
La banca alemana ha estado en el ojo del huracán esta semana, no sólo Deutsche Bank, la mayor entidad sistémica del mundo, sino también Commerzbank, aunque por diferentes motivos. En el caso del segundo banco comercial germano, del que el Estado aún conserva un 15 por ciento del capital, sus problemas son comunes con la mayor parte de las entidades del continente. El contexto de tipos de interés en negativo y con perspectiva de que estarán así largo tiempo, ha minado su rentabilidad y menguado su margen de maniobra. La receta empleada es también la adoptada por otras muchas entidades europeas: realizar ajustes de fuerza laboral y sucursales y realizar ventas.
Commerbazbank confirmó que precindirá de 9.600 trabajadores, aunque contratará otros 2.300 para áreas en crecimiento, y para financiar parte del coste de 1.100 millones de euros de un plan que se extiende hasta 2020, suspenderá "por el momento" el dividendo.
"Aunque sea doloroso", declaró Martin Zielke, presidente de la entidad, "es necesaria la reducción y poner en forma el banco para el futuro". Y es que, como reconocía el banquero, "a pesar de que Commerzbank es estable, no es rentable".
El mismo día que Zielke explica el plan para devolver a niveles suficientemente rentables a Commerzbank en 2020, ING comunicaba sus ajustes en Bélgica. La mitad de la plantilla en ese país, 4.000 personas y 100 sucursales, desaparecerán. El motivo es el mismo del que se quejan en todos los países: los tipos en negativo. ING se embolsó ese día unos 480 millones de euros al bajar su participación en el banco indio Kotak Mahindra del 6,4 al 3,9 por ciento.
En otro país, también foco de alarmantes rumores hace meses, otro banco busca 16.000 millones en los próximos meses. Es Unicredit, el primer banco italiano, que venderá activos por valor de 10.000 millones y deberá ampliar capital entre 5.000 y 6.000 millones para tapar el agujero de solvencia de unos 8.000 millones de euros. Tres de los activos que tiene en venta es la gestora de fondos Pionner, tras la ruptura de la alianza con el Santander, el 40 por ciento en el banco polaco Pekao y el 55 por ciento en Fineco.
La mayor preocupación en el país transalpino es, sin embargo, Monte dei Paschi di Siena, la única entidad que suspendió los últimos test de estrés europeos y que necesita un rescate. La tardanza en articular el auxilio para este banco radica en la promesa del primer ministro Mario Renzi de no consentir que los bonistas carguen con parte del coste del reflotamiento.
Segunda ronda en Portugal
El que tampoco acaba de desprenderse de los problemas de sus bancos es Portugal. El Estado aún no ha conseguido vender el banco bueno de Banco Espirito Santo, Novo Banco, a pesar de dos intentos, que resultaron frustrados.
Caixa Geral, la primera entidad del país, ya fue rescatada con 4.600 millones de euros, tras llegar a un acuerdo con Bruselas en agosto y tras haber recibido más de 2.000 millones en una primera ronda. Y por el momento el desembarco de CaixaBank en BPI ha impedido que tenga que acometer una dura reestructuración que solicitaba el BCE.
Otras entidades lusas, como Banif, tienen una especie de esquema de protección de activos por 2.255 millones de euros tras ser adquirida por el Santander.
El sistema portugués ya ha recibido ayudas por 22.600 millones de euros, superior al 10 por ciento del PIB, y ha sido incapaz de remontar las pérdidas en los últimos cinco años. Pero su mayor vulnerabilidad es hacer negocio rentable en una economía, la portugesa, que aún se encuentra deprimida.
Italia y Portugal, además, comparten el problema de tener los balances repletos de activos problemáticos. En Italia, se calcula que los activos improductivos alcanzan los 350.000 millones de euros y la morosidad de Portugal afecta a 34.000 millones de euros en activos, equivalente a entre un 15 y un 20 por ciento de su saldo crediticio. Tal vez estas situaciones, o las propias, llevaron al economista jefe de Deutsche Bank, David Folkerts-Landau, a pedir recientemente 150.000 millones de euros de ayudas públicas para salvar al sector financiero europeo.
Muchos países europeos sufren ahora las consecuencias de no haber atajado con un rescate, como se hizo en el caso de España, la crisis de muchas entidades y ahora, con los tipos bajos, con una creciente y gravosa carga normativa y con un nivel de negocio insuficiente, se ahogan en sus problemas.