Sener regresó en 2016 a números negros. La ingeniería vasca se anotó un beneficio neto de 16,99 millones de euros, frente a los 71,7 millones que perdió en 2015, cuando se vio afectada por dos proyectos fallidos, el gasoducto virtual para YPFB en Bolivia y la terminal de gas natural licuado (GNL) en Dunquerque, en Francia.
Con la venta por unos 720 millones de ITP, dedicada a las turbinas de gas, a Rolls Royce, que está pendiente de las últimas autorizaciones, el grupo que preside Jorge Sendagorta ha iniciado este año una nueva etapa en la que los mayores recursos económicos derivados de esta operación permitirán concentrar el avance en ingeniería y construcción, acometer compras selectivas que reforzarán las tecnologías y su consolidación internacional.
Sener incrementó sus ingresos de explotación un 37,9 por ciento en 2016, hasta los 910,7 millones. La actividad internacional volvió a ganar cuota, al representar ya el 97 por ciento de las ventas, frente al 3 por ciento de España. Mientras, el resultado operativo alcanzó los 15,9 millones, dejando atrás los 100,4 millones negativos que registró en 2015. Un nivel que, en todo caso, aún refleja las dificultades de los mercados en los que actúa la ingeniería vasca, que se ha enfrentado a un entorno con menos proyectos de ingeniería y construcción y con frecuentes retrasos en las decisiones, según lamenta Sendagorta en la memoria anual del grupo.
A cierre de 2016, Sener disponía de una cartera de contratos de más de 1.100 millones, mayoritariamente centrada en el exterior.
En este escenario, Sener ha lanzado un nuevo Plan Estratégico para el trienio 2017-2019 que busca profundizar en sus tecnologías; considerar la digitalización masiva como una oportunidad para mejorar propuestas de valor al mercado y también procesos internos y competitividad; consolidar capacidades y presencia en las geografías elegidas; y limitar riesgos.