados por la pandemia. Ahora debemos aprovechar el endeudamiento que van a pagar varias generaciones después de la nuestra para modificar lo que nos rodea.
Tenemos que salir más fuertes, como dice el eslogan publicitario del Gobierno de Pedro Sánchez, pero también con un modelo de crecimiento más resistente y duradero. Es esencial que invirtamos bien el dinero en proyectos centrados en la nueva economía, en todo lo relacionado con la transformación digital y ecológica, que reforcemos la educación de nuestros hijos y el modo de vida de los ciudadanos. En manos del Gobierno, pero también de las empresas, está aprovechar esta oportunidad para que España se enganche al tren del desarrollo, como ya hizo durante la transición, y no perdamos el ritmo impuesto por lo países del norte de Europa.
Debemos recuperar la capacidad industrial que tuvimos en el pasado. Produce sonrojo, que ésta represente sólo el 14 por ciento del PIB en la actualidad, muy alejada del objetivo del 20 por ciento marcado por la Unión Europea para este año. Es necesario crear una base industrial moderna y resistente a los embates, incrementar el tamaño de nuestras empresas, que en el 98 por ciento son pymes y micropymes , y dotarlas de músculo suficiente para competir en los mercados internacionales.
Hay que poner, de una vez por todas, en marcha el plan de digitalización y una estrategia nacional en Inteligencia Artificial para modernizar la economía. España ha realizado grandes gestas en su historia. Ahora tiene una oportunidad que difícilmente volverá a repetirse.