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Los 'despojos' del petróleo convierten a EEUU en la Arabia Saudí del gas natural mundial

  • EEUU logra un récord histórico de producción gracias a los 'restos' de gas que genera el fracking
  • Pero  los precios locales del gas se duplican y los expertos ven una nueva era de energía cara
  • El ascenso como gran exportador y las medidas de Trump, las claves

En las llanuras abiertas de Texas y Luisiana, durante décadas, el gas natural fue poco más que un subproducto molesto, un desperdicio, un resto que se quemaba en antorchas mientras los pozos de petróleo escupían oro negro, lo que realmente importaba. Aquel fuego, que teñía el cielo nocturno con lenguas de luz, era símbolo de despilfarro y urgencia por llegar al verdadero tesoro. Hoy, ese mismo gas es el alma de una transformación energética. Estados Unidos, que antaño despreciaba su potencial, se ha convertido en el mayor exportador mundial de gas natural licuado (LNG, por sus siglas en inglés), una hazaña que fusiona la innovación tecnológica, la inversión colosal y una geopolítica en mutación.

El epicentro de esta revolución energética fue el "shale boom", una explosión productiva nacida de la perforación horizontal y la fracturación hidráulica (conocida en el argot petrolero como fracking), que permitió liberar gas de las entrañas del esquisto. Según los datos de la Agencia de la Información Energética de EEUU (EIA por sus siglas en inglés), para 2020 el gas de esquisto representaba ya el 70% de toda la producción gasista del país. Lo que antes era inviable y caro, se convirtió en el motor de una industria capaz de redibujar los mapas del comercio mundial.

Esto ha permitido un auténtico boom productor, según la EIA ya proyecta un incremento de la producción de gas de 103.200 millones de pies cúbicos por día de gas a 105.000 millones para finales de 2025. El país ya venía de un récord tras otro. En 2019 el país apenas producía 930 millones y en 2015 unos 750 millones. Un impulso acelerado que ha ido totalmente de la mano del shale oil. De hecho, las empresas locales que solo se dedican al gas han tenido que recortar su actividad y producción ante el tsunami de gas que las petroleras extraen y ponen en el mercado de forma totalmente independiente de los precios, pues cada metro cúbico es solo una recompensa adicional de su verdadero negocio, el crudo. Y ya no es solo la tendencia hasta ahora de la producción, sino que Donald Trump ha prometido que disparará la misma un 60% solo durante la primera mitad de su mandato actual.

Buena parte de culpa de esta tendencia la tienen las tres grandes formaciones petroleras del país. En la última década, la producción de gas natural en las tres principales cuencas de petróleo compacto de EEUU —Cuenca Pérmica, Bakken y Eagle Ford— ha crecido notablemente, pasando de representar el 29% al 40% del total combinado de hidrocarburos extraídos en esas regiones. Este aumento se debe, en gran parte, a los avances en la fracturación hidráulica y la perforación horizontal, que han permitido extraer más petróleo y gas de formaciones geológicas densas. Sin embargo, la producción de gas natural asociado (procedente de pozos de petróleo) ha crecido a un ritmo mayor que la del crudo: el gas se ha triplicado, aumentando en 22.000 millones de pies cúbicos diarios, mientras que el petróleo se ha duplicado, con un alza de 4 millones de barriles por día.

Convertir ese gas en LNG—una forma líquida que puede transportarse en buques criogénicos a cualquier rincón del planeta—fue el siguiente paso. Hoy, gigantes como Cheniere en Sabine Pass, Freeport LNG en Texas, Cameron LNG en Luisiana y Cove Point en Maryland operan complejos industriales que enfrían el gas a -160 ºC y lo cargan rumbo a Europa, Asia o Sudamérica. Estas infraestructuras, como recuerda Bloomberg, han sido "instrumentales en transformar a EEUU en una potencia del GNL".

La expansión de esta industria no habría sido posible sin el respaldo público y privado. El apoyo de Washington a las exportaciones energéticas, junto con miles de millones de inversión de las grandes petroleras y fondos de infraestructura, ha impulsado la construcción de terminales, gasoductos y plantas de licuefacción. "El impacto económico ha sido profundo", destaca el informe de la EIA, "generando empleo, crecimiento regional y un papel global de primer orden para Estados Unidos".

En 2024, EEUU exportó una media de 11.900 millones de pies cúbicos diarios (Bcf/d) de LNG, lo que le permitió mantenerse como líder mundial por segundo año consecutivo, superando a Australia y Qatar, cuyos volúmenes se estancaron. Europa, con el 53% de las compras, fue el destino principal del gas estadounidense, aunque Asia ganó terreno con un 33% del total, según la EIA. La entrada en operación de nuevas instalaciones como Plaquemines LNG en diciembre de 2024 —la octava terminal en servicio— refuerza esta posición dominante. La utilización media de las plantas estadounidenses fue del 104% respecto a su capacidad nominal, una cifra que refleja la fortaleza y la presión sobre una industria al máximo rendimiento.

El crecimiento también ha llegado a otras regiones. En Asia, Japón, Corea del Sur, India y China concentraron el 76% de las compras. India destacó por ser el país que más incrementó sus importaciones. Incluso Egipto, exportador tradicional, compró por primera vez LNG a EEUU desde 2018, empujado por un repunte del consumo interno. América Latina también elevó su demanda: en Brasil y Colombia, la sequía redujo la generación hidroeléctrica y disparó la necesidad de gas.

