A pesar de las abundantes lluvias de este último mes, la sequía sigue siendo uno de los efectos más devastadores del cambio climático y está dañando gravemente a la agricultura en todo el mundo. Los suelos se están agotando y los sistemas alimentarios enfrentan una situación crítica, ya que impactan en el cambio climático, pero también sufren sus consecuencias.
Los estudios demuestran que la agricultura es responsable de casi el 40% de los gases de efecto invernadero y consume el 70% de los recursos hídricos. Además, los suelos se están deteriorando a un ritmo alarmante. Según el World Economic Forum, cada año se pierden aproximadamente 12 millones de hectáreas de tierra que se acaban convirtiendo en desierto. Esto amenaza gravemente la seguridad alimentaria y la resilencia climática, pues los suelos pierden su capacidad de almacenar el carbono.
No obstante, la situación podría empeorar aún más, ya que la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) ya ha advertido que, para 2050, el 90% de los suelos del mundo podrían estar degradados. Esto afectaría considerablemente a su capacidad para retener el agua y, por lo tanto, pondría en riesgo la seguridad alimentaria, empeorando la pobreza y el hambre. Para hacer frente a este desafío, surge una alternativa prometedora: la agricultura regenerativa. Este enfoque agrícola busca restaurar la salud del suelo, mejorar su capacidad para retener agua y, al mismo tiempo, capturar carbono. La agricultura regenerativa se basa en principios como el uso mínimo de maquinaria pesada, la rotación de cultivos, el uso de abonos verdes y la reducción de productos químicos. Estos métodos no solo ayudan a recuperar la fertilidad del suelo, sino que también optimizan la retención del agua, lo que es clave para combatir la sequía.
En general, la agricultura regenerativa permite la producción sostenible de alimentos, lo que deriva en una mayor seguridad alimentaria y una mayor calidad nutricional. Esto, a su vez, se alinea más con las expectativas de los consumidores, que buscan productos más ecológicos alejados de los pesticidas y productos artificiales. Asimismo, y sobre todo, reduce el impacto ambiental del sector alimentario. No obstante, tiene todavía muchos desafíos sobre la mesa, ya que su implantación no es una tarea sencilla pues necesita del apoyo de políticas públicas y de financiación, además de la colaboración de varios organismos tanto públicos como privados.
Sin embargo, ya hay casos de éxito de esta práctica agrícola. En la región de La Muela, entre Almería y Murcia, donde la actividad minera y la ganadería habían destruido el suelo. Gracias al proyecto Alvelal —una asociación de agricultores, ganaderos, empresarios y científicos—, se ha logrado recuperar la fertilidad del suelo, lo que ha permitido mejorar la capacidad de la tierra para retener agua y resistir condiciones climáticas extremas. No cabe duda de que este tipo de prácticas agrícolas fomenta la innovación, la cooperación y el desarrollo de conocimientos en el mundo rural.
La agricultura regenerativa tiene múltiples beneficios. Más allá de mejorar la resiliencia del suelo frente a la sequía, también lo prepara para enfrentar eventos climáticos extremos, como las tormentas asociadas a fenómenos como la DANA o la Filomena. Al optimizar la retención de agua y aumentar la biodiversidad, este modelo agrícola ofrece una solución sostenible que puede ayudar a mitigar los efectos del cambio climático, especialmente en regiones vulnerables. Este es el caso de lugares como África subsahariana, América Latina y el sur de Asia, donde la sequía y otras consecuencias del cambio climático ya están afectando gravemente la producción agrícola, por lo que la agricultura regenerativa puede ser clave.
Del mismo modo, no solo permite que los agricultores produzcan más cosechas, sino que también reduce la dependencia de insumos caros, como los fertilizantes o de plaguicidas, lo que permite que el suelo sea más fértil y previene su erosión. Además, supone una reducción de los costes económicos para los agricultores.
Para que la agricultura regenerativa se convierta en una práctica común, se necesita una inversión significativa. Según el informe 100 Millones de Agricultores: Modelos Innovadores para Financiar una Transición hacia la Sostenibilidad, elaborado por el World Economic Forum en colaboración con Bain & Company, se estima que serían necesarios 260.000 millones de dólares (alrededor de 230.000 millones de euros) al año hasta 2030 para reducir a la mitad las emisiones del sistema alimentario. Sin embargo, otras opiniones apuntan a una cantidad de financiación mayor, como es el caso del International Food Policy Research Institute, que señala que el sector agroalimentario necesitaría inversiones de hasta 350.000 millones de dólares (308.000 millones de euros) anuales para transformar los sistemas alimentarios globales y adaptarlos al cambio climático.
No cabe duda de que en la unión está la fuerza. Por ello, para asegurar que los agricultores puedan acceder a este capital, es fundamental que gobiernos, instituciones financieras y actores del sector agroalimentario trabajen juntos y se coloque a la agricultura como un pilar clave en la sociedad. Ahora bien, solo a través de una financiación adecuada y el apoyo a toda la cadena de valor será posible que millones de agricultores adopten prácticas regenerativas y, de este modo, logren enfrentar los desafíos de la sequía y otros impactos climáticos.