
La guerra abierta por los tripulantes de cabina (TCP) y los pilotos de Ryanair para mejorar sus condiciones laborales amenaza con dañar el modelo de productividad que ha llevado a la firma irlandesa a ganar millones de euros hasta en los peores años de la crisis (sólo registró números rojos en 2009).
O por lo menos eso es lo que defiende la aerolínea y así se lo ha advertido a sus accionistas en sus últimos resultados anuales. En líneas generales, la aerolínea que dirige Michael O'Leary explica que las "demandas" de sus trabajadores, que ya han celebrado dos huelgas europeas y preparan una tercera ante la falta de acuerdos, "son irreales" y podrían traducirse en un alza de los costes que "pondría en peligro" su negocio.
Entre las demandas de los trabajadores, la que más preocupa a la low cost es la de someterse a la legislación laboral de cada país en el que opera por el alza de los costes y la complejidad que tendría aparejada. No en vano, la firma se ha mostrado dispuesta a empezar a hacer contratos locales a partir de junio de 2022, cuando ya estará obligada a pagar la seguridad social en cada país en el que opere.
"La tripulación de Ryanair, a excepción de aquellos con sede en el Reino Unido, opera con contratos de trabajo irlandeses. Ese modelo ha sido cuestionado en el pasado por los sindicatos. Si se impusieran los contratos locales, esto podría afectar a los costos, la productividad y la complejidad del negocio", explica la firma en las cuentas anuales.
En este punto, Ryanair también explica que está pendiente de un juicio en el tribunal laboral de Mons (Bélgica) en el que se juega que le obliguen a hacer contratos belgas a sus trabajadores. Una decisión que en el caso de darse (esperan la sentencia a principios de 2019) recurría ante el Tribunal Supremo para tratar de evitar adaptarse a la legislación laboral de ese país, que es más beneficiosa y garantista para los trabajadores. Así, bajo esta legislación tendría que despedir a la plantilla con un preaviso de seis meses o negociar los cambios de base y de condiciones laborales.
Así, la compañía ha reiterado en varias ocasiones, la última en las cuentas de su primer trimestre fiscal (abril-junio), que no están "dispuestos a ceder a las demandas irracionales que buscan comprometer nuestras bajas tarifas o nuestro modelo altamente eficiente". Así, la firma de bajo coste llegó a amenazar con reducir su programación "si las huelgas continuaban".
Pese a la resistencia a aceptar las exigencias de sus trabajadores en el corto plazo, la compañía ha tratado de sellar las paces con la plantilla europea con alzas salariales, como el aumento del 20% dado a los pilotos o la aprobación de un bonus de productividad de 1.800 euros al año para los tripulantes de cabina. Así los costes laborales de la compañía han crecido un 34,6% en su primer trimestre fiscal hasta los 245 millones, lo que unido al incremento del 19,5% de los costes del combustible, han lastrado el beneficio y el margen neto de la low cost. Y es que, los ingresos no han subido lo suficiente para compensar el alza de los costes llevando a la firma a ganar un 20% menos.
En su primer trimestre fiscal los ingresos por la venta de billetes han subido un 3% pese al aumento del 7% de los pasajeros porque la firma se ha visto obligada a bajar un 4% la tarifa media de los billetes. Así, la vía que ingresos que más ha crecido es la de los ancilliares o extras, que ha subido el 25% hasta los 625 millones de euros, gracias al venta del embarque prioritario, la facturación de las maletas y otros servicios.
A finales del año pasado la firma restringió la entrada de las maletas pequeña en la cabina a los pasajeros que tuvieran embarque prioritario, que cuesta unos seis euros, y bajaba a bodega de forma gratuita el resto de las maletas. La compañía alegó que lo hacía para evitar los retrasos, que han seguido aumentando este año por, entre otras cosas, la huelgas de los controladores, la falta de personal en las torres y el mal tiempo.
Así, en pleno deterioro de los márgenes y de la puntualidad, Ryanair ha decidido cobrar todas las maletas pequeñas y sólo permitir llevar una bolsa mediana a bordo de forma gratuita. La firma alega que es para reducir los retrasos en la puerta de embarque y porque "los pasajeros deben pagar por el servicio de llevar una maleta de 10 kilos".