Empresas centenarias

De las centrales tradicionales a los grandes proyectos renovables

  • El sector energético ha experimentado un cambio profundo en los últimos cien años
  • La apuesta por un mundo sostenible provocará el cierre de centrales legendarias
  • Al mismo tiempo, se facilitará el despliegue de proyectos basados en renovables
Foto: Archivo.

El mundo de la energía en España ha cambiado a un ritmo vertiginoso en el último siglo, con la incorporación de distintas fuentes de energía para cubrir la demanda eléctrica del país. La aparición de la corriente eléctrica alterna a principios del siglo XX, abrió la posibilidad de transportar la electricidad a gran distancia, lo que propició el desarrollo de las primeras centrales hidroeléctricas, aunque no fue hasta la década de los 60 y siguientes cuando empezaron a funcionar las grandes centrales hidráulicas.

Una de las más antiguas es la de Bolarque, propiedad de Naturgy, inaugurada por Alfonso XIII en junio de 1910 para iluminar la ciudad de Madrid. Actualmente, el complejo de Bolarque cuenta con tres instalaciones: una central convencional de 28 megavatios, otra reversible de 208 megavatios y una minicentral de caudal ecológico de 4,2 megavatios.

Acciona cuenta con nueve centrales hidroeléctricas centenarias en operación: cinco en Aragón, tres en Navarra y una en la Comunidad Valenciana. La más antigua (Casablanca) se construyó en 1894 y la de mayor potencia (Seira), de 36,7 megavatios, se puso en marcha en 1918.

Un año antes, en 1917, entró en operación La Malva, la primera gran central hidroeléctrica en Asturias, de 17 megavatios de potencia, origen de la empresa EDP en España. La compañía cuenta con otra central centenaria, la de Laviana, construida en 1905.

De esa época también datan las ocho centrales más antiguas de Endesa, repartidas entre Cataluña y Andalucía. Dos de ellas (Capdella II y Talarn II) superan los 30 megavatios de potencia y una tercera (Serós II) roza los 45 megavatios.

Repsol también cuenta con varias hidroeléctricas que superan el siglo de vida: Urdón, Camarmeña y la Paraya. El año que viene celebrará su cumpleaños la central de Torina, que entró en funcionamiento en 1921.

La preocupación por mitigar los efectos del cambio climático está cambiando el actual modelo productivo hacia una economía sostenible, con planes y objetivos muy concretos en renovables y eficiencia energética, que guiarán las directrices del sector en los próximos años.

El borrador del Plan de Energía y Clima que el Gobierno presentó a principios de este año y que marcarán la hoja de ruta a seguir en la próxima década para llegar a la descarbonización de la economía en 2050, ha puesto "patas arriba" al sector.

Desaparecen el carbón y la nuclear

El paquete de medidas prevé el cierre paulatino de las centrales nucleares y las de carbón y la permanencia de los 27 gigavatios en ciclos combinados actualmente en funcionamiento, que quedarán como respaldo de las renovables para cubrir la variabilidad de estas tecnologías.

La energía nuclear hizo acto de presencia a finales de la década de los 60. El programa nuclear español comenzó con la entrada en operación de las tres primeras centrales -José Cabrera (1968), Santa María de Garoña (1971) y Vandellós I (1972)-. El resto (Almaraz I, Almaraz II, Ascó I, Cofrentes, Ascó II, Vandellós II y Trillo), hicieron su aparición entre 1983 y 1988.

La energía eléctrica de origen nuclear, que actualmente cuenta con siete reactores en operación en España, ha sido durante los últimos ocho años la principal fuente de generación eléctrica del país, aportando alrededor del 20% del total. El sector está integrado por un gran número de empresas que han creado una industria competitiva, presente en toda la cadena de valor y muy reconocida a nivel internacional, con proyectos nucleares en más de 40 países.

El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), una de las tres patas del Plan de Energía y Clima, pone fecha al cese de la operación de estos reactores, reduciendo su presencia en el mix desde los 7,4 gigavatios actuales hasta los 3,1 gigavatios en 2030. Su cierre se hará según vaya llegando el final de su vida útil, de manera que ninguna lo hará antes de 2025 y la última no después de 2035.

En el caso del carbón, el recorte será más drástico. De las 14 plantas actuales, nueve estarán cerradas en 2020 y las cinco restantes lo harán a lo largo de la próxima década, de manera que su presencia en el mix será testimonial.

