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Partha Dasgupta (Univ. Cambridge): "Mientras ignoremos los costes sociales, inevitablemente surgirá la resistencia local"

  • "La economía de la naturaleza trata realmente de las externalidades materiales, en contraposición con las mentales"
  • "Al igual que protegemos aspectos fundamentales de nuestra identidad cultural podríamos llegar a sentir lo mismo por el medioambiente"
  • Contenido publicado en la revista Agua y Medio Ambiente
Partha Dasgupta Profesor Emérito Frank Ramsey de Economía en la Universidad de Cambridge

Partha Dasgupta es uno de los economistas más reconocidos a nivel mundial por su trabajo pionero en la relación entre naturaleza, bienestar humano y desarrollo sostenible. Su extensa carrera académica y profesional ha estado marcada por investigaciones innovadoras que resaltan la importancia crucial del capital natural.

¿Están dejando los países de preocuparse por el cambio climático?

Bueno, has hecho una pregunta muy amplia. Supongo que los puntos que me vienen a la mente inmediatamente son que la naturaleza es un activo de capital, al igual que los edificios o las carreteras, pero con una diferencia muy distintiva ya que se trata de capital natural frente a capital producido.

Es una observación trivial. La diferencia realmente importante radica en el hecho de que hay enormes interconexiones dentro de la naturaleza por lo que los efectos se transmiten a través del espacio y del tiempo. Estas externalidades son muy difíciles de internalizar. Así que, en cierto sentido, la economía de la naturaleza trata realmente de la economía de las externalidades materiales, en contraposición con las mentales. Estos se transmiten en el espacio físico en lugar de a través de nuestras mentes. Así que eso lo hace un poco difícil.

Sin embargo, una vez dicho esto, hay maneras de pensar en ello y muchas soluciones si se quiere. Una de ellas es, por supuesto, que en la medida en que la naturaleza es un bien público, debemos tener en cuenta nuestras ideas sobre la economía de los bienes públicos. Y cuando hablamos de naturaleza, debemos recordar que algunas son cuestiones muy locales. Lo que ocurre en mi jardín afecta al jardín de mi vecino. Cómo trato mi espacio afecta a mis vecinos, pero quizá no a gente lejana.

Hay efectos locales, pero si pensamos en el cambio climático o en la pérdida de biodiversidad son globales. Así que entre lo local y lo global hay todo un abanico de externalidades y todas ellas deberían ser negociables. Pero hay una gran dificultad, que no tiene mucho que ver con la naturaleza, sino con el carácter de la acción colectiva, que requiere cooperación.

La cooperación requiere que la gente se una al movimiento cooperativo. Ahora bien, para que estén interesados en unirse tienen que saber qué les aporta. ¿Cuáles son las ventajas? Porque unirse también tiene un coste, ya que tienes que dejar de pensar en otra cosa durante un tiempo mientras negocias.

Además, en el caso de las externalidades medioambientales, existe un grave problema de parasitismo, ya que si se llega a un acuerdo, todo el mundo saldrá beneficiado. Así que si todo el mundo está avanzando y a mí me cuesta entrar, dejaré que lo hagan y yo disfrutaré del beneficio. Así que hay un problema de free rider asociado. No es como tú y yo negociando sobre nuestros dos jardines, ese es un problema internalizado y podemos negociar.

Creo que el último punto a destacar es que, aunque parece una observación obvia, es muy útil porque nos dice por qué tantos problemas ambientales quedan desatendidos a pesar de que todos reconocemos que están ahí.

¿Por qué las personas no se comprometen entonces en esta acción colectiva?

La razón fundamental está precisamente en este dilema del free rider. Cuando se logran acuerdos ambientales, los beneficios no pueden ser confinados solo a quienes participaron activamente en su consecución. Esto implica que aquellos actores que no contribuyen activamente también reciben los beneficios generados por las acciones ambientales de otros.

Así, se crea un incentivo perverso: muchos prefieren no involucrarse directamente y simplemente beneficiarse de la acción colectiva emprendida por otros países o individuos más comprometidos. Este fenómeno desincentiva enormemente la cooperación efectiva y prolongada en asuntos ambientales críticos.

¿Qué soluciones se pueden implementar para afrontar esta situación?

La solución principal radica en incrementar sustancialmente la atención prestada a la ciencia y en implementar un sistema educativo sólido y comprometido con la sostenibilidad desde edades tempranas. Es vital que las generaciones más jóvenes reciban formación en materia ambiental, no solo desde el punto de vista técnico o científico, sino también desde un enfoque ético y social que les permita entender profundamente la relevancia personal y colectiva de proteger la naturaleza.

¿Cómo puede influir la desinformación?

Una educación integral podría reducir la susceptibilidad de la sociedad a manipulaciones como las noticias falsas y fomentar un compromiso más profundo y duradero con el medioambiente. Al igual que protegemos aspectos fundamentales de nuestra identidad cultural como la religión o el idioma, podríamos llegar a sentir lo mismo por el medioambiente si este se integrara profundamente en nuestra educación y valores. Esto facilitaría enormemente la creación de normas sociales fuertes y unidas en torno a la preservación ambiental.

Aprendemos a medida que crecemos y lo hacemos para las relaciones personales. Piensa en la inversión que nuestros padres hicieron en nosotros cuando éramos niños para llevarnos bien con otros niños. Compartir los juguetes, compartir el tiempo, no suele haber guerras entre niños por ver quién batea primero o lanza primero la pelota. Es decir, tenemos mucha educación detrás y creo que deberíamos aprender de eso para empezar en nuestro proceso educativo a integrar al niño en el estudio de la naturaleza. Para que en cierto sentido proteger eso se convierta en un asunto personal de cada persona.

