
Justin Trudeau inició su segundo mandato como primer ministro de Canadá el 20 de noviembre de 2019, tras ganar las elecciones al frente del Partido Liberal, si bien con 20 escaños menos en la Cámara de los Comunes, tras perder el voto popular y obtener solo el 33% de los sufragios. El Gobierno en minoría se fijó entonces la prioridad de reforzar a la clase media, y señaló el cambio climático y las bajadas de impuestos como algunas de las líneas maestras de su programa.
Como en el resto del mundo, la irrupción del coronavirus ha derruido todas las proyecciones. En su revisión de abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronosticaba una contracción del PIB canadiense del 6,2% este año, es decir, un descenso de ocho puntos porcentuales con respecto a su estimación de 1,8% de crecimiento, en enero. El Fondo considera que en 2021 podría darse una recuperación parcial, con un incremento del 4,2% de la actividad económica.
Que dichas expectativas se materialicen dependen en gran medida de la evolución de la enfermedad -no puede descartarse una segunda oleada en invierno- y de las medidas adoptadas para paliar sus efectos sociales y económicos. Al cierre de este especial, Canadá ocupaba la decimotercera posición en el ranking global de contagios -justo por delante de China-, con más de 84.000 casos confirmados y 6.300 fallecidos, de acuerdo a los datos de la Johns Hopkins University.
El Gobierno ha destinado más de 830 millones de euros Al combate científico del COVID-19
En su respuesta a la crisis, el primer ministro ha recibido algunas críticas, singularmente por el tardío cierre de fronteras -aplicado en la tercera semana de marzo a todos aquellos viajes no esenciales- y el establecimiento de una cuarentena de 14 días a toda aquella persona que entrase el país por tierra, mar o aire -medida instaurada a finales de marzo-. Asimismo, algunos expertos han señalado carencias en la manera de gestionar y suministrar los datos epidemiológicos entre provincias en tiempo real.
Sin embargo, en la inevitable comparación con su vecino del sur, Trudeau sale bien parado. Estados Unidos y Canadá comparten bastantes características a este respecto, como unos perfiles de riesgo parecidos, una población de edad similar o la misma distancia de los grandes focos de COVID-19 de Europa y Asia. Ahora bien, EEUU presenta aproximadamente el doble de casos confirmados por millón de habitantes y alrededor de un 30% más de muertes por millón de habitantes.
Entre las explicaciones a este mejor desempeño quizá la más evidente es la temprana asunción de la gravedad de la amenaza por parte de Justin Trudeau -cabe recordar que su mujer dio positivo en marzo, tras un viaje a Londres, y guardó 14 días de cuarentena-. Asimismo, Canadá ha resuelto razonablemente la realización de test a gran escala y centralizado de manera eficaz la compra de equipos de protección individual (EPI). La existencia de un sistema universal de salud y una financiación de las entidades de salud pública más consistentes ayudan a contextualizar la diferencia de resultados.
El 23 de abril, el primer ministro anunció un plan de ayudas de más de 1.000 millones de dólares canadienses (655,4 millones de euros) para la investigación científica frente al coronavirus, destinado, entre otros objetivos, a la investigación y el desarrollo de vacunas y tratamientos en hospitales y universidades; los ensayos clínicos realizados en Canadá, y la ampliación las pruebas de Covid-19 en el país. Ello se sumaba al desembolso de 180 millones de euros anunciados en marzo.
En lo económico, los planes de estímulo del primer ministro ascienden al 10,2% del PIB, con una preferencia por los préstamos reembolsables. El paquete de medidas de rescate incluye ayudas directas a la renta, préstamos y garantías, y el aplazamiento del pago de impuestos.
Más en concreto, el Gobierno de Trudeau ha destinado el 3,2% del PIB al programa de subsidios laborales de emergencia (CEWS, por sus siglas en inglés), con el objetivo de minimizar la pérdida de empleos. Sin embargo, el ritmo de aprobación de las solicitudes ha sido lento: alrededor de 123.000 en las primeras dos semanas.
