
Si Cervantes hubiera escrito el pasaje de los molinos de viento en la actualidad, el Quijote debería saber nadar. La energía eólica marina se presenta como la nueva gran tecnología en la que están centrando los ojos los inversores y las grandes firmas. Según los datos de la Agencia Internacional de la Energía Renovable (IRENA) estos molinos aún son marginales con respecto a sus hermanos terrestres, ya que en 2023 sumaron 12 veces menos capacidad en términos de potencia eléctrica instalada -73.185 megavatios (MW) frente a 944.205 MW de la eólica convencional-. No obstante, se prevé que para 2030 la capacidad se quintuplique hasta los 380.000 MW, a los cuales España aportará unos modestos 3.000 MW, de cumplirse el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC).
La tecnología no tiene nada de nuevo. El concepto de los molinos de generación de electricidad se remonta a finales del siglo XIX y, cien años después, llegó el primer parque eólico marino comercial en Vindeby, Dinamarca, hace ahora 33 años.
Sin embargo, es ahora cuando los desarrollos están empezando a salir a flote junto con el bum renovable, y gracias a la madurez que está alcanzando parte de la tecnología eólica offshore.
Una de las grandes ventajas de esta tecnología es su factor de capacidad. Una de las variables a las que los desarrolladores renovables ponen más cariño es el tiempo que pueden operar sus instalaciones, ya que a más tiempo mayores ingresos.
En este sentido, según fuentes conocedoras, una instalación eólica convencional fijada en tierra opera en torno a las 2.000 horas al año -frente a las 8.000 horas que puede operar una central de generación con energía fósil-.
Pero en el mar la cosa cambia. Un molino marino tiene un factor de capacidad que dobla al de sus hermanas terrestres y en España puede superar las 4.000 horas de operación. Es decir, el viento sopla más, durante más horas y es más estable.
Esto permite, además, aparatos de mayor capacidad. Mientras una turbina terrestre puede disponer de alrededor de 5 MW de capacidad, las palas de eólica marina pueden producir tres veces más, con aerogeneradores que producen en torno a 15 MW.
Por otro lado, lo que ganan las instalaciones en capacidad también lo suman en costes de operación. Las estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) para la Unión Europea estiman que en alta mar es actualmente dos veces más caro instalar molinos de viento.
En concreto, en 2023 el precio en dólares por cada KW instalado se situó en 3.120 dólares/KW en el caso de la offshore, mientras que los molinos convencionales rondan los 1.630 dólares/KW. Una brecha que, además, no se prevé que se reduzca sustancialmente. Aunque las previsiones a 2050 esperan que el precio baje a la mitad, el desarrollo de un molino terrestre costará 750 dólares/KW, mientras que en el caso de la eólica marina se colocará en los 1.440 dólares/KW, prácticamente el doble.
España se sube al barco
Portugal, Francia y, ahora, España, se han subido al barco de la eólica marina. A finales de septiembre, el Ministerio de Transición Ecológica aprobó el Real Decreto que regula las actividades de la energía marina. No obstante, aún queda un largo recorrido, en el que el Miteco tendrá que emitir dos órdenes ministeriales, antes de poder sacar a la luz las subastas de capacidad necesarias para financiar la puesta en marcha de los primeros molinos en las costas españolas.
Esto se debe a que los fondos marinos españoles no son adecuados para el desarrollo de tecnología de fondo fijo, que necesita situarse a menos de 60 metros del fondo marino. Por contra, requiere de sistemas flotante, unos desarrollos que aún no cuentan con la madurez que sus gemelas de fondo fijo y que, por tanto, provocan que aún sea demasiado caro para los desarrolladores sin incentivos.
La primera subasta de energía eólica marina de España, que tendrá lugar este año, está asignando exclusivamente capacidad flotante y, según las estimaciones del sector, previsiblemente será en las Canarias.