
McKinsey prevé que las inversiones anuales en el sector energético crezcan entre un 2 y un 4% -en consonancia con el crecimiento del PIB global- para alcanzar entre 2 y 3,2 billones de dólares en 2040. Las tecnologías de descarbonización protagonizarán los mayores crecimientos, entre el 6 y el 11% anual, impulsadas por la fuerte adopción de la infraestructura de carga de vehículos eléctricos y el almacenamiento y captura de carbono (CCUS).
El análisis que ha llevado a cabo la consultora -uno de los principales asesores de las grandes energéticas en materia de estrategia- muestra que la inversión en una amplia combinación de fuentes de energía, incluyendo petróleo y gas, continuará durante un tiempo para garantizar el suministro, un extremo que ha ganado importancia desde la invasión rusa de Ucrania.
McKinsey, no obstante, pone el foco en algunos de los problemas que tendrá que afrontar esta transición. Para los expertos de la consultora la cuestión ahora es si las cadenas de suministro pueden seguir el ritmo necesario para los objetivos de descarbonización.
La escasez de materiales y los cuellos de botella en la producción -e incluso la disponibilidad de tierras- amenazan con frenar este impulso. Estos riesgos se manifiestan en diversos grados en cada uno de los cuatro escenarios que ha trazado la consultora en su Perspectiva Energética Mundial.
'Cuellos de botella'
McKinsey cree que la transición energética podría ralentizarse por los cuellos de botella relacionados con la disponibilidad de la tierra, las infraestructuras, la capacidad de fabricación y la mano de obra, la asequibilidad del consumo, la disposición a invertir y la disponibilidad de materiales en un momento en que el despliegue de tecnologías de energía limpia debe producirse a un ritmo cinco veces superior al actual para alcanzar los compromisos de energía cero neto.
La energía limpia podría representar hasta un 85% de la generación global para 2050 dentro de un escenario de Compromisos Cumplidos (el más ambicioso).
Las tecnologías con mayor crecimiento previsto resultan ser las más vulnerables: la eólica y la solar, los vehículos eléctricos, el hidrógeno verde y las bombas de calor. De ellas, se espera que la energía eólica, los vehículos eléctricos y el hidrógeno verde se vean más afectados, con un potencial desabastecimiento de entre el 20% y el 50% para los electrolizadores, una cifra que se eleva a más del 50% para algunos materiales utilizados en los imanes de energía eólica, y un aumento previsto del 330% en la demanda de litio para las baterías hasta el año 2030.
El consumo global de energía dependerá de la velocidad de la electrificación de la industria.
Para 2050, el consumo global podría disminuir hasta un 6% en comparación con 2022 por la electrificación de diferentes sectores, mientras que en un escenario de Fading Momentum (el más pesimista), el consumo de energía podría crecer hasta un 24% en el mismo período si el proceso de electrificación se desacelera.
Retroceso de los combustibles
En cuanto a la transición desde los combustibles fósiles, el análisis muestra que el crecimiento ha empezado a ralentizarse, y se espera que la demanda comience a disminuir en los próximos 2-7 años en todos los escenarios.
En el escenario de Compromisos Cumplidos, la demanda de petróleo se reduce a casi la mitad para 2050, por el cambio modal del parque automovilístico y el aumento de la eficiencia de los motores.
El aumento de las energías renovables podría reducir las emisiones de la generación eléctrica en un 71% en todos los escenarios de aquí al 2050 en comparación con los niveles actuales, a pesar de que se duplique o incluso triplique la demanda energética.
Se prevé que la demanda de hidrógeno se multiplique entre dos a cinco veces para 2050 en todos los escenarios, ya que el crecimiento procede tanto de industrias tradicionales que ya son consumidoras de hidrógeno como la química y el refino. Y en los escenarios de transición más rápidos, se prevé un fuerte crecimiento en industrias completamente nuevas como la de los camiones pesados, la del calor industrial o la siderúrgica.
Escenario ibérico
McKinsey ha trazado, a la vez, una hoja de ruta para que España y Portugal puedan aprovechar las ventajas que les ofrece la transición ecológica.
Según los expertos de la consultora, ambos países necesitarán invertir 200.000 millones hasta el año 2030 para poder liderar este proceso y aprovechar una oportunidad histórica para ambos países.
Según McKinsey, la Península Ibérica tiene las condiciones naturales necesarias (300 días de sol, 5-10% de viento y el 30% del litio europeo), la base industrial (segundo fabricante de automóviles y tercer mayor productor de acero) y el desarrollo de infraestructuras (18 puertos de gran profundidad, acceso al GNL y 20% del tráfico de contenedores) para poder aprovechar esta transición.
En estos momentos, según las estimaciones que realiza McKinsey, se encuentra ya comprometido la mitad de esta inversión. Alrededor de 90.000 millones para energía y 20.000 millones para proyectos industriales, pero el objetivo que deben perseguir los gobiernos es duplicar esta cantidad.
Con esta apuesta se podría conseguir atraer 1.500 proyectos de renovables y biogas, 15-20 hubs de hidrógeno, el 25% de la fabricación de vehículos eléctricos y 5 grandes industrias de acero, aluminio, plásticos y baterías.