Sin embargo, no todo ha sido viento en popa. En Europa, las importaciones desde EEUU cayeron un 19% por una menor demanda y unos almacenes llenos tras un invierno suave en 2023 (pese a que este periodo invernal las reservas hayan caído peligrosamente). Alemania, que había incrementado sus compras, recortó su capacidad de regasificación por los elevados costes operativos. Aun así, Países Bajos, Francia y Reino Unido siguen liderando la recepción del LNG estadounidense en la región.

Las tensiones geopolíticas también han favorecido a Washington. Con Rusia bajo sanciones y Europa decidida a reducir su dependencia energética, el LNG estadounidense se ha convertido en un "ancla de seguridad" energética, subraya la EIA. El gas que antaño se quemaba inútilmente en los campos de shale es hoy una herramienta de influencia global. Pero el reto medioambiental persiste. La producción y transporte de LNG deja una huella de carbono significativa. Aun así, la industria ya trabaja en soluciones: mejoras en la eficiencia energética, uso de energías renovables en los procesos de licuefacción y captación de metano son algunas de las medidas en desarrollo. "El futuro pasa por hacer el GNL más limpio", coinciden los expertos.

Con la mirada en el mañana, Estados Unidos continúa apostando fuerte. Más terminales están en construcción o en proyecto, las rutas comerciales se diversifican y la demanda global no deja de crecer. Si el siglo XX estuvo marcado por el petróleo, el XXI puede ser el del gas... y Estados Unidos ya ha reclamado su trono.

Pero el gas se dispara

Sin embargo, hay un gran contraste que ha generado confusión entre muchos analistas y espectadores del mercado. ¿Cómo es posible que EEUU, con la producción disparándose y con EEUU dando pasos de gigante hacia el dominio mundial del mercado internacional del gas, vea duplicarse los precios en sus propias fronteras? La realidad es que el coste de la materia prima han pasado de un mínimo de 2 dólares a cuatro dólares.

La explicación viene de los motivos detrás de los bajos precios de 2024 es el desplome en los inventarios de gas en el país. Estos han retrocedido hasta los 1.744 millones de metros cúbicos, cuando hace no tanto superaron los 4.000 millones (en septiembre). Solo en 2025 ya se ha experimentado una caída en los mismos del 25%, según la EIA.

Aquí han entrado en escena dos factores muy diferenciados. Por un lado un clima especialmente frío que ha disparado la demanda y obligado a retirar grandes cantidades. Oir itri, la pausa en las licencias GNL. Hasta ahora, el gobierno de Biden había bloqueado cualquier nueva licencia de venta al exterior para provocar una enorme acumulación de inventarios que bajase el precio del gas. El mismo día de su entrada en la casa Blanca Trump firmó una orden ejecutiva que levantaba este veto y "liberaba así la energía estadounidense".

"Los operadores han demostrado que no quieren aumentar la oferta y arriesgarse a deteriorar el beneficio que están obteniendo (con los precios)".

A esta situación se ha llegado con unos productores que habían recortado su actividad para detener la hemorragia de bajos precios y exportaciones bloqueadas y, en consecuencia, la relación entre la oferta y demanda de gas se ha desajustado por completo. Desde S&P Global comentan que estas empresas, de momento, se están negando a incrementar la producción ante la incertidumbre de las políticas exteriores de Trump. "Los operadores han demostrado que no quieren aumentar la oferta y arriesgarse a deteriorar el beneficio que están obteniendo (con los precios)".

La producción está aumentando, llegando en marzo a los 105.700 millones de metros cúbicos, cerca de máximos históricos. Sin embargo, incluso sin exportaciones de GNL, desde Morgan Stanley señalaban que ven probable que "para 2025 la demanda aumente a un ritmo mucho más rápido que la oferta". Concretamente, los analistas de la firma norteamericana creen que 6.300 millones de pies cúbicos diarios extra frente a un crecimiento de la oferta de solo 3.500 millones.

Toda esta conjunción de factores ha llevado a Julius Baer a mantener que 2025 marca una nueva era de precios más altos del gas. "Las crecientes exportaciones de gas natural licuado exigen una mayor producción". El banco helvético comenta que "el excedente de 2024 (en los inventarios) ha desaparecido por completo y pese a las bajas temperaturas, no se debe unas condiciones excepcionales. Sino a que la demanda adicional que está sumando las exportaciones de GNL es de 6.000 millones de pies cúbicos diarios y si bien los precios actuales incentivan a una mayor perforación, la realidad es que el crecimiento de la producción podría no ser suficiente. De hecho, es probable que se produzca un estancamiento en la producción de petróleo que también frene el gas asociado".

Esto puede generar una situación paradójica. EEUU produce más que nunca y exporta como un verdadero rey del gas… pero puede ver como esta materia prima se convierte en un problema que afecte incluso a la trayectoria de inflación. Según el Departamento de Trabajo de EEUU (BLS) cada movimiento del 10% en los precios del gas suman hasta 0,3 puntos a la trayectoria de la inflación.

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