
Durante su primer año en Harvard, después de un paso brillante por Oxford, Guy Spier pensaba que Warren Buffett era "un simple especulador, al que le había sonreído la fortuna", como cuenta él mismo en La educación de un inversor en valor, el libro en el que repasa los errores y aciertos de su trayectoria.
El autor, nacido en Sudáfrica pero criado en Londres, achaca su desinterés por el Oráculo de Omaha a la arrogancia de quien creía que lo sabía todo y a la formación académica recibida en Inglaterra, en la que nadie cuestionaba la eficiencia del mercado y que, por tanto, buscar valores infravalorados como hacía Buffett era inútil.
Sin embargo, una vez fuera de Harvard, Spier quiso hacer dinero y labrarse un porvenir en la banca de inversión, pero eligió el lugar equivocado: una especie de chiringuito financiero a lo Lobo de Wall Street. Salió de allí un año y medio después, sintiéndose infeliz y con su impecable currículum empañado por las prácticas engañosas de la entidad para la que trabajó. Fue entonces, tras una tenaz búsqueda personal, cuando descubrió a Buffett.
Hace ahora diez años que Spier y su amigo y también inversor en valor Mohnish Pabrai pagaron la friolera de 650.100 dólares para conocer a Buffett. El encuentro, con cena incluida, duró tres horas, y lo recaudado se destinó a proyectos benéficos.
Si hablar de compañías en las que Berkshire Hathaway tenía inversiones estaba prohibido, ¿de qué habla uno con Buffett? "Hablamos mucho de su esposa, por ejemplo. Hablamos mucho de las escuelas en Nueva Yor,k donde fueron nuestros niños y de la dificultad de tener una plaza para estudiar en esas escuelas", recuerda Spier.
"Tenía la impresión de que, cuando estaba hablando con él [Buffett], él estaba funcionando sobre dos o tres niveles: me estaba escuchando, pero también estaba pensando '¿qué va a hacer este hombre con esta conversación?'".
¿Y no le dio ningún consejo para invertir? "Estuvimos allá para crear una relación con él. Sabíamos que si sólo preguntábamos 'oye, Warren, ¿cómo lo haces?', eso no funcionaría. Nuestra concepción de la cena era darle las gracias por todo lo que nos había enseñado", cuenta Spier, a la vez que esperaban establecer una relación duradera, que fructificó con visitas a las oficinas de Berkshire en Omaha e invitaciones casi cada año a los brunch selectos, en los que Spier conoció a John Paulo Lemann o a John Elkann.
El error como lección
En Zúrich, desde donde gestiona su fondo Aquamarine, Spier decidió escribir un libro en el que mostrar sus claroscuros. "Si queremos aprender de otras personas, pero todos los libros de personas exitosas no describen los errores que hicieron, ¿cómo podemos aprender?", se pregunta.
A sus lectores les dice que "los inversores en valor tienen que ver dónde se equivoca el grueso de la gente, para así aprovechar sus interpretaciones erróneas". No obstante, cada persona es un mundo. "Hay inversiones que mi amigo Mohnish Pabrai puede hacer porque él es la persona que es y sería estupido que yo hiciese la misma inversión. ¿Por qué? Porque soy una persona diferente, con conocimientos diferentes, con unas emociones diferentes", recalca.
Su fondo, cuya rentabilidad anualizada es del 10% desde 1997 frente al 8% del S&P 500, su índice de referencia, lo componen diecisiete valores, aunque son cinco los que concentran más de la mitad de la exposición -Ferrari, Fiat-Chrysler, Berkshire Hathaway, General Motors y American Express-.
"Si de verdad tuviera confianza al cien por cien en lo que pienso que sé, habría sólo cinco valores en mi cartera; pero porque sé que no sé tengo que diversificar un poquito más", confiesa Spier.
Pese a que dice no tener una métrica favorita e insistir en que no todo es cuestión de precio a la hora de elegir valores, de su conversación con elEconomista se infieren algunos de sus métodos de trabajo. "Es tan difícil vender cosas, que lo mejor es comprar cosas que jamás vas a querer vender", advierte, antes de subrayar la importancia de leer los periódicos de hace diez o veinte años "para ver lo que pensaban en esos días sobre lo que fue importante" y poner las preocupaciones actuales en perspectiva.
"Es tan difícil vender cosas que lo mejor es comprar cosas que jamás vas a querer vender"
Otra de sus influencias es lo que él llama el economic highground de un valor. Lo ejemplifica: "Si compras propiedad inmobiliaria alrededor de Times Square [en Nueva York], en veinte años ¿qué va a pasar? Va a haber más personas, va a ser un centro turístico. Puedes estar seguro de eso durante todo el tiempo en que Nueva York sea una ciudad".
Algo, recuerda, que hizo Warren Buffett cuando invirtió en sociedades de electricidad. "Comprendió que tener las redes de cables es un monopolio natural, porque en el momento en que tienes esas redes nadie va a poner otra red en otros lugares". El interés de Spier va más allá de las cuentas de una empresa: "Todavía estoy tratando de comprender cuál es la posición de una compañía en la economía a su alrededor, si está llevando valor a toda la gente que está relacionada con ella y quiere invertir en ella".