El programa de apoyo a empresas grandes, al que se ha dedicado el 3,9% del PIB, ha descansado principalmente en programas de crédito y la concesión de préstamos, con condiciones sobre la remuneración de directivos y pago de dividendos. Sin embargo, como señala el Royal Bank of Canada, el foco en los préstamos podría resultar menos efectivo para las empresas más pequeñas y endeudadas.
Las grandes empresas que soliciten créditos públicos deberán acreditar su cumplimiento medioambiental
El panorama para las pymes es, como cabía prever, más complicado. Una encuesta reciente de la Confederación Federal de Empresas Independientes (CFIB, por sus siglas en inglés) revela que el 32% de las compañías no saben si podrán reabrir tras las medidas de confinamiento, que solo ahora están comenzando a levantarse parcialmente. El 37% argumenta que el programa de subsidios CEWS no sería suficiente ayuda.
El Gobierno ha desplegado también cuantiosas transferencias indirectas, que Royal Bank of Canada cifra en un 5,5% del PIB. Bajo el programa de prestaciones de emergencias (CERB, por sus siglas en inglés) los hogares canadienses ya han recibido cerca de 33.000 millones de euros, mostrando una diligencia poco habitual en programas de estas características.
Guiño al medio ambiente
El 11 de mayo, el Gobierno anunció una batería de medidas complementarias para apoyar a las empresas y limitar el impacto de la crisis en el empleo. Entre ellas destaca la vinculación de financiamiento a criterios de sostenibilidad. En concreto, aquellas empresas grandes -con una cifra de negocio superior a 300 millones de dólares- que soliciten créditos públicos deberán publicar informes anuales de cumplimiento medioambiental conforme a los criterios de organización de referencia CDP.
Estas medidas contrastan en cierta medida con el paquete de apoyo al sector petrolero: en abril, Canadá había anunciado que destinaría 1.560 millones de euros a la limpieza de pozos abandonados en Alberta, Saskatchewan y la Columbia Británica, con vistas a preservar cerca de 10.000 empleos en las cuatro provincias del Oeste de Canadá. Trudeau también había recibido críticas, además, por el rescate del oleoducto Trans Mountain -comprado a la compañía Kinder Morgan-, por cerca de 3.900 millones de euros.
Asimismo, un estudio de Environment and Climate Change Canada hecho público el año pasado afirma que desde 1948 la temperatura media anual terrestre del país ha aumentado 1,7 ºC, en comparación con la media global de 0,8 ºC, según los datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos.
Los próximos meses
En cualquier caso, la economía canadiense se resentirá notablemente en 2020. En su último informe mensual, el National Bank of Canada apunta que, merced a una reapertura más lenta de lo previsto y a la atonía del sector energético, su previsión de crecimiento para 2020 es de -7,1%, sin descartar la posibilidad de futuras rebajas. El país habría entrado ya en recesión.
El mejor escenario para el Banco de Canadá -el banco central- es un PIB un 1% inferior en el primer trimestre respecto de finales de 2019, y un 15% inferior a este nivel para el segundo trimestre. Ello implica que la actividad registre una caída anualizada del 40% en el periodo que va de mayo a junio. En el escenario menos favorable, estaríamos ante un desplome de más del 70%.
El paro aumentó en 1 millón de personas en marzo y en otros 2 millones en abril, con lo que la tasa de desempleo en dicho mes se situaba en el 13%, el nivel más alto desde 1982, con una incidencia más marcada en el sector hotelero, la distribución y la construcción. Para Craig Alexander, economista jefe de Deloitte en Canadá, el éxito de las medidas de contención permitirán un repunte de la actividad en algún momento del tercer trimestre, y hasta podría darse una expansión de doble dígito en el cuarto. Si esto ocurriera finalmente, la recuperación llegaría en 2021, pero a un ritmo lastrado por las consecuencias de la recesión en 2020.