
Es uno de los acuerdos más señalados de la historia moderna y también uno de los más complejos. Los casi 200 países que participaron en la COP28 consiguieron aprobar in extremis el primer documento que pide explícitamente iniciar "la transición hacia el abandono de los combustibles fósiles", un hito inédito en una conferencia de la ONU que hubiera sido inalcanzable hace tan sólo dos años y que supone un importante avance desde el punto de vista climático. Sin embargo, para muchos se queda cortoen lo que respecta a la exigida retirada progresiva del petróleo, el carbón y el gas, principales responsables del calentamiento global.
La aprobación del texto fue uno de los principales puntos de fricción del encuentro y enfrentó a activistas y representantes de los países más vulnerables a la crisis climática con los principales productores y exportadores de petróleo, como Arabia Saudita o Irak, y negociadores de países de rápido crecimiento como La India y Nigeria.
La hoja de ruta diseñada en Dubai no es jurídicamente vinculante y, por tanto, ningún país está obligado a cumplirla. Tampoco establece ningún calendario, pero pretende guiar el desarrollo de las Contribuciones a Nivel Nacional, las estrategias que los firmantes del Acuerdo de París deberán presentar en 2025 para mantener en 1,5 grados el calentamiento global del planeta con respecto a la media de la era preindustrial y alcanzar la meta de cero emisiones netas de CO2 en 2050. También tiene el objetivo de lanzar al mundo el mensaje de que la eliminación de los combustibles fósiles es imparable, tal y como subrayóel sultán Al Jaber, presidente de la Conferencia.
La mala noticia es que el acuerdo no es lo suficientemente ambicioso como para minimizar el impacto de la crisis climática. 2023 ha sido el año más caluroso desde 1850, fecha en que comenzaron los registros, y a lo largo de sus doce meses ha visto representados fenómenos extremos en gran cantidad de países.
Según un reciente estudio elaborado por la ONU, antes de 2030 sería necesario reducir un 43% las emisiones de gases de efecto invernadero y un tercio las de metano para limitar el calentamiento global a 1,5 grados, en comparación con los niveles preindustriales. Sin embargo, las emisiones mundiales procedentes de los combustibles fósiles no paran de crecer. El último informe anual de Carbon Global Project recoge que el CO2 generado por el carbón en 2023 habría aumentado un 1,1%; el del petróleo, un 1,5%, y el del gas, un 0,5%.
El documento también plantea un escenario que, en principio, parece bastante alejado de la realidad. La producción de petróleo de Estados Unidos se encuentra en un niveles récord ; India planea duplicar la producción de carbón para 2030; el Reino Unido está emitiendo nuevas licencias de perforación en el Mar del Norte; y las grandes petroleras estadounidenses están invirtiendo miles de millones en acuerdos que indican que ven una demanda sólida en las próximas décadas.
Más renovables y combustibles de transición
En el ámbito de las renovables, los mediadores de la COP28 lograron compromisos para duplicar la eficiencia energética y triplicar la capacidad de este tipo de energías en 2030 pero lo cierto es que, hasta ahora, la mayor parte de la inversión en renovables ha sido concebida como un agregado a los combustibles fósiles y no como un sustituto.
El acuerdo final también reconoce el papel que los llamados "combustibles de transición" pueden impulsar en el camino hacia las energías limpias y garantizar la seguridad energética, una idea considerada "ambigua" por los expertos y que abre la puerta a la continuidad del gas natural, tal y como habían pedido los países que más apoyan sus economías en su producción, como Rusia e Irán, y que beneficia a aquellos que quieran retrasar o evitar la acción.
Más allá de los combustibles fósiles, sí se alcanzaron compromisos prometedores en otros ámbitos. Las partes acordaron crear un fondo de pérdidas y daños para ayudar a los países en desarrollo a responder a los desastres provocados por el cambio climático, y el texto final de la Cumbre insta a las naciones desarrolladas a seguir prestando asistencia para hacer frente a situaciones catastróficas.
La atención ahora está fijada en Azerbaiyán, un país muy dependiente del petróleo que será el anfitrión de la COP29 en 2024, cuando los gobiernos deben establecer un nuevo objetivo de financiación para el clima que refleje la escala y la urgencia del desafío que representa el calentamiento global y la degradación de los ecosistemas. Brasil se ha ofrecido a organizar la COP30 en 2025, año en el que los países presentarán las nuevas contribuciones determinadas a nivel nacional, y se ha comprometido a convertirla en la "COP de bosques tropicales".