Isidoro Álvarez, el expresidente de El Corte Inglés, fallecido en 2014, tenía muy claro desde el primer momento quien quería que le sucediera al frente del grupo. Y no era Dimas Gimeno, el sobrino que acabó heredando el puesto, y que ha acabado enfrentado a Marta y Cristina Álvarez, las hijas de su mentor.
El elegido era su hermano mayor, Miguel Ángel. Aunque es cierto que Dimas empezó muy pronto a trabajar en los grandes almacenes, mientras estudiaba la carrera de Económicas en Madrid, pero su objetivo era otro. Y por eso se marchó en 1999 a Australia. Para dedicarse a lo que realmente le gustaba, estudiar cine.
Pero las cosas no salieron como estaban previstas. Miguel Ángel no contaba con el apoyo de la dirección y dos de los hombres de la máxima confianza de Isidoro Álvarez -los consejeros Florencio Lasaga y Carlos Martínez Echavarría- le convencieron para cambiar de opinión. Dimas Gimeno recibió entonces la llamada de su tío y tan solo un año después de haberse marchado regresó.
Y lo hizo para emprender ya la carrera en la empresa. Pasó primero por distintos departamentos en Madrid -Compras, Marketing, Gestión de clientes o Internet- y en 2001 se trasladó a Portugal para colaborar en la puesta en marcha del primer centro en Lisboa. Posteriormente, y tras llegar a dirigir el de Oporto, en 2008 regresó a España. Dos años después entraba en el consejo y asumía la dirección general y en 2014, con tan solo 39 años, era nombrado presidente y primer ejecutivo.
Una historia repetida
La historia vuelve a repetirse, porque la presidencia de El Corte Inglés ha ido pasando siempre de sobrino en sobrino desde su constitución a principios del siglo XX. La empresa tiene su origen en una pequeña sastrería en el centro de Madrid, que Ramón Areces compró gracias al aval de su tío, César Rodríguez, un empresario de origen asturiano emigrado a Cuba, que se convirtió en 1935 en el primer presidente de la compañía.
Rodríguez murió sin descendencia en 1966 y legó todo su patrimonio, que incluía una participación mayoritaria en el grupo, a sus sobrinos, incluido el propio Areces. En 1973, éste sufrió sin embargo una hemiplejía y se vio obligado a dejar la compañía en manos también de otro de sus descendientes. Otro sobrino, Isidoro Álvarez. Y así hasta ahora. O casi. Porque la historia está a punto de cambiar de rumbo.
El pasado octubre las hermanas Álvarez lograron quitar a Gimeno las funciones ejecutivas, nombrando en su lugar dos consejeros delegados: Víctor del Pozo y Jesús Nuño de la Rosa. Gimeno votó a favor en un principio en el consejo, pero ahora, meses después, ha decidido plantear batalla.
"No voy a dimitir", ha asegurado en su entorno. Ni dimite ni tiene intención, por ahora, de vender sus acciones. Al revés, sigue buscando apoyos, promoviendo por ejemplo la salida a bolsa para intentar ganarse el respaldo del inversor catarí Al Thani, que se hará en julio con un 10 por ciento de la compañía, con posibilidad de llegar incluso hasta el 12,25 por ciento, tras haber concedido un crédito de mil millones de euros hace tres años.
La situación de Gimeno es muy complicada porque las acciones que heredó -el 2,8 por ciento del grupo- están controladas por la patrimonial Iasa. Dimas Gimeno y María Antonia y César Álvarez -su madre y su tío, hermanos de Isidoro- tienen el 31 por ciento de esta sociedad, pero el 69 por ciento es propiedad de Marta y Cristina, con lo que están en minoría. Y por si esto fuera poco, entre los tres necesitan 96 millones para pagar a la Comunidad de Madrid por el impuesto de Sucesiones. Hace tres años les avaló el Santander para aplazar el pago. Pero en 2020 deben empezar a desembolsar el dinero y ,si no lo hacen, el banco puede ejecutarles y quedarse con el 7 por ciento de los títulos. El tiempo corre en su contra.