
Las construcciones de nueva planta tienen un rendimiento energético muy superior al del parque de edificación histórico: el 54% de los inmuebles puestos a la venta el año pasado lucía una calificación energética A, B o C, rangos que sólo alcanza el 5% de los inmuebles construidos apenas cinco años atrás. La diferencia económica entre el gasto de energía de unos y de otros es como mínimo de 500 euros al año en una vivienda.
Este mes de junio se cumplen cinco años de la entrada en vigor de la certificación energética para los edificios. Durante este tiempo se han calificado más de tres millones de inmuebles, según los datos del Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía (Idae), de los que unos 40.700 era de nueva construcción.
Los datos revelan que la calidad energética de la vivienda nueva se ha incrementado notablemente entre 2014 y 2017: los edificios con la calificación más elevada se han incrementado hasta representar más de la mitad del total: los de clase A han crecido del 5 al 12%, los B del 8 al 24% y los C del 13 al 18%; por el contrario, los de clase D y E se han reducido un 11 y un 16% respectivamente -ambos suman el 46%- y los peores, de las categorías F y G son marginales, con el 1% cada uno.
Código Técnico de Edificación
La explicación de esta mejora se encuentra en la aplicación del Código Técnico de la Edificación (CTE), que ha introducido requisitos de calidad mucho más exigentes que los tradicionales: las viviendas, según sus especificaciones, deberían tener una calificación como mínimo de la categoría C.
Por eso en el parque edificatorio total, el 51% tiene una calificación E y el 22% es G, mientras que las clases D y F registran un 11% cada una. Las tres mejores categorías, A, B y C apenas llegan al 5% conjuntamente.
Esta diferencia se traduce en un gasto en calefacción, aire acondicionado y agua caliente sanitaria -los consumos energéticos contemplados por la certificación- mucho más reducido en la vivienda nueva que en la vieja.
Según los datos de Certicalia, una plataforma online especializada en certificaciones que integra a más de 7.000 arquitectos e ingenieros de todo el país, una vivienda de 100 metros cuadrados de categoría B -la A es de consumo casi nulo y no se asigna importe- gasta anualmente una media de 271 euros al año, mientras que una de categoría E, la más abundante, gasta una media de 1.039 euros. En el peor de los casos, el G, el gasto escala hasta los 2.119 euros por ejercicio.
Certicalia, que registra unas 12.000 visitas al día, ha detectado un incremento del 48% en las solicitudes de certificación en el último año, en buena medida porque la población cada vez lo conoce más y mejor. De hecho, refiere un estudio sociológico de la Universidad Politécnica de Cataluña en el que los encuestados se mostraron dispuestos a pagar más por una vivienda más eficiente, si con ello conseguía un mayor ahorro al final de mes.
Rehabilitaciones
Las rehabilitaciones también tienen muy en cuenta el consumo energético de los inmuebles, aunque es muy difícil que consigan ascender en la calificación. En cualquier caso, las mejoras para los inmuebles suelen centrarse en las instalaciones térmicas (40,8%), la envolvente del edificio (25,8%), las ventanas, balcones y lucernarios (24,1%) y los puentes térmicos (9,4%).
Este año 2018 entra en vigor la exigencia de que toda la obra pública de nueva planta sea de consumo energético casi nulo, esto es, de clasificación A, algo que se conseguirá con producción energética renovable in situ o en las proximidades. La exigencia se extenderá al resto de los inmuebles a partir del año 2020.