
La división del átomo une a cada vez más europeos, entre ellos a los nuevos miembros de la Comisión Europea presentada el pasado miércoles. La candidata a comisaria de Competencia y vicepresidenta Ejecutiva de Transición Limpia de la UE, Teresa Ribera, vino a reflejar esta semana la aproximación del nuevo ejecutivo comunitario con respecto a la energía nuclear. Ribera, quien no ha ocultado su posicionamiento en contra de esta tecnología, aseguró que no se opondrá a la proliferación de centrales nucleares en los países del club comunitario.
La reconocida posición en contra de la aún vicepresidenta tercera y, por extensión, la de España con respecto a la energía atómica resulta minoritaria.
Desde Bruselas el apoyo se ha enfocado en promover la construcción de reactores modulares pequeños o SMR, por sus siglas en inglés. Como su propio nombre indica, son instalaciones de menor tamaño que las tradicionales y tienen una potencia eléctrica máxima de 300 megavatios (MWe), frente a los cerca de 1.000 MWe de una central de gran tamaño. Además, requieren menos agua para refrigeración y ofrecen una mayor flexibilidad en cuanto a la selección del emplazamiento que sus hermanas mayores.
Al mismo tiempo que se promueve la tecnología a menor escala, se deja libertad a los Estados miembros para tomar la aproximación que consideren con la nuclear. A esto último hizo referencia la candidata a comisaria al afirmar que en el Ejecutivo comunitario ha habido un "gran respeto" hacia cada decisión de los países a la hora de definir sus sistemas eléctricos. "Otra cosa son los incentivos públicos. Esa es una cuestión muy diferente", indicó Ribera en una entrevista esta semana en EL PAÍS.
Ante esta libertad, los Estados miembros se están posicionando. Al menos una decena de países, entre ellos algunos que no operan centrales como Polonia o Italia; están apostando por reactivar planes nucleares, construir nuevas instalaciones o se han mostrado abiertos a avanzar en el despliegue de tecnología a pequeña escala.

Conscientes de este renacer, la patronal NuclearEurope pidió ayer que los gobiernos "ayuden" a maximizar el uso de las centrales nucleares existentes y acelerar el despliegue de nuevas instalaciones. Además, han solicitado establecer "planes claros para el despliegue de la energía nuclear que cumplan los objetivos que se han fijado a través de los acuerdos del Clima de Naciones Unidas y a demostrar su compromiso con la energía nuclear, dando señales claras a los mercados y a los inversores".
En este contexto, Ribera es una antinuclear en una Comisión en el que la marea rema a favor de esta energía. "Es como cuando eres el único que pide zumo de naranja en un bar en el que todo el mundo bebe cerveza", resumió Ignacio Araluce, presidente de Foro Nuclear, durante un evento de la asociación que reúne a los profesionales del sector.
Con la vicepresidenta tercera al frente del Miteco, la nuclear ha empequeñecido. Según el séptimo Plan General de Residuos Radiactivos (PGRR), entre 2027 y 2035 España dejará de ser un país nuclear. La primera en echar el cierre serán las dos unidades de Almaraz (Cáceres) cuya explotación cesará a finales de 2027 y 2028. De esta manera, España prescindirá de 7.123 MWe de capacidad –según los datos de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés)– y a en torno al 20% de la producción eléctrica nacional al completar los cierres.
Por otro lado, el sector también critica el aumento de trabas fiscales a la generación nuclear y el alza de los impuestos que complica aún más la operativa de esta generación eléctrica en el sistema. Sin ir más lejos, el pasado julio el Gobierno elevó cerca de un 30% la conocida como tasa Enresa, es decir, el pago que realizan las eléctricas que gestionan centrales nucleares –a la sazón, Iberdrola, Endesa, Naturgy y EDP–. Foro Nuclear calcula que esto aumentará la contribución anual de las operadoras nucleares de cerca de 430 millones de euros a 630 millones.
Con estos mimbres, España es, junto con Bélgica, el único país con planes concretos de desconexión nuclear. El país planeaba clausurar sus reactores en 2025, pero tras la invasión de Rusia a Ucrania aprobó una prórroga de diez años. Además, también se ha formalizado un acuerdo entre la compañía belga Tractebel y la empresa francesa Nuward para el desarrollo a largo plazo de un reactor modular pequeño.
La moda nuclear y el 'fantasma'
El fantasma del cierre nuclear ha estado presente en buena parte de Europa durante décadas, por ejemplo, hace trece años tras el accidente de la central de Fukushima que precipitó el cierre de todos los reactores nucleares de Alemania. No obstante, la marea en los últimos años apunta en la dirección opuesta.