¿Cree que los sistemas educativos actuales están preparados para ello?

Actualmente existe un problema estructural en la forma en que la economía tradicional enseña la relación con la naturaleza. La mayoría de los libros de texto enfatizan el capital físico, las infraestructuras o el capital humano, pero ignoran sistemáticamente el valor intrínseco y económico del capital natural.

La inversión en capital natural tiene una particularidad única: muchas veces implica simplemente permitir que los ecosistemas se recuperen y florezcan por sí mismos. Es una inversión pasiva pero esencial, muy diferente de la tradicional inversión activa y tangible que la economía clásica promueve. Por ello, es necesario transformar radicalmente la enseñanza económica para reconocer adecuadamente el valor del capital natural y su papel central en la sostenibilidad del bienestar humano.

Creo que usted mencionó anteriormente que los bienes no son lo suficientemente caros porque no internalizan los costes ambientales.

Exactamente. Los bienes suelen ser demasiado baratos porque no incluyen sus costes ecológicos reales.

Sin embargo, si los precios suben, las tasas de interés también aumentan, lo que podría llevar a un incremento en la pobreza y la desigualdad.

Es cierto, pero esa pregunta no se aplica a otros bienes. Por ejemplo, podríamos hacernos la misma pregunta respecto al transporte. ¿Debería ser gratuito el transporte debido a que un precio alto puede empobrecer aún más a ciertos sectores?

Nadie plantea eliminar por completo los costes de transporte porque suponen una carga económica. La alimentación es otro claro ejemplo: puede resultar excesivamente costosa para los más vulnerables. En este caso, ¿se reduce el precio de los alimentos mediante subsidios o se proporcionan directamente ayudas económicas a los más desfavorecidos?

Me parece que la manera en que formula la pregunta implica que, al subir los precios para reflejar los costes ambientales, se perjudica a la gente. Pero lo mismo podría decirse respecto a cualquier otro bien básico. La población más pobre no tiene suficiente comida, por tanto, ¿el precio de los alimentos debería bajar automáticamente? Habitualmente, lo que se hace es ayudar a estos sectores mediante subsidios o ingresos adicionales. Sin embargo, con la naturaleza no hacemos lo mismo; damos por sentado que podemos mantener su coste en cero sin consecuencias.

El problema radica en que, al hacer eso, sacrificamos el bienestar futuro por la comodidad presente. Si no reconocemos estos costes ahora, en el futuro tendremos que pagar precios aún más altos. En esencia, transferimos este problema a las próximas generaciones.

Esto no es solo una teoría: históricamente, numerosas sociedades han colapsado precisamente por ignorar el valor real de los recursos naturales. Los mayas, por ejemplo, son un caso bien documentado. Su desaparición se relaciona estrechamente con la degradación ambiental local, agravada por cambios climáticos que aceleraron la desertificación y redujeron drásticamente la productividad agrícola. Esto provocó migraciones, integración forzada con otras sociedades y, finalmente, la pérdida de su cultura.

No hablamos aquí de tragedias inmediatas, sino de procesos que se desarrollan a lo largo de décadas e incluso siglos. Aunque esto no signifique necesariamente que nuestra civilización actual desaparecerá, sí nos muestra la importancia crítica de tomar medidas preventivas ahora. Los efectos negativos ya son visibles en escenarios locales: humedales que se reducen, manglares que desaparecen y comunidades indígenas que pierden sus recursos esenciales.

Pensemos en la grave situación de los habitantes de la Amazonía, donde la minería ha provocado daños ecológicos severos, desplazando comunidades enteras y destruyendo ecosistemas locales. Estas poblaciones enfrentan tragedias humanas poco visibilizadas, pues no reciben la atención mediática necesaria. En este sentido, sería fundamental que los periodistas informaran más sobre la crisis que enfrentan estas comunidades amazónicas.

Por tanto, al discutir sobre biodiversidad, debemos recordar que la pérdida ambiental tiene consecuencias directas sobre las personas y sus medios de vida, lo cual convierte la conservación en un tema no solo ecológico, sino profundamente humano.

¿Deberíamos buscar un menor crecimiento económico?

La cuestión no radica en rechazar el crecimiento económico como tal, sino en analizar cuidadosamente cómo se genera dicho crecimiento. Frecuentemente, ignoramos los verdaderos costos ambientales y sociales asociados a nuestra forma actual de crecimiento. Al no incluir estos costos, hipotecamos de manera irresponsable el bienestar y las oportunidades de futuras generaciones.

Debemos dejar de medir el éxito económico exclusivamente en términos del Producto Interno Bruto (PIB), que es limitado y engañoso, para comenzar a evaluar la "riqueza inclusiva" que contemple todos los activos importantes, incluido el capital natural.

¿Cómo afrontar la resistencia local a proyectos necesarios, como la minería (fenómeno NIMBY)?

El fenómeno Not in My Backyard (NIMBY) refleja una resistencia natural y comprensible de las comunidades locales a proyectos percibidos como perjudiciales. Sin embargo, esta resistencia está directamente relacionada con la falta de compensación adecuada y justa hacia quienes sufren los efectos negativos de dichos proyectos.

La cuestión fundamental es determinar si realmente estamos pagando el costo social y ambiental completo de nuestras actividades económicas. Mientras sigamos ignorando o minimizando estos costos, inevitablemente surgirá la resistencia local y continuaremos dañando sistemáticamente nuestro entorno natural y social.

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