Energía

Noruega cambia el futuro energético con un sistema llamado Aurora Boreal

  • Norther Lights es su modelo para eliminar emisiones con la captura y almacenamiento de carbono
  • Ha firmado acuerdos con una planta de fertilizantes en los Países Bajos y otra instalación energética en Suecia
Dreamstime

En la escarpada costa oeste de Noruega, al borde de un fiordo cercano a la ciudad portuaria de Bergen, se alza una monumental estructura industrial que representa una de las apuestas más audaces de Europa en su lucha contra el cambio climático. Se trata de Northern Lights, un proyecto pionero de captura y almacenamiento de carbono (CCS, por sus siglas en inglés) que promete ofrecer a las industrias más contaminantes del continente una forma viable de reducir sus emisiones.

En los enormes tanques del terminal de Óygarden se almacena dióxido de carbono líquido, transportado por barco desde una planta cementera del sur de Noruega. A través de una tubería submarina de más de 110 kilómetros, este CO? será inyectado a 2.600 metros de profundidad en el lecho marino del mar del Norte, donde quedará sellado en formaciones rocosas porosas, según explican los ingenieros del proyecto.

"Lo que ofrecemos es una solución flexible", señala en el New York Times Aksel Plener, director de operaciones de Northern Lights y exresponsable de un campo petrolero para Shell. "Si tienes un muelle y tanques de CO?, podemos ir a recogerlo".

La iniciativa, respaldada por Equinor (Noruega), Shell (Reino Unido-Países Bajos) y TotalEnergies (Francia), representa un giro estratégico: utilizar la experiencia de la industria petrolera noruega para transformarse en un servicio de "gestión de residuos de carbono" para Europa.

Un modelo para la descarbonización industrial

Northern Lights está siendo observada de cerca como un modelo potencial para otras iniciativas de captura de carbono, especialmente en industrias altamente contaminantes como el cemento, el acero o los fertilizantes. Estas industrias enfrentan una creciente presión en Europa debido a impuestos sobre las emisiones y regulaciones ambientales más estrictas.

Según la consultora energética Wood Mackenzie, proyectos como este podrían ser rentables, aunque no tan lucrativos como la producción de petróleo o gas. "Son más estables, aunque menos rentables", admite Mhairidh Evans, directora global de investigación en captura de carbono de la firma.

De hecho, el respaldo gubernamental ha sido esencial. El gobierno noruego ha destinado unos 34.000 millones de coronas (3.300 millones de dólares) para cubrir cerca de dos tercios de los costos del proyecto y asegurar su viabilidad en los primeros 10 años. "El objetivo principal es impulsar el mercado del almacenamiento de carbono en Europa", señala Alexander Engh, subdirector general del Ministerio de Energía noruego. "Queríamos forzar e incentivar a las empresas a desarrollar ese mercado".

Un nuevo negocio para las petroleras

Para las grandes compañías energéticas, la captura de carbono también representa una oportunidad de diversificación. Shell y sus socios han encargado buques especializados para transportar el CO?, fabricados en China y equipados con velas rotatorias para reducir el consumo de combustible. Uno de ellos, el Northern Pathfinder, será el encargado de transportar emisiones desde plantas de energía operadas por Ørsted (Dinamarca) hasta Noruega.

Además del CO? de Dinamarca, Northern Lights ha firmado acuerdos con una planta de fertilizantes en los Países Bajos y otra instalación energética en Suecia. Se estima que los emisores pagarán entre 50 y 60 dólares por tonelada para almacenar su carbono, una cifra inferior al impuesto europeo sobre emisiones, que ronda los 70 euros por tonelada.

Una infraestructura con visión de futuro

Los expertos consideran que Noruega tiene una ventaja competitiva única. Sus antiguos campos de gas natural y formaciones geológicas bajo el mar del Norte tienen una capacidad estimada de 80.000 millones de toneladas de CO?, equivalente a 1.600 años de emisiones actuales del país. "El país ha alineado todos los factores clave: geología, experiencia técnica y voluntad política", apunta Hasan Muslemani, investigador en gestión de carbono del Instituto de Estudios Energéticos de Oxford.

Pese a estas ventajas, el desafío económico persiste. Transportar y almacenar carbono cuesta aproximadamente 75 dólares por tonelada, y capturarlo en origen puede llegar hasta los 400 dólares, dependiendo del tipo de planta industrial. Esto obliga a empresas como Heidelberg Materials, que produce cemento en la planta de Brevik, a buscar formas de trasladar ese costo al consumidor.

La compañía alemana ya ha lanzado su producto "verde", llamado EvoZero, con un precio que triplica al del cemento convencional, aunque no difiere físicamente. Aun así, su demanda ha sido alta: su producción está completamente vendida para este año. "Ofrece un valor muy significativo para clientes comprometidos con la sostenibilidad", dice Christoph Beumelburg, director de relaciones con inversores de Heidelberg.

¿El comienzo de una revolución?

El éxito de Northern Lights podría marcar el inicio de una revolución silenciosa en la política climática europea. Esta vez, no con paneles solares ni turbinas eólicas, sino con la ayuda de antiguos gigantes del petróleo, transformados en custodios del carbono.

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