Diversos analistas políticos indican que este impulso renovado por la nuclear explica la falta de beligerancia de Ribera en su nueva posición en el Ejecutivo europeo, ya que busca calmar los ánimos de los diferentes Estados miembros que apoyan decididamente la nuclear.
Este es el caso de Francia, el paradigma energético nuclear que cuenta con medio centenar de explotaciones atómicas. Aunque cada vez más también es el de otros países, como Italia.
La historia del país con la nuclear se remonta a 1978, cuando se apagó Caorso, la última central en operación, al norte de Génova. Italia vetó la energía nuclear y promovió su cierre definitivo a través de un referéndum de 1987, un año después del accidente de la central nuclear de Chernóbil, una negativa que fue refrendada en otra consulta popular en 2011.
No obstante, la invasión a Ucrania lo ha cambiado todo. El ministro de Medio Ambiente de Italia, Gilberto Pichetto Fratin, anunció planes para introducir nuevas regulaciones antes de fin de año para permitir el uso de tecnologías nucleares en el país, con el objetivo de tener un nuevo decreto en vigor para 2025. Además, Pinchetto aseguró al Financial Times que al menos el 11% del consumo total de electricidad de Italia en 2050, lo que equivale a 35 GW repartidos por el territorio, según los datos de Foro Nuclear.
Italia es uno de los países más dependientes de gas natural de Europa, con cerca del 37,3% de su consumo eléctrico anual derivado de la quema de este combustible –en España esta proporción ronda el 15%–, una dependencia que cohíbe el impulso de las renovables debido a las subvenciones que recibe esta tecnología, según el Instituto para la Economía Energética y el Análisis Financiero.
La apuesta polaca
Polonia es otro de los países europeos que está apostando fuerte por la nuclear. A comienzos de mes, el Gobierno polaco anunció una inversión de 60.000 millones de zlotys (14.000 millones de euros) entre 2025 y 2030 para el desarrollo de su primera central nuclear, unas partidas con las que espera cubrir el 30% de costes totales de la instalación.
Polonia es el segundo mayor productor de carbón europeo, tan solo por detrás de Alemania, y uno de los mayores consumidores. La idea de construir una central nuclear llevaba en el tintero de los ejecutivos polacos desde, al menos, 2005, según la World Nuclear Association, y cristalizó en a mediados de 2023 cuando el Ministerio de Clima y Medio Ambiente de Polonia dio su visto bueno para que la firma energética pública polaca, llamada PEJ por sus siglas en polaco, y Westinghouse levantaran tres reactores junto al Báltico, unas obras que arrancarán en 2026.
Desde septiembre de 2023 la Comisión Europea tiene pendiente un procedimiento de notificación previa sobre el apoyo estatal al PEJ. Polonia sostiene que, dado que la inversión tendrá un rendimiento a nivel de mercado, la recapitalización no constituirá ayuda estatal. Sin embargo, la transferencia de fondos al PEJ solo será posible una vez que la Comisión Europea decida si está de acuerdo con la postura polaca o considera la recapitalización como una ayuda estatal. Esto significa que la decisión, que se espera para 2025, correrá a cargo del departamento que previsiblemente dirigirá Teresa Ribera: La Comisaría de Competencia.
No obstante, no son los únicos países con intención de expandir sus instalaciones nucleares. Rolls Royce –especializada en SMR– ha alcanzado acuerdos para desarrollar mini-nucleares en Países Bajos o República Checa; una tecnología que también están buscando implementar Finlandia, Suecia, Estonia o la ya mencionada Bélgica. Por otro lado, Francia y Eslovaquia se encuentran inmersos en la construcción de dos reactores de 2.070 MWe en conjunto. Además, el pasado octubre el Gobierno búlgaro anunció la construcción de dos nuevas turbinas nucleares en la central de Kozloduy.
Coste y beneficio
La energía nuclear es una fuente de electricidad prácticamente inagotable, constante y barata de producir. No obstante, los países que la desarrollan también afrontan retos técnicos y económicos que lastran su atractivo para su puesta a punto.
Los grandes proyectos nucleares europeos pertenecen a EDF, la empresa pública energética francesa responsable de su parque nuclear. Según una información de Financial Times, el proyecto Hinkley Point, en Reino Unido, ha venido sufriendo retrasos sucesivos que han provocado que el coste estimado inicial de cerca de 18.000 millones de libras (21.500 millones de euros) se haya doblado con respecto a lo presupuestado en 2016. Fuentes citadas por el diario británico calculan que el precio final para poner en operación esta central pueda ascender a 46.000 millones de libras (54.800 millones de euros).
No es un caso aislado. Otro proyecto de EDF en Finlandia acabó costando más del doble de lo previsto y el desarrollo para el reactor en Flamanville (en Normandía) está cuatro veces por encima del presupuesto, con 13.200 millones de euros.