
Aunque a veces lo parezca, no todo es patético postureo en plena decadencia política del marianismo. En ocasiones, uo uo uo, un rayo de sol de humanidad se cuela en medio del festival de cine fantástico de Génova. Aún quedan grietas de naturalidad que nos acercan a las personas normales y corrientes que pueblan las entrañas del PP; gente que dice lo que piensa, políticos que se retratan como son de verdad: seres humanos con virtudes y defectos.
Los nervios de la secretaria de Estado de Comunicación, portadora de esa humanidad y naturalidad que a veces echamos de menos, son justificables: a la deteriorada imagen de la catástrofe que se avecina contribuyen la cuestión sucesoria, las guerras de familia internas, las sillas vacías entre Soraya y Dolores, que no se aman pero se comprenden; la amenaza cierta de otro partido de derechas que avanza sin pudor, aquellas pensiones imposibles, concedidas solo tras la humillación ante Urkullu por un plato de votos, la incapacidad de avistar tierra más allá de la crisis catalana, el delirante espectáculo de Madrid y las inminentes sentencias de la Gürtel y la Púnica.
¿Quién no estallaría ante todo eso? Además, Carmen Martínez de Castro ha pedido disculpas por desear hacerles "un corte de mangas" a los pensionistas que abucheaban a Rajoy en Alicante. Un gesto como el suyo demuestra que el PP no está gobernado por máquinas sin sentimientos. ¿Quién no ha pensado alguna vez en hacerle "un corte de mangas de cojones" a quien sea y decirle: Pues te jodes, o en azotar a Mariló Montero hasta que sangre, como Pablo Iglesias? Nada como un micrófono abierto para saber lo que un político realmente piensa. Te han pillado...