Especial medio ambiente

La banca, clave para movilizar el capital hacia una economía verde

La Unión Europea sitúa al sector financiero como el primer pilar sobre el que apoyar el viraje hacia una economía más sostenible. El Plan de Acción de la Comisión Europea para financiar el desarrollo sostenible destaca que el sistema financiero tiene un papel clave que desempeñar en la adaptación de las políticas públicas para actuar con urgencia ante las consecuencias catastróficas e imprevisibles del cambio climático y del agotamiento de los recursos.

El sector bancario europeo se encuentra en la actualidad en un proceso de reinvención tras las nefastas consecuencias de la crisis financiera. Es, precisamente, en este momento de cambio, donde Europa encuentra una grieta para introducir el camino hacia una economía más ecológica y sostenible.

Es decir, la transformación se dibuja como la oportunidad para asentar la estrategia de la banca para que ayude a reorientar el capital privado hacia inversiones más sostenibles. Para este cambio se necesita contar con compañías que tengan la suficiente fuerza para movilizar grandes cantidades de capital privado y, de momento, el sector financiero es el que mayor capacidad tiene de lograrlo.

Las actuaciones de la banca en esta reorientación del capital aún son ínfimas. Los conocidos como bonos verdes, que permiten a las entidades obtener fondos en préstamos de inversores para financiar o refinanciar proyectos o actividades comerciales sostenibles, se erigen como una de las grandes soluciones a tomar para lograr una economía sostenible a largo plazo.

Sin embargo, frente a la fuerte apuesta europea sobre éstos, este producto financiero aún tan sólo representa menos del 1% del total de los bonos en circulación de todo el mundo. No obstante, cabe señalar que estos productos están en pleno proceso de expansión.

Concretamente, según datos de la Asociación Española de Banca (AEB), en 2017 se emitieron hasta 131.000 millones de euros en estos bonos responsables con el medioambiente, la cifra fue hasta un 92 % superior a la que se emitió un año antes, en 2016, que alcanzó los 70.000 millones de euros, de los que el 30%, eran emisiones de los países de la Unión Europea.

Hasta el momento, pese al aún escaso nivel de estas inversiones, los mercados están demostrando la buena acogida de estos bonos, ya que la demanda de los inversores supera con creces la oferta existente. España, es buen ejemplo de ello.

BBVA lanzó al mercado el pasado mes de mayo 1.000 millones de euros en bonos verdes, convirtiéndose en la mayor emisión de este producto realizado por una entidad financiera de la Eurozona y erigiendo a la entidad en el primer banco español en emitir un bono verde. El lanzamiento despertó gran interés en los inversores y, en tan solo en tres horas, el libro de órdenes superaba los 3.000 millones de euros.

Por el momento, los niveles de inversión actuales para lograr una economía más sostenible aún son muy insuficientes para apoyar el cambio. La Comisión Europea estima que Europa tiene que colmar un déficit de inversión anual de en torno a 180.000 millones de euros para lograr los objetivos que marca la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para lograr un futuro estable, un planeta saludable, una sociedad justa, inclusiva y resilente y una economía próspera.

Además, el Banco Europeo de Inversiones (BEI) señala que el déficit de inversión global en insfraestructura de transporte, energía y gestión de recursos se sitúa en la astronómica cifra de 270.000 millones de euros. Gran parte de la falta de estímulo para este tipo de inversiones se basa, de un lado, en la poca claridad que tienen los inversores respecto a lo que es una inversión sostenible.

De otro lado, el Plan de Acción de la UE, también señala directamente a los directivos de las entidades que enfocan sus esfuerzos en resolver las presiones cortoplacistas de los mercados dando de lado a las oportunidades, pero también riesgos, que pueden derivar de la sostenibilidad social y ambiental.

Riesgos ambientales

Los bancos, pero también muy especialmente, las aseguradoras, tienen una alta exposición a los riesgos del cambio climático. Uno de los objetivos del Acuerdo de París firmado en diciembre de 2015 es evitar el calentamiento del planeta y que la temperatura de la Tierra aumente 2 grados centígrados. Este incremento de la temperatura podría tener efectos desestabilizadores en la economía y en el sistema financiero europeo y, los bancos tienen que prepararse para hacer frente a estos costes.

Tan solo en la actualidad, entre el año 2000 y el año 2016, el número de catástrofes naturales relacionadas con el cambio climático creció un 46%. En cifras, según datos de la UE, las pérdidas económicas sufridas por la meteorología adversa entre los años 2007 y 2016 escalaron un 86%, llegando a alcanzar los 117.000 millones de pérdidas en 2016.

"Se trata de una tendencia preocupante, ya que cerca del 50% de la exposición al riesgo de los bancos de la zona euro están directa o indirectamente relacionada con riesgos derivados del cambio climático", según refleja el Plan de Acción europeo para alcanzar unas finanzas sostenibles.

Entre los pasos que marca este plan europeo para alcanzar su objetivo, destaca la creación de un sistema de etiquetado para los productos financieros sostenibles con el objetivo de facilitar la canalización de más inversores hacia productos ecológicos. Según Europa, un sistema de etiquetado puede resultar útil para los inversores minoristas que deseen expresar sus preferencias de inversión en actividades sostenibles. Otra de las propuestas pasa por el papel de los asesores y gestores de fondos como piezas clave a la hora de reorientar las inversiones hacia la sostenibilidad.

El sistema financiero de nuestro país ya ha comenzado a hacer los deberes frente a la responsabilidad que tiene para abrir el camino hacia una economía hipocarbónica y eficiente. El Banco Santander ha lanzado este año tres fondos de inversión, que se ajustan tanto a una política de inversión sostenible como a los principios de sostenibilidad financiera.

Productos sostenibles

Los primeros dos productos los lanzó el pasado mes de enero ante la creciente demanda de este tipo de inversiones. El primero de los fondos se bautizó Santander Sostenible 1 y cuenta con perfil conservador, pues el 75% de su cartera lo componen valores de renta fija, ya sea pública o privada, mientras que el segundo, Santander Sostenible 2, está dirigido a inversores con un perfil de riesgo más elevado, ya que invierte hasta el 55% en acciones y el resto en renta fija.

El pasado mes de julio, el grupo cántabro reforzó su apuesta por este tipo de inversión y lanzó un tercer fondo sostenible de renta variable europea llamado Santander Sostenible Acciones. La cartera de este producto está compuesta por compañías europeas, tanto de la zona euro como del Reino Unido, Suiza y otros países miembros de la Unión Europea, especializadas en sectores de energía renovable, tratamiento de residuos, reforestación o eficiencia energética.

CaixaBank financió en 2017 con 929 millones de euros proyectos de energía renovable. La entidad, firmante desde 2015 de los Principios de los bonos verdes, ha participado como Joint Bookrunner en la colocación de estos bonos para la inversión en activos sostenibles por 2.050 millones de euros. Además, el grupo hace una relevante labor en Obra Social desde hace más de un siglo, invirtiendo el año pasado 510 millones de euros. Por su parte, Mapfre, como firmante de los Principios de Aseguramiento Sostenible promovidos por Naciones Unidas, ha creado productos aseguradores específicos para proyectos relacionados con el desarrollo sostenible y la gestión del riesgo ambiental.

Con firmeza y sin pausa, el sector financiero y asegurador se prepara para servir como instrumento para abrir camino y guiar hacia una nueva realidad económica más sostenible, sana y duradera. De nuevo la banca servirá para plantar cara en una batalla, como en su día ya lo hizo en la lucha global contra el blanqueo de capitales.

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