Como en cualquier carrera tecnológica, una de las claves del éxito está en desarrollar productos con cada vez mejor eficiencia. Y uno de los caminos para lograrlo pasa por dar con materiales cuyas propiedades sean aún más idóneas respecto a lo que ya existe. Así, a los ya populares paneles solares les ha aparecido un competidor: los paneles solares de diamante.
Como principal diferencia respecto a los 'tradicionales' paneles de silicio, estos paneles incluyen finas capas de diamante sintético en su estructura, las cuales poseen propiedades térmicas y eléctricas superiores. Con ellos se busca mejorar la eficiencia y durabilidad de los paneles solares convencionales.
En primer lugar, la elevada conductividad térmica del diamante ayuda a disipar el calor de manera más eficiente. Esto permite que la conversión de calor en energía sea más eficiente y que el rendimiento de los paneles solares no disminuya con el aumento de la temperatura. En segundo lugar, la dureza del diamante aumenta la vida útil del panel solar y reduce el coste de mantenimiento. En tercer lugar, la capacidad del diamante para resistir la radiación solar, confiere al panel una gran utilidad en entornos con radiación extrema, como puede ser el espacio.
No obstante, estos paneles solares cuentan con desventajas similares a las del diamante. Si bien el precio del diamante ya es elevado de por sí, la fabricación de esas finas capas de diamante sintético se traduce directamente en costes de producción muy elevados. Del mismo modo, la dificultad técnica que conlleva, la falta de maquinaria específica para ello y de fabricantes en un entorno de competencia agrava el problema.
En conclusión, los paneles solares de diamante no son a día de hoy una solución apta para la transición energética dado su elevado coste económico. Sin embargo, contienen un prometedor potencial digno de estudio y desarrollo, y pueden ser una solución en determinadas situaciones extremas.
