
La tasa anual del Índice de Precios de Consumo (IPC) se situó en el 1,6% en diciembre de 2016, una décima por encima del dato adelantado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y nueve sobre la registrada el mes anterior. Esta remontada, iniciada el pasado mes de septiembre, no sólo amenaza la competitividad de la economía española en su conjunto, sino que también sirve de caldo de cultivo para el incremento del endeudamiento de los hogares en un momento muy delicado en el que la deuda pública aún supera el billón de euros, esto es, toda la actividad económica del país en un año.
"La escalada de la inflación castiga el ahorro e incentiva el apalancamiento del consumo", explica el economista e investigador de la Universidad de Essex, Javier Santacruz, quien se refiere a la percepción del alza de precios como una "peligrosa bola de nieve" que incita al consumo apresurado para evitar un mayor desembolso futuro.
La contención de los precios, uno de los vientos favorables que había acompañado a la economía española durante estos tres últimos ejercicios, hizo ganar poder adquisitivo a las familias e impulsó el gasto de los hogares por encima del 3%. Esto permitió que el endeudamiento privado se redujera "entre 400.000 y 450.000 millones" en la pasada legislatura, según aseguró esta misma semana el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.
De ellos, dos terceras partes procedieron de las empresas financieras y cerca de 200.000 millones de las familias. Sin embargo, las cifras que maneja el Banco de España muestran ya un cambio de tendencia: la deuda de los hogares experimentó el pasado noviembre su mayor aumento desde el estallido de la crisis y se aupó hasta los 6.428 millones de euros por el incremento de los préstamos al consumo.
En este contexto, parece que el viento ya no viene de cola y "el proceso inflacionario está en marcha", asegura Santacruz, quien pone de relieve que, más allá del componente energético, "estamos ante una tendencia generalizada".
No en vano, el 96,6% de los bienes y servicios que componen el IPC cerraron el año pasado en positivo, frente al 72% que lo hicieron en 2015. Sólo la medicina, que supone el 3,4% de la cesta de la compra, acabó 2016 con una tasa anual negativa.
Con todo, el subidón que dieron los precios en el último mes del año fue consecuencia fundamentalmente del encarecimiento del crudo, espoleado por el acuerdo de la OPEP para recortar la producción, y provocó que el índice general superase a la inflación subyacente (1%) por primera vez desde julio del año 2013.
Por aquel entonces el alza del IPC se situó en el 1,8% y, a partir de ahí, los precios empezaron a caer con fuerza hasta registrar medias anuales negativas en 2014 y 2015. Una tendencia que se repitió el año pasado, cuando los precios cayeron un 0,2%.
¿Menos poder adquisitivo...
Basándose en esa cifra negativa, CEOE recuerda que "la evolución de la inflación en el conjunto del año ha permitido que tanto pensionistas como trabajadores ganen poder adquisitivo". Sin embargo, el IPC interanual finalizó 2016 por encima del incremento salarial pactado en convenio (1,06%), de la subida de sueldo del 1% a los funcionarios y del aumento que experimentaron las pensiones, que fue de un 0,25%.
Es más, si se tiene en cuenta la evolución a lo largo del año, entre enero y diciembre de 2016 los precios subieron un 3,5% y el augurio para este año no es mucho más halagüeño: mientras el Gobierno estima una inflación del 1,4% en 2017, la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) eleva la tasa anual hasta el 2,2% y asegura que el IPC podría llegar a rozar el 3% durante la primera mitad del ejercicio.
Precisamente es este escenario el que preocupa a las organizaciones sindicales, que piden garantizar el poder adquisitivo de los trabajadores con subidas salariales de entre el 1,8% y el 3% este año, mientras la patronal está dispuesta a negociar hasta un 2% (el 1,5% que ya acordó para el año pasado más un 0,5% adicional a negociar por las partes "en función de la productividad y el absentismo").
... y pérdida de competitividad?
Pero la pérdida de poder de compra y el engrosamiento de la deuda de los hogares no son las únicas consecuencias del repunte de los precios. La competitividad de la economía española frente al exterior está en el ojo del huracán inflacionario. El aumento de nuestro IPC se situó por encima del de la zona euro en noviembre y diciembre por primera vez desde septiembre de 2013 y la eliminación de este diferencial amenaza con traducirse en una merma de la competitividad de nuestras empresas en su salida a los mercados exteriores.