Para hacer frente a los desafíos a corto plazo en las comarcas mineras y en aquellas zonas afectadas por los cierres de las centrales nucleares y de carbón, el Gobierno plantea la puesta en marcha de un Plan de Acción Urgente para el periodo 2019-2021.

Precisamente, la minería de carbón ha vivido sus horas más bajas en las últimas cuatro décadas. Su declive comenzó en los años 90 con el inicio de los cierres de algunas explotaciones, situación que empeoró aún más con la llegada del nuevo siglo y que se hace insostenible cuando en 2016 se autoriza, por imposición europea, un plan de cierre para las centrales de carbón que no alcanzaran el umbral de rentabilidad.

En ese momento, son escasamente una decena de empresas las que permanecen con actividad, dando empleo a 2.000 mineros y produciendo 1,7 millones de toneladas de carbón, poniendo el punto y final a una historia centenaria, con el inicio de las labores de cierre y abandono de las explotaciones.

Renovables y coche eléctrico

De los 157 gigavatios de capacidad total instalada que el Plan de Energía y Clima prevé que tendrá el país en 2030, el mayor porcentaje, como acabamos de comentar, procederá de fuentes renovables, cuyo peso en la demanda de energía crecerá hasta el 42%.

Una de las que más peso tendrá será la eólica. Desde sus inicios en España, hace menos de 40 años, esta fuente de energía se ha convertido en la segunda en el mix energético español, con una aportación, en lo que llevamos de año, superior al 20% de la electricidad que consumimos y todo un referente mundial en desarrollo a nivel tecnológico.

Precisamente, la tecnología ha evolucionado tanto, que de los primeros aerogeneradores que se instalaron en España -allá por los años 80- con una altura de torre de 14 metros, se ha pasado en la actualidad a máquinas con una altura de más de 100 metros, el equivalente a un edificio de 15 plantas.

La potencia eólica actual instalada supera los 23.500 megavatios, pero para poder alcanzar los objetivos eólicos planteados en el PNIEC, cifrados en 50 gigavatios eólicos, será necesario incorporar anualmente del orden de 2 gigavatios de media en nuevos proyectos, aunque uno de sus retos más inmediatos es poner en marcha la potencia eólica de las tres subastas celebradas en los años 2016 y 2017.

La energía solar fotovoltaica es otra de las tecnologías renovables que gozará de un gran protagonismo en nuestro país y que deberá multiplicar por cuatro su actual potencia instalada. Como consecuencia de la celebración de la subasta de renovables en 2017, en la que la fotovoltaica se adjudicó 3,9 gigavatios y a raíz de los objetivos marcados en el PNIEC, se prevé la instalación de 29 gigavatios de nueva potencia fotovoltaica en la próxima década.

Los primeros proyectos fotovoltaicos se instalaron en los años 80. Eran de poca potencia y sus aplicaciones principales eran las telecomunicaciones, la electrificación rural y los proyectos de ayuda y cooperación para el tercer mundo. Pero no fue hasta la década de los 90 cuando nuestro país se convierte en pionero, concentrando la fabricación del 50% de los paneles solares mundiales.

Actualmente, el sector fotovoltaico español cuenta con una potencia total acumulada de 4,8 gigavatios (datos de finales de 2018), cuya producción es el 3% respecto a la demanda total de energía eléctrica, repartida entre los grandes parques fotovoltaicos y las instalaciones de autoconsumo que se están poniendo en marcha en viviendas o pymes. Para 2019, se prevé la instalación de cerca de 4.000 megavatios de nueva potencia fotovoltaica en grandes plantas y de otros 400 megavatios de autoconsumo.

Los principales ejes de descarbonización también provocará grandes cambios en el sector del transporte, que se centrarán en el cambio modal, el rápido despliegue de la movilidad eléctrica y un impulso a la fabricación y uso de biocarburantes avanzados, con el objetivo de reducir sus emisiones en 28 millones de toneladas de CO2 en la próxima década.

Una de las propuestas incluidas en la Ley de Cambio Climático y Transición Energética contempla que el parque español de vehículos eléctricos alcance los cinco millones de unidades en 2030, lo que supondría unos ahorros acumulados de energía final de 3.524,2 ktep/año en esa fecha, además de la instalación de un punto de recarga público por cada 1.000 vehículos y un punto en electrolineras por cada 